El toro de Osborne de Santa Pola, por SAM3 |
El subtítulo "Crítica de 35 años de cultura española" explica solo en parte el objetivo de este libro colectivo que pretende: a) como indica, una crítica a la cultura española -también económica y política- que se ha forjado desde la Transición (con mayúscula) y b) el futuro fuera del consenso de la Cultura de la Transición a raíz del 15M y sus antecedentes que desgrana Amador Fernández-Savater.
"La relación del Estado con la cultura en la CT es la siguiente: la cultura no se mete en política -salvo para darle la razón al Estado- y el Estado no se mete en Cultura -salvo para subvencionarla, premiarla o darle honores. Parece una relación civilizada, de padres divorciados pero enrollados. Pero es, básicamente, una relación intrínsecamente violenta", explica Guillem Martínez, inventor del concepto CT.
Los productos culturales huyen de las zonas de riesgo y el artista que se atreve resulta repudiado, no tanto por el Estado (resulta algo más sutil, aunque no tanto), sino por los medios que evitan hablar de ese arte "no cohesionador, problemático". Este primer capítulo de Guillem Martínez contiene un interesante epígrafe "Sí, pero" y otro "La CT y su primo el de Zumosol" donde se advierte la evidente creatividad de la derecha española en materia cultural y cómo la izquierda oficial actúa a la contra, ejemplo: la defensa del Ministerio de Cultura.
A continuación: "La CT: un cambio de paradigma" de Ignacio Echevarría, uno de los autores más nombrados por los otros participantes de este libro (aquí se da tanto el colegueo como entre los autores paradigma de la CT, que se casan entre ellos, escriben en los mismos medios, reciben parecidos premios...), como ejemplo de los límites a los que la crítica cultural se ve sometida: en su caso una mala crítica a una novela de Bernardo Atxaga, que fue publicada por El País, acabó en su ostracismo debido a que la editora de Atxaga, Alfaguara, pertenece al mismo grupo que el periódico. Con Ignacio Echevarría he conocido un artículo al parecer famoso, La cultura, ese invento del Gobierno, de Sánchez Ferlosio.
"El objetivo de la CT, su obsesión, es la "cohesión". Su idea de la cohesión es que todos y cada uno aceptemos identificarnos con el papel que nos toca: la política es cosa de los políticos; la comunicación es materia de los media; la palabra autorizada es un privilegio de intelectuales y expertos; las alternativas marginales son lo propio de los movimientos sociales; y, finalmente, la guerra de todos contra todos es la ley secreta de la sociedad. La CT se autojustifica como un árbitro necesario en esa guerra social", escribe Amador Fernández-Savater en "Emborronar la CT (del "No a la guerra" al 15-M)", donde detalla movimientos como el No a la guerra (2003), En ese tren íbamos todos (2004), No vas a tener casa en la puta vida (2006), Libertad en la red (2009) y (hasta la fecha) Nosotros no somos antisistema, el sistema es antinosotros (2011).
"Un mes en el que la CT enfermó", por Gonzalo Torné, recoge cómo se vivió el 15M en los medios de comunicación tradicionales: "Los periódicos han mantenido su doble rasero explicativo hasta límites colindantes con la esquizofrenia, liberando para el discurso no CT columnas de opinión y redacciones locales, y manteniendo en la CT la crónica y los editoriales".
