viernes, 19 de diciembre de 2014

Por el bien del Imperio. Una historia del mundo desde 1945, de Josep Fontana

Rara vez he encontrado la cita que encabeza un libro resuma de modo tan exacto el contenido de éste como la de Tucídides que abre "Por el bien del Imperio. Una historia del mundo desde 1945", terminado por Josep Fontana en 2011.

El autor, señala en la Introducción, que su obra nace de una preocupación personal: averiguar por qué no se cumplieron las promesas escritas en la Carta Atlántica de 1941, fecha en que él era un adolescente.
Su objetivo último no es una nueva historia del siglo XX (o de parte de él) ni tampoco una nueva visión de la Guerra Fría hasta la caída del comunismo, aunque gran parte de las más de mil páginas del libro de Josep Fontana se dedican a este enfrentamiento y los respectivos bloques, donde el autor se muestra más crítico con Estados Unidos y sus dirigentes que con los soviéticos, en el sentido de que mantiene que Stalin ni sus sucesores tenían un proyecto de hegemonía mundial: primero, porque conocían sus debilidades, segundo porque estaban convencidos de que el sentido de la historia llevaría a su victoria  ("No se puede entender la política de Stalin en estos años si se olvidan su fe en la superioridad a largo plazo del socialismo y su esperanza de que la situación mundial podía cambiar por la subida al poder a través de mecanismos parlamentarios de unos partidos comunistas que, por lo menos en Europa, habían abandonado hacía mucho cualquier tentación revolucionaria").

Su objetivo final es explicar la actual crisis económica y el subdesarrollo de buena parte de la humanidad, no como producto de decisiones tomadas en las últimas décadas, sino como un plan concebido desde Truman hasta Obama para explotar al resto del mundo y a las clases obreras de su propio país a la par que destruían el Estado del bienestar europeo y el ejemplo que representa. Aunque el proceso se acelerase durante la presidencia de Carter cuando se produce lo que Paul Krugman denominó "la gran divergencia" ("el periodo de 1945 a 1975 había sido en el conjunto de los países desarrollados una etapa en que un reparto más equitativo de los ingresos había permitido mejorar la suerte de la mayoría. Esta tendencia se invirtió en los años setenta, al producirse la crisis económica). Explica Josep Fontana: "fue así Carter, y no Reagan, quien puso fin a una larga época de política reformista favorable a las capas populares y a los trabajadores que se había prolongado desde Roosevelt hasta Johnson como un objetivo de gobierno propio de los demócratas, y que tanto Eisenhower como Nixon habían respetado". Durante su presidencia el empresariado ganó dos batallas legislativas: la que libraron contra la creación de una Oficina de representación de los consumidores y el proyecto de Labor law reform que se presentó en 1977. En esa época el Congreso había una mayoría demócrata. De esos tiempos, las palabras del dirigente sindical Douglas Fraser antes de dimitir: "creo que los dirigentes de la comunidad empresarial, con pocas excepciones, han escogido desencadenar una guerra de clases unilateral (...) contra los trabajadores (...) y contra buena parte de la clase media". Y antes otras que nos llevan a agosto de 1971 cuando Lewis Powell escribió su "Memorándum confidencial". "No deberíamos desdeñar la acción política, mientras aguardamos el cambio gradual en la opinión pública que debe lograrse a través de la educación y la información. El mundo de los negocios debe aprender la lección que hace tiempo aprendieron los sindicatos y los grupos de intereses. La lección de que el poder político es necesario: que este poder debe ser asiduamente cultivado y que, cuando convenga, debe utilizarse agresivamente y con determinación".

Josep Fontana se centra en el Imperio y en su política exterior (también interior) más que en la del resto de países si nos en la política impuesta por el Imperio, aunque trata también de explicar en la segunda parte (si hiciéramos el corte en el capítulo donde narra los comienzos de la gran divergencia) por qué "el modelo construido en Europa como fruto de siglo y medio de luchas sociales podía ser definitivamente destruido. Algo que no había conseguido ni siquiera el fascismo".
Echo de menos, en cambio, mayores datos sobre esas democracias populares que no llegaron a desarrollarse atacadas por ambos bloques: Chile, Checoslovaquia, Polonia, Cuba... el ejemplo que da: las brigadas internacionales que lucharon en España y que a su vuelta a sus países fueron perseguidas, daba igual que estos fuesen capitalistas o comunistas.
Destaca en este libro por encima de todo la coherencia con que desarrolla lo que anuncia, no solo en la introducción sino también en la cita de Tucídides que lo encabeza, no debe extrañarnos que encuentre justificación o comprensión a las políticas de Stalin, Jrushchov o Brezhnev (cuando intervienen en uno de los países del Pacto de Varsovia lo hacen obligados), algo que no ocurre con los presidentes del Imperio. Sorprende sin embargo la falta de empatía que exhibe para con algunas víctimas frente a otras, que fueron muchísimas más y que no han encontrado quien cante sus dolores, aún así desagradan frases como ésta: "la atención que se dedicó a la "tragedia" de la secuestrada Ingrid Betancourt,  (...) personaje de vida política más bien pintoresca, que incluye episodios como el reparto de condones por las calles (...) cuando su suerte política fue salvada por su secuestro por las FARC". A esto se añade su decisión respecto a la forma de ordenar la amplísima bibliografía: hay notas a pie de página y la bibliografía al final del libro pero sin numerar: en el caso de Ingrid Betancourt, por ejemplo, algunas afirmaciones de su cautiverio suponemos que se han extraído de un artículo de Simón Romero en el New York Times (27 de febrero de 2009); sin embargo, cuando escribe sobre Jorge Castañeda, encontramos el artículo de éste citado pero no de dónde ha obtenido Fontana la información de que Castañeda, cuando se declaraba amigo de Fidel Castro en el pasado, ya era un agente a sueldo de la CIA.
Cierro la reseña de un libro muy recomendable, ambicioso como pocos escritos en España sobre historia universal, con la cita que lo abre:
"Porque sabéis tan bien como nosotros que la cuestión de la justicia, tal como van las cosas en este mundo, se plantea entre los que son iguales en poder, mientras que los fuertes hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben. (...) Estamos aquí por el bien de nuestro imperio y lo que os vamos a decir es para la salvación de vuestro país, porque queremos ejercer nuestro dominio sin causar ningún trastorno y que os salvéis, tanto por vuestro interés como por el nuestro". Tucídides. Historia de la guerra del Peloponeso v, 17.




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