Aprobaban esa noche el Plan Parcial del Roblecillo -cada semana se aprobaba un plan o la modificación de un plan parcial; o se presentaba un convenio urbanístico en algún restaurante de Caravaca (saladitos y cerveza, pagaban los promotores: al final pagaron a escote los caravaqueños), o en el salón de plenos del Ayuntamiento convertido en taberna (saladitos y cerveza, pagaban los promotores: al final pagaron a escote los caravaqueños).
Esa noche cerrábamos edición del periódico y, mientras le echábamos el último vistazo antes de enviarlo a la imprenta, tomábamos Romu López y yo un bocadillo apresurado en el Círculo, que entonces regentaba Fernando.
Mal cenábamos nosotros; y cenaban allí los cuatro parroquianos habituales, a los que, una vez concluido el pleno en el que se aprobaba el Plan Parcial del Roblecillo, se unieron veinte o treinta deportistas altos como torres y decenas de archiveleros que pensaban que esa noche en la votación del Ayuntamiento y en los próximos años con la urbanización prevista en Archivel se jugaban el pan de hoy y el de sus hijos.
Con la victoria en el bolsillo -los promotores de entonces compraban equipos de fútbol o al que compraba equipos de fútbol-, uno de ellos -de los empresarios forasteros de Golden Sky- sacó la cartera e invitó a todos -nos invitó a todos-.
No tengo apenas recuerdo de su cara; cuando rememoro la escena se me aparece como un personaje de Kiko Veneno -fajo de billetes en la mano-, más que de Berlanga o de Valle Inclán, aunque esta fuese la España del esperpento; se me viene a la memoria como aquel de "Mañana se casa mi hija, todo el mundo está invitado a mi boda", y sé que no le hago justicia a Kiko Veneno ni a un edificio tan sagrado para los laicos como un Ayuntamiento porque ahora me lo imagino también en el mercedes blanco llegando a la feria del ganado.
Fue la época del Roblecillo, la de saladitos y cerveza para muchos, la de grandes millonadas para poquísimos, la de poder omnímodo en forma de elecciones ganadas por goleada para otros -España entonces se expresaba con símiles futbolísticos.
Para muchos: saladitos y cerveza para ayer, hambre para hoy.
Fue la época del Roblecillo,aunque hubo decenas de Roblecillos más o igual de disparatados en la comarca del Noroeste. Una época que se podría definir con el párrafo que terminaba un artículo publicado en El Noroeste sobre la imputación del Alcalde de Caravaca y varios de sus concejales: "las irregularidades observadas ponen en tela de juicio las actuaciones urbanísticas y administrativas llevadas a cabo por el Ayuntamiento en los últimos años".
Hubo decenas de Roblecillos igual o más de disparatados, escribo, pero me recuerda Romu López que ninguno fue tan descabellado como El Roblecillo; ningún promotor urbanístico firmó una nota como la que Golden Sky envío a los medios de comunicación (aquí completa):
"En cuanto a la generación de empleo, la puesta en marcha de ‘El Roblecillo’ va a suponer, durante el período de construcción, la creación de aproximadamente 28.500 puestos de trabajo (17.800 directos y 10.700 indirectos), de los que 7.000 se crearán en la primera fase".
No se construyó una urbanización llamada El Roblecillo, ni en ella un campo de golf.
Entonces, qué nos queda de aquellos años, de la época de los Roblecillos, si ahora mismo desconocemos qué ocurrirá con nuestro Alcalde y nuestros concejales, gran parte de ellos imputados: cicatrices en el paisaje, ninguna tan evidente como la herida del auditorio (en la época del Roblecillo, la de los saladitos y la cerveza gratis para el pueblo; la de que el pueblo pagase a escote la deuda -en Caravaca en cinco años ha aumentado de 17 a 35,3 millones- cada pueblo vecino (rival) quería poseer su propio auditorio, ya que los pueblos pequeños se comportaban como nuevos ricos, justo como promotores que patrocinaban exposiciones de Campillo o exponían Mirós en el lavabo).
Quedan las cicatrices, imborrables ya en el paisaje... y la deuda, que se paga a escote.
Faltan esos 28.500 puestos de trabajo prometidos por la empresa... por la empresa, pero (recuerda el que fuera portavoz socialista en la época del Roblecillo, Jesús López) en cada rueda de prensa, a los empresarios, les acompañaba el alcalde o un concejal para vender la bondad del producto: ellos, cuyas caras sí conocían los caravaqueños y en cuyas promesas creían.
Qué más queda en Caravaca de los años del Roblecillo (¿llamarán los futuros historiadores a esta época la del Roblecillo?); y valga como resumen -fragmentario, quizá injusto- tanto de este 2014 que ha acabado con la imputación del alcalde y parte de sus concejales, como de estos años de gobierno:
De los 28.5000 puestos de trabajo prometidos por una empresa, Golden Sky, mientras concejales caravaqueños del PP asentían, y con su asentimiento despejaban las dudas que albergaban muchos caravaqueños, quedan dos millones de euros que se traducen en la mejora de acerados y jardines, también en mejoras en accesos, un aparcamiento en pedanías... eso es lo que se decidió en el último pleno del año 2014 con el dinero que recientemente se recibió de El Roblecillo (dos millones ahora, cerca de dos millones y medio antes: sobre los cinco se espera recaudar) para "salvar" la legislatura. Fue el último acto de servicio, la última carga del Equipo de gobierno actual: se reciben dos millones de euros, se gastan antes de que lleguen las elecciones municipales y el gasto sea visible.
A un lado de la balanza: Más de treinta imputados, una deuda aumentada de 17 a 35,3 millones en cinco años, la promesa incumplida de 28.500 puestos de trabajo, la pérdida de la ilusión de los caravaqueños en sus políticos...
En el otro lado, cerca de dos millones de euros en arreglos de calles y jardines... y quizá, sólo quizá, la pérdida de la ingenuidad en política de la ciudadanía.
Los años del Roblecillo en Caravaca de la Cruz.
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