"La estadística total del recorrido de la expedición, ida y vuelta, es de doscientas quince etapas, mil ciento cincuenta parasangas, o lo que es lo mismo, treinta y cuatro mil doscientos cincuenta y cuatro estadios. El tiempo empleado entre el trayecto entre ida y vuelta es de un año y tres meses", así termina la Anábasis (o mejor: lo termina quien dividió el relato de Jenofonte en siete libros).
La Anábasis [Ascensión], la expedición al interior del Imperio persa, por parte de los griegos (10.400 hoplitas; 2.500 peltastas), siguiendo al príncipe Ciro para derrocar a su hermano, el legítimo Rey de Persia (si bien Jenofante niega que conocieran que este fuera el objetivo), cobra interés, cuando muerto Ciro, el Rey decide vengarse y hostiga a los griegos en el difícil camino de regreso.
Jenofante contrapone claramente griegos y bárbaros (aunque entre los griegos existan muchísimas disensiones): "De este modo, nunca nadie podrá decir que yo, tras conducir a los griegos a tierras bárbaras, los traicioné y preferí la amistad de los bárbaros", dice Clearco. Un auténtico choque de civilizaciones (como ya escribí sobre la película 300: aquí post) antes de que durante un tiempo se convirtiera en una construcción de moda (los griegos queman aldeas, mutilan a los persas muertos para infundir temor, cometen pederastia... en este "nosotros" y "ellos" no existen buenos como en la versión moderna de la Historia).
Jenofante actúa como un periodista empotrado (en palabras del periodista Miguel Ángel Aguilar) de los que acompañaron a los soldados norteamericanos en la conquista de Iraq (el protagonista de la serie Generation Kill), pero también como un periodista de viajes (describe comidas, bebidas, animales, ríos... aunque no llega al exceso de Estrabón, creo, que cuenta a sus lectores que el semen de los etiopes es blanco), además da lecciones de estrategia militar y de cómo arengar a las tropas cuando escasea el dinero (los griegos, no hay que olvidarlo, son mercenarios): "será grato tener una hazaña valiente y hermosa que narrar sobre los hechos que hoy acaezcan y poder dejar memoria de uno mismo entre aquellos que queremos que nos recuerden" porque los capitanes griegos dependen de su capacidad de convicción ante asambleas "democráticas" donde se decide qué camino tomar (y Jenofonte, en su propio relato, se muestra como un maestro -cuando le critican- de darle la vuelta a las palabras de sus críticos y volver a congraciarse con sus tropas, prestas en principio a dejarse convencer por cualquier otro orador).
Y así ha sucedido. El historiador militar Victor Davis Hanson, en Guerra: el origen de todo (post anterior mío), se pregunta: "si Tucídides y Tácito son los grandes historiadorse de la Antigüedad, ¿por qué la onda expansiva de la Anábasis sigue siendo más perceptible después de dos mil quinientos años de literatura occidental? La respuesta es que, a pesar de la brutalidad de los Diez Mil, de la de Alejandro en el Indo, de la de Hernán Cortés cuando quemó sus naves en Veracruz, Jenofonte, junto con Arriano y Bernal Díaz, capta el deseo de algo grande, de algo heroíco contra toda probabilidad que, por muy tenebroso que sea, todos llevamos dentro".
Pocos párrafos tan importantes en la literatura europea como este del Libro IV de la Anábasis: "A medida que los gritos se hacían más intensos y cada vez más próximos, y dado que, poco a poco, la gente que llegaba se iba sumando a los queno apraban de gritar, de forma que cuantso más acudían mayor era el vocerío, Jenofante pensó que ocurría algo especialmente grave, por lo que, subiéndose a su caballo, tomó consigo a Licio y al cuerpo de caballería y acudió en su auxilio; de repente, oyeron a los soldados proferir un grito que corría de boca en boca: "¡El mar, el mar!". En ese instante, la retaguardia entera echó a correr hacia allí, azuzando también a las bestias de carga y a lso caballos. Cuando se hallaron en la cima, todos comenzaron a abrazarse entre sí, incluidos estrategos y capitanes, con lágrimas en los ojos".
1 comentarios:
Después de leer su entrada, me da la impresión que usted no ha leido la Anábasis de Jenofonte.
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