Este año fue el del metal en el Primavera Sound (aunque los grupos jevis
sean una mínima parte de la oferta del festival barcelonés): Harvey
Milk, Melvins, Orthodox, Liturgy, Sleep, Wolves in the Throne Room,
Napalm Death y Mayhem… noticia que ha sorprendido y agradado a más de
los que yo esperaba.
Cómo
se planifica un festival: pongamos el caso de que el organizador
recuerda el éxito de Motorhead (fue hace tanto que no sé la fecha) o que
es dado a meterse en páginas feisbu del tipo: “modernos que se creen
heavies por llevar una camiseta de los Maiden”. Ya digo: me extraña el
revival metalero pero ya tocaba y confío en que les funcione el
invento. Pero, dado que los heavies han salido orgullos del
armario, por qué los reggaetoneros no reclamamos nuestro propio espacio,
nuestro lugar en el sol.
El Primavera Sound no se olvida del reggaeton ni del kuduro ni de la cumbia electrónica estilo Bomba Estereo. Pero actúa como esa pareja de novios que miran a derecha e izquierda para darse un beso. Así, a últimas horas de la noche, cuando la química ha hecho su efecto, colocan a un pinchadiscos (no Dj Coco, cualquiera otro) que acaba escupiendo música para “el roce de tu cuerpo”, que cantaría Platero (referencia que sobra).
¿No ha llegado el momento de que nos cedan a los reggaetoneros nuestro propio espacio para, de seis de la tarde a seis de la mañana, desfogarnos a gusto? No solo Tego Calderón y los (“no, no somos reggaeton”) Calle 13. Tírenle señores organizadores al reggaeton comercial de Miami: Pitbull, Don Omar, Wisin y Yandel. Anímense. Aunque huela igual el sudor de las reggaetoneras que el de los metaleros, molan más los movimientos de caderas de ellas que ese empujarse o agachar la cabeza y moverla mientras puede acabar la melena del de tu derecha en tu ojo.
El Primavera Sound no se olvida del reggaeton ni del kuduro ni de la cumbia electrónica estilo Bomba Estereo. Pero actúa como esa pareja de novios que miran a derecha e izquierda para darse un beso. Así, a últimas horas de la noche, cuando la química ha hecho su efecto, colocan a un pinchadiscos (no Dj Coco, cualquiera otro) que acaba escupiendo música para “el roce de tu cuerpo”, que cantaría Platero (referencia que sobra).
¿No ha llegado el momento de que nos cedan a los reggaetoneros nuestro propio espacio para, de seis de la tarde a seis de la mañana, desfogarnos a gusto? No solo Tego Calderón y los (“no, no somos reggaeton”) Calle 13. Tírenle señores organizadores al reggaeton comercial de Miami: Pitbull, Don Omar, Wisin y Yandel. Anímense. Aunque huela igual el sudor de las reggaetoneras que el de los metaleros, molan más los movimientos de caderas de ellas que ese empujarse o agachar la cabeza y moverla mientras puede acabar la melena del de tu derecha en tu ojo.
¿No
sería divertido ver a todos los metaleros muertos de envidia mientras
observan a los reggaetoneros y piensan “mierda, toda mi vida muriendo
por el rock y descubro que esto es más divertido, mucho mas golfo”?
La vida debería ser golfear, y, como no entiendo el cerebro de un organizador de festivales, por si acaso voy a regalarle a mis cincuenta (cuarenta, treinta, veinte, venga: diez) mejores amigas por si existe manera de crear tendencia para 2013. “Orgullo reggaetonero”, será la mía.
La vida debería ser golfear, y, como no entiendo el cerebro de un organizador de festivales, por si acaso voy a regalarle a mis cincuenta (cuarenta, treinta, veinte, venga: diez) mejores amigas por si existe manera de crear tendencia para 2013. “Orgullo reggaetonero”, será la mía.
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