“Bueno ya es oficial, tengo que prostituirme o traficar...”, el que comienza así un comentario en Facebook es un caravaqueño, padre de familia. Debajo una fotografía en la que se ve el dinero que paga al Ayuntamiento por el impuesto de bienes inmuebles. “Menuda vuelta al cole”. Abundan las quejas en estas fechas por la subida del IBI: los 869’12 euros en 2013 por un solar suben a 970’48 (el 11’66%) en 2014, un ejemplo entre tantos.
Otro comentario que leí anteayer: “me acabo de gastar 666 euros en libros escolares y me he endemoniao”; luego el añadido: “y todavía no he comprado el material escolar”.
El paro que aumenta, los sueldos que se mantienen o bajan mientras el IBI se desboca y algunos ayuntamientos, una herramienta para la movilidad (llanamente: “que no dejes tu coche aparcado en la Gran Vía toda la maldita mañana”) como la zona azul la utilizan en exclusiva para sanear las arcas. Y a la zona azul se le suma la verde y, adivina adivinanza, con qué color nos despertaremos mañana. ¿Qué puede hacer el ciudadano que excluya el vender drogas, prostituirse o emigrar y que ya comienza a hartarse de soltar toda la frustración y rabia que acumula en redes sociales?
En Caravaca de la Cruz la Asociación de Comerciantes y Hosteleros presentó el jueves 4 los resultados de su campaña de recogida de firmas en contra de la zona azul.
¿Quedará allí la protesta? No debería. A las puertas de unas elecciones municipales, el gobernante teme una manifestación desprovista de ideología a la que se sumarían muchos de quienes le votaron en las anteriores.
La manifestación podría ir acompañada de la creación de una plataforma ciudadana con objetivos no demasiado ambicioso: votar al partido (o a los partidos) que se comprometa a suprimir la zona azul; no subir el IBI o crear otros impuestos con los que exprimir a quien ya no le queda más que dar (sobre todo si disminuye el dinero en su cartera pero no advierte mejora en los servicios municipales). El primer partido que haga suya las propuestas de este movimiento vecinal obligaría al resto a sumarse o incluso a subir la mano.
Un compromiso, recogido por la televisión local -así nos desayunaremos con sus palabras cada día de los cuatro años de mandato-, en el que juren, prometan, firmen con sangre, bolígrafo o pluma que quitarán la zona azul (o, si ese es su color, dejarán las aceras pintadas de azul pero sin cobrar por aparcar) y que no subirán los existentes o crearán nuevos impuestos.
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