Pep Campabadal escribe sobre CT y política: "hay zonas castigadas por el pressing catch practicado por los dos partidos que se turnan en el poder como en los días entrañables de la Restauración, en la oposición de los nacionalismos conservadores, o en las singularísimas relaciones entre la patronal y los sindicatos, a los que les ha ido mejor la vida estos años". Luego están las reivindicaciones que los antifranquistas pospusieron "momentáneamente" (república, autodeterminación, los antidemocráticos derechos históricos y la antidemocrática monarquía, juzgar los crímenes políticos de los vencedores...) para encontrar ese "punto medio":
La ideología económica en la CT la explica Isidro López: "Los equivalentes españoles del neoliberalismo atlántico tienen un perfil bastante diferente al de la señora Thatcher o Ronald Reagan. La tarea de dos tecnócratas criados por los rivales del Opus Dei, los jesuitas, Carlos Solchaga y Miguel Boyer, válidos de Felipe González en el campo económico, no pudo consistir en desarticular un Estado de bienestar que existía en versiones muy atenuadas en España [...] El centro de su actividad política fue el desmantelamiento de lo que había sido el motor económico español y mundial, durante la fase anterior y que, por cierto, también había sido el motor del conflicto social: la industria". Para, una segunda fase, desmantelada la industria y España como centro europeo de turismo y la burbuja inmobiliaria, la diferencia fue que aquí: "los salarios seguían bajando, las condiciones laborales deteriorándose y, cada vez más, el acceso a la riqueza inmobiliaria, la vivienda, tenía que hacerse a unos niveles de endeudamiento más altos".
En "Libertad sin ira: qué fue de la crítica literaria (y cualquier otra) en la CT" Carolina León se marca un capítulo muy interesante (de hecho hasta el firmado por Jordi Costa "CT y Cine: la inclemencia intangible" todos resultan sugestivos, a partir de este el nivel de las colaboraciones, algunas mejores, otras peores, pero cae mucho). La crítica mainstream se ha regido por:
"-Leemos preferentemente lo que viene avalado por un gran premio.
-Aceptamos tímidamente narrativas sobre la memoria histórica, pero no nos planteamos demasiado el presente.
- Son bienvenidas las traducciones e importaciones de otras literaturas, valgan las europeas, estadounidenses (un furor) o latinoamericanas, que nos han valido para hablar de conflictos, abusos y problemas que no eran los nuestros..
-Condenamos al olvido a todos los escritores previos de nuestra tradición salvo, básicamente, a los de la Generación del 27.
- Nuestra Transición es modélica y somos la mar de libres; el enemigo del presente, único y vil, es Eta (y nos tocará ver cómo hay quien no puede vivir sin ETA)".
David García Aristegui analiza la SGAE, "un Ministerio de Cultura en sombra" y Víctor Lenore escribe sobre la música silenciada por la CT: "la Cultura de la Transición no se define por los grandes himnos que triunfaron en esos años, sino por todos los géneros que los emporios de la comunicación han conseguido dejar fuera de juego. El bakalao se cubrió en la sección de sucesos [...] Los madrileños Camela fueron ninguneados durante años por la prensa y la industria, seguramente porque sus discos reflejaban una España muy poco fashion, cool y europea [...] El rock radikal vasco fue menospreciado en bloque como la bada sonora de los cachorros de ETA, a pesar de una enorme base social fuera de Euskadi [...] El repudiado reggaeton, que lleva una década atronando en los extrarradios, ha merecido muchos insultos y casi ningún reportaje". Asimismo escribe sobre política y música: sobre si el indie es un género de derechas y la distinta acogida que pudo tener el Matar a Castro de los Hombres G y el Explota Zerdo de Soziedad Alkoholica; los festivales de verano "el SOS de Murcia agita la bandera de la sostenibilidad, a pesar de venir apoyado por la comunidad autónoma que más destaca por sus desarrollos urbanos desatados y la obsesión por los campos de golf", el cantar en inglés sobre todo en la década de los 90, o la anglofilia y el desprecio a la música de los países pobres (aquí cabe un matiz importante: la música de los países pobres -¿qué es ya España?- sí nos llega pero primero tiene que "descubrirla" algún productor de éxito como Diplo o Dj Rapture, quien sobre el fenómeno cumbia se sorprendió de que los hipsters locales la despreciaran hasta que las revistas anglosajonas decidieron que era cool).
Punto y aparte: Jordi Costa escribe una maravilla "CT y cine: la inclemencia intangible. Una aproximación a la obra crítica y cinematográfica de j.l.i.". Aunque no les interese el libro, traten de leer ese capítulo: incisivo, provocador, divertidísimo...
A continuación los capítulos "La CT como marco", de Guillermo Zapata, "La CT y la cultura digital", de Raúl Minchinela", "La CT y su posible pervivencia en internet", de Carlos Acevedo y la "CT y el humor", de Miqui Otero, me parecen muy pobres en comparación con los anteriores.
