Uno (odio empezar los artículos con "uno", la próxima vez será "trino") duda que a Rajoy lo aconsejen bien sus asesores. Ayer agarró una pataleta con la prohibición de los toros en Cataluña. Tiene toda la razón cuando señala: "No se pueden anteponer cuestiones identitarias, busquedas de diferencias absurdas...". Con él el Partido Popular reitera que la prohibición no tiene tanto que ver con la defensa del animal como la de acabar con un símbolo español. También tienen razón.
Sin embargo, hace unas semanas, cuando el Constitucional les dio la razón sobre el Estatut, calló Rajoy y calló su partido. Habían ganado: las cuentas socialistas eran absurdas: da igual que se rechazaran uno, dos o cien artículos del Estatuto... Fue una victoria del PP que decidió no explotar porque sus asesores harían cálculos: "Mayoría absoluta no vamos a conseguir y necesitaremos a CIU, tal vez los nacionalistas catalanes nos necesiten a nosotros allí, así que todos contentos. Por tanto, vamos a no meter el dedo en la llaga de la sentencia contraria al Estatut". Y, sin embargo, el dedo debería haberse metido en la llaga: el Gobierno catalán comenzó a desarrollar puntos del Estatut, como el catalán como lengua vehicular, que no son válidos y que dado el poco respeto que demuestra su Gobierno por la Justicia puede que no haya marcha atrás. Frente a las relaciones bilaterales que propone el Estatut o el catalán como lengua vehicular, la prohibición de los toros no tiene importancia (aunque sí como síntoma de algo más profundo).
Hay personas que han votado en contra de los toros porque les parece cruel, pero una gran mayoría, sobre todo de ERC, lo ha hecho para borrar lo español (sólo hay que pensar que no han prohibido los correobous del sur de Cataluña: tradición taurina igual de salvaje que las corridas. Aunque los antitaurinos de esto han dicho poco). También hay voces del PSOE que critican la prohibición como Alfonso Guerra: "Que se prohiban actividades privadas por razones identitarias refleja el drama de la elite política, que sólo actúa como afirmación propia, negando la existencia de España...". Una lectora de El País se pregunta cómo puede dar el PSC libertad de voto para prohibir los toros y no para el aborto.
El mundo de la cultura en general también se ha mostrado en contra de la prohibición. Tomemos a Jaume Sisa: "Que la Generalitat de Cataluña catalanice por decreto ley la fiesta de los toro, que los toros tengan denominación de origen de la Plana de Lleida, que los toreros usen barretina, en vez de montera y que, en lugar de pasodobles, se toquen sardanas".
Se está celebrando el juicio contra uno de los asesinos de los jemeres rojos, esos izquierdistas que destruyeron las ciudades para reeducar a los ciudadanos en el campo. Una de las páginas más negras de la izquierda en este siglo. No hay que llegar a ese extremo, pero casi todos los artistas preguntados coinciden en destacar que el camino no es la prohibición. Calixto Bieito: "Qué prohibición más bestia, y eso que he ido a pocoas corridas". Aute: "Prohibir una tradición cultural es un despropósito". Agustín Díaz Yanes: "Es una tragedia para Cataluña y para todos aquellos que pensamos que la libertad individual está por encima de la prohibiciones". Y así podríamos seguir.
Sin embargo, no ha ganado el catalanismo, como bien dice Savater, sino el españolismo: "El Parlamento de CAtaluña prohíbe los toros pero de paso reiventa el Santo Oficio, con lo cual se mantiene dentro de la tradición de la España más castiza y ortodoxa".
Nos limitan cada vez más con leyes antitabacos, son más represivos con sus leyes antidrogas y antidescargas, prohiben vestirnos como nos dé la gana, prohibirán las prostitutas/os (y el sexo si fuera posible), prohiben rotular carteles como te dé la gana, te pueden meter en la cárcel por llevar una bandera republicana o por criticar al Rey, no tardarán mucho en prohibir la carne roja, los dulces. ¿Una nueva Revolución Cultural como la china encabezada por el "prohibido prohibir"? Qué aburrido va a ser vivir en esta España.
jueves, 29 de julio de 2010
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