Uno de los artículos de Vargas Llosa en su Sables y Utopías recuerdo que me molestó sin tener por qué. Quizá por mi mayor desconocimiento de la realidad sudamericana de los 70 y 80 que de la europea. Explicaba en él que a la Dictadura Militar (1976-1983) le precedió una democracia a la que atacó cruelmente la extrema izquierda, los montoneros.
Es ahora Tzvetan Todorov, cuyas credenciales para los progresistas imagino serán más válidas, quien escribe en el País: Un viaje a Argentina, unas reflexiones muy interesantes.
Sobre memoria histórica e historia: "una sociedad necesita conocer la Historia, no solamente tener memoria. La memoria colectiva es subjetiva: refleja las vivencias de uno de los grupos constitutivos de la sociedad; por eso puede ser utilizada por ese grupo como un medio para adquirir o reforzar una posición política. Por su parte, la Historia no se hace con un objetivo político (o si no, es una mala Historia), sino con la verdad y la justicia como únicos imperativos. Aspira a la objetividad y establece los hechos con precisión; para los juicios que formula, se basa en la intersubjetividad, en otras palabras, intenta tener en cuenta la pluralidad de puntos de vista que se expresan en el seno de una sociedad. La Historia nos ayuda a salir de la ilusión maniquea en la que a menudo nos encierra la memoria: la división de la humanidad en dos compartimentos estancos, buenos y malos, víctimas y verdugos, inocentes y culpables".
Sobre la represión argentina y la que podría (habla de probabilidades) haber generado la extrema izquierda: "el genocidio camboyano mató al 25% de la población. La represión argentina, el 0'01%".
Sobre el terrorismo de Estado: "Tampoco estoy sugiriendo que la violencia de la guerrilla sea equiparable a la de la dictadura. No solo las cifras son, una vez más, desproporcionadas, sino que además los crímenes de la dictadura son particularmente graves por el hecho de ser promovidos por el aparato del Estado, garante teórico de la legalidad. No solo destruyen las vidas de los individuos, sino las mismas bases de la vida común. Sin embargo, no deja de ser cierto que un terrorismo revolucionario precedió y convivió al principio con el terrorismo de Estado, y que no se puede comprender el uno sin el otro".
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