En el Oeste, zarzaparrilla; en el negro y en la comedia sofisticada todo tipo de licores, todo tipo de cocktails. Tan de la mano tragos y cine como humo y cine.
De José Luis Garci (al que apenas he seguido como cineasta tras El abuelo y que, pensar en él es tararear Momento Garci del Señor Mostaza) siempre me ha interesado en sus escritos sobre cine (Morir de cine; Bebe de cine; Latir de cine... publicados por Nickel Odeon, revista imprescindible que funcionó hasta el año 2003) y la introducción que realizaba antes de cada película en Qué grande es el cine y el coloquio una vez finalizada (además cómo olvidar, por citar de memoria, que en su programa por primera vez vi Fresas salvajes, Jennie, El fantasma y la Sra. Muir, Vértigo...).
Beber de cine es uno de esos libros que publicó Nickel Odeon y que comienza con la famosa respuesta de Bogie (en portada, no con Ingrid, sino con Lauren) en Casablanca al mayor Strasser: ¿Profesión? Borracho.
Diez cócteles con alcohol y uno "sin" y cada cocktail el recuerdo de una o varias de películas, de actores, pero más de actrices y directores, de hoteles y bares ya míticos... Un libro que me sirvió de guía para preparar los primeros cócteles con Harry: aunque tras el segundo cocktail nos resultará imposible atinar con las medidas exactas.
Del Bloody Mary que te mece en tu resaca a la Caipirinha que le recuerda los ojos verdes en Ava Gardner en Mogambo; al Daiquiri de la Bodeguita; el Dry Martini -y son palabras mayores- porque conoce a expertos como Alfredo Landa o Luis Buñuel (la bala de plata, llama a este cocktail); o al Gimlet que solo puede saber a género negro desde que en El largo adiós era la bebida favorita de ese amigo de Marlowe...; el Gin Fizz, que tomaban para desayunar las estrellas de Hollywood trasladadas a Las Vegas: Frank Sinatra y sus amigos; Manhattan, Margarita, el Negroni que lo lleva a la Roma de Audrey Hepburn y Gregory Peck; el Whiskey Sour y, por último, el San Francisco, ese cocktail "sin" que tomaban las chicas de su generación.
Un libro y un autor que, en palabras de Manuel Alcántara (prologuista) que suscribo, "escribe como habla y habla como bebe, con precisión y con alegría... Hay que brindar por este libro. Varias veces".
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