Hace un par o tres de años publicó (es decir, no publicó) El País un artículo de Fernando Savater que al final apareció en La Vanguardia. El título es de Cortázar, y la referencia es clara al propio periódico que todavía publica al único intelectual español. En Savater el tema era la postura cada vez más complaciente del periódico con los nacionalismos periféricos (y no apostar por un patriotismo constitucional que no necesita escupirse los muertos unos a otros a la cara).
Este verano estoy viviendo una situación parecida con el periódico que (aunque leo otros) elegí al poco de entrar en la Facultad de Periodismo.
No se trata que no esté de acuerdo con algunos de sus contenidos más polémicos (ni el tratamiento del Estatuo, ni la condena a Israel sin que condenen las violaciones de los derechos humanos, mucho más graves, de los países musulmantes, ni sus portadas de la memoria histórica...): es un ejercicio muy sano disentir del periódico que sientes más cercano. Pero de un tiempo a esta parte me sorprende la importancia que le dan a temas que estrictamente son del corazón o de una clase alta que uno espera encontrar más en ABC (que regalan una revista del corazón los sábados que conforme me la dan, la tiro, pero por lo menos la separan del periódico ordinario, no lo ensucia el corazón). Hoy, por ejemplo, en El País aparece un artículo sobre Saint Tropez y sus ricos, ayer o anteayer, página completa de Penelope Cruz y Bardem (su boda, no una película), el cotilleo sobre los príncipes también abunda, su dominical lleva representando desde hace años los peores vicios de la socialdemocracia: es un suplemento para pijos que fingen que no lo son. Menos mal que ayer daban cuenta del concierto de Patti Smith en Murcia y una entrevista con la marciana Nina Hagen; un día antes Jacinto Antón escribía sobre los kamikazes...
El País tiene a su izquierda, y como mayor representante de la izquierda sensacionalista a Público, que le quita lectores jóvenes. Sólo falta que ahora regale los sábados el Hola para las abuelitas... y ya va tocando el suplemento religioso, aunque claro éste no será católico, sino abierto a todas las religiones.
En fin, todo es degeneración, en la acepción de Ambrose Bierce en su Diccionario del Diablo: "Menos admirable que sus antepasados. Los contemporáneos de Homero eran notables ejemplos de degeneración; hacían falta diez de ellos para alzar una roca o promover un motín que cualquier héroe de la guerra troyana habría alzado o promovido con facilidad".
0 comentarios:
Publicar un comentario