Calidad que se recupera con "La CT y la igualdad, ese invento del Gobierno", de Irene García y Silvia Nanclares, y con "CT: ¿para olvidar qué olvido?, de Belén Gopegui. Entremedias, un tanto ridículo "La CT y yo" y, porúltimo un apéndice de titulares de broma y otro de escritores, políticos, historiadores, periodistas... premiados por sus compadres de la CT.
En conclusión: una crítica, quizá no excesivamente matizada (pero por qué habríamos de conformarnos con el "punto medio" del que escribe Pep Campabadal) de la Transición y, por contra, una excesivo entusiasmo en el 15M y "los movimientos sociales que no son movimientos sociales". A mis 32 años no había visto, es cierto, un movimiento como el 15M: existió un momento de máximo consenso en el país con el asesinato de Miguel Ángel Blanco y de mayor desunión tras el atentado de Atocha, pero los dos respondieron a factores externos: el 15M a mí se me hacía impensable. Y la lástima es que los autores que más han tratado sobre el futuro de estos movimientos que pretenden acabar con la cultura del pacto y el conchabeo que heredamos de la Transición escriban los artículos menos interesantes de CT o la Cultura de la Transición.
Al final del libro en el apartado "Sobre los autores" la clave de la edad: excepciones como la de Ignacio Echevarría o Belén Gopegui, ambos de los 60, o Pablo Muñoz y Miqui Otero, ambos de los 80. El resto nació en los estertores del franquismo o durante la Transición, siendo muy jóvenes para participar en la Transición. De ahí su ataque: ni votaron la Constitución, ni el referendo de la OTAN, ni la entrrada en la Unión Europea... De ahí también la defensa de la Transición que han podido realizaron otros autores que sí participaron en ella, como recientemente Santos Juliá o Carmen Iglesias. Sobre el desencanto en la Transición mientras esta se producía, una obra maestra que no dejo de recomendar: El mono del desencanto de Teresa M. Vilarós: Miguel Espinosa, los Panero, Ocaña, Triunfo, Zulueta, Lidia Falcón...
Podría resultar interesante otro libro como este en el que un economista joven y otro ya anciano escribieran cada uno sobre los Pactos de la Moncloa, por ejemplo, o la música de la Movida o el rock vasco.
Aunque no debamos confundir valor con precio, sus 5 euros lo hacen asequible incluso a quien encuentre interés en alguno de los artículos. En mi caso, me gustaría que Guillem Martínez, Pep Campabadal, Isidro López y Carolina León ampliaran los suyos. Y también me han gustado los de Ignacio Echevarría, Amador Fernández-Savater, Gonzalo Torné, David García Aristegui y Víctor Lenore.
Y esa maravilla de Jordi Costa y su j.l.i., este último, su alter ego, escribe en su Diccionario inclemente del Cine Español: Alejandro Amenábar: el sueño húmedo de la CT hecho realidad. Un cineasta apolítico, inodoro e insípido. pero tremendamente exportable. Un modelo a seguir para coetáneos y sucesores: la precisión técnica como perpetuo salvapantallas para camuflar la evidencia de un conjunto vacío, una pantalla plana en el sentido más espiritual de la expresión" o "Juan Antonio Bardem: del gesto revolucionario de darle un Mundo Obrero al landismo al gesto (más) revolucionario de darle un papel protagonista a Mar Flores".
Y Guillem Martínez: "Los grandes éxitos de la literatura CT son inexportables. Su única función y su única vida es local. No es lo mismo Cercas o Muñoz Molina -CT- que Ruiz Zafón o Pérez Reverte - el mercado-. Un consumidor de libros de mercado internacional se quedaría pajarito con unos y satisfaría la inversión de compra con los otros".
PD. La excepcional fotografía de portada (aunque en blanco y negro) pertenece al caravaqueño SAM3. La pintó en Santa Pola.
Matar a Castro de Hombres G
Explota Zerdo de S.A
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