viernes, 27 de marzo de 2015

Historia de las Utopías, de Lewis Mumford

Lewis Mumford (1895-1990) concibió Historia de las utopías (publicada en español por Pepitas de Calabaza ed.) en febrero de 1922 y envió el borrador definitivo a su editor en junio, así lo narra en el Prefacio, escrito en Armenia en 1962: "Tan desafortunada celeridad explica el carácter incompleto y la superficialidad de este estudio, pero también su oportuna brevedad".

Para Lewis Mumford dos son las ideas positivas derivadas de las utopías: en primer, lugar, el hecho de que cualquier comunidad "posee, además de sus instituciones vigentes, toda una reserva de potencialidades, en parte enraizadas en su pasado, vivas todavía aunque ocultas, y en parte brotando de nuevos cruces y mutaciones que abren el camino a futuros desarrollos"; la otra "es es la idea de totalidad y equilibrio que, como ha demostrado la ciencia biológica, son atributos esenciales de todo organismo".
Lewis Mumford explica que él no tiene ni pretende exponer al final del libro su propia utopía "no tengo una utopía privada. Si la tuviera tendría que incluir las utopías privadas de muchos otros hombres y los ideales realizados de muchas otras sociedades, pues la vida aún contiene demasidas potencialidades como para ser abarcadas or los proyectos de una sola generación, o por las esperanzas y creencias de un solo pensador", aunque se refiere al papel que representa el artista en el mundo.
En esta obra, con un espíritu más comprensivo que Macaulay ("prefiero un acre de tierra en Middlexses a todo un  principado en Utopía"), expone "las debilidades esenciales de esta tradición" que comienza en la Grecia clásica (surgen en periodos de violencia y desorden, de grandes cambios) y abarca hasta la actualidad con otro tipo de utopías o mitos sociales, que Lewis Mumford llama Casa Solariega y Coketown y a las que las que la utopía nacional ha enlazado "La principal preocupación de la utopía nacional consiste en apoyar al gobierno central, pues el gobierno es el guardián del territorio y del privilegio. [...] al enfatizar la importancia de estas preocupaciones e insistir constantemente en los peligros de la rivalidad con otras utopías nacionales, el Estado traza un puente entre la Casa Solariega y Coketown y persuade a los trabajadores de esta última de que tienen más en común con las clases que los explotan que con otros grupos en una comunidad más reducida.".
Coketown, la Casa Solariega, la utopía nacional, y demás utopías sectarias del XIX que encerraron su problema en compartimientos como la política o economía, su principal problea es que "pasaron del papel a la realidad". Sin embargo, éste es el final del enasayo.
Antes, y sin una pretensión de exhaustividad, desarrolla algunas que divide en utopías de escape y utopías de reconstrucción. Mientras las primeras dejan el mundo tal como es; las segundas tratan de cambiarlo de forma que podamos interactuar con él en nuestros propios términos. En estas últimos es en las que se centra: Platón, Tomás Moro, Cristianópolis de Johann Valentin Andreae (una utopía que le gusta), Campanella y Bacon a los que tiene poco aprecio (titula su capítulo: "De cómo Bacon y Campanella, