«¡Oh, ciudad de los gitanos! La Guardia Civil se aleja por un túnel de silencio mientras las llamas te cercan». Qué lejos quedan estos versos de García Lorca. Ha costado mucho que los demócratas españoles acepten a la Guardia Civil: al principio de la Transición todavía mantenía resabios franquistas. Pero ahora son el mayor garante de la seguridad española y ETA lo sabe. Por eso anteayer, ayer, mañana… seguirá asesinándolos o por lo menos intentándolo la única banda terrorista que queda en Europa. Han matado a dos guardias civiles nacidos en el 80 y en el 82; probablemente los terroristas sean todavía más jóvenes. Y caerán porque siempre caen. Entonces aparecerán otros… y así sucesivamente. No quiero ser pesimista. No todo son malas noticias en el País Vasco: la semana pasada, a propuesta del PP y con el apoyo del PSE, se declaró en el Pleno de Getxo indeseable a un antiguo etarra al que con la impunidad acostumbrada sus amigos le habían dado un recibimiento público. Pero también apareció hace unas semanas un informe del Defensor del Pueblo Vasco en el que un 15% de la juventud vasca apoya la violencia de ETA o no la condena mientras que otro 14% es indiferente. Curiosamente son quienes estudian el modelo D, todo en euskera, los más proclives a compartir los métodos de ETA. Hablamos de estudiantes de 12 a 16 años. Una década más jóvenes que los guardias civiles asesinados y, como ellos, criados en libertad. El Defensor del Pueblo reconoce que el ambiente familiar influye y mucho (no sé yo si los genes también, la ciencia no es lo mío). Pero la educación ha fracasado. El PSE, con el apoyo del PP, tiene la oportunidad de cambiar el modelo educativo. Y debe hacerlo pronto porque tardará años en que cale entre el profesorado más radical: a lo mejor no lo hace hasta que no se retiren. La tan denostada Educación para la Ciudadanía puede ser una buena herramienta: aunque sólo les repitan en clase «No matarás ni justificarás la violencia».
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