Se despide Guti del Real Madrid y de la Liga Española: en los últimos tiempos de jugadores mediocres con gran potencia física solamente veía al Madrid cuando él jugaba. Por un pase suyo, por un control, como ocurre con Iniesta, merecía la pena ver más partidos. Parecía que iba a llenar el hueco de Laudrup, que no necesitaba para nada el fútbol español a Zidane teniéndolo a él. Pero no fue así, aunque su palmarés (y su importancia en esos títulos, salvo en la Copa de Europa) tenga más méritos de los que le hayamos dado.
"Maldito" es el adjetivo que más se ha utilizado, junto a otras palabras como genio e incomprendido. Yo me quedo con la de maldito: hermoso y maldito era su juego, como esos héroes de Fitgerald, que deambulaban entre la necesidad de beberse de un trago la vida y el hastío que irremediablemente produce un mundo mediocre.
Marca le dedica 14 páginas hoy: la única que merece la pena, por la que me he comprado este periódico después de decidir no volver a hacerlo (Eduardo Inda es el peor director español de la historia) ha sido por el artículo de Segurola. Nada nuevo, ha hablado tantas veces de él que quizá debería escribir un libro.
En el País lo entrevista Eleonora Giovio (buena periodista pero lo entrevista demasiado pronto: demasiado interesada por saber si realmente quería o no irse del Madrid).
Hoy es Raúl quien se despide.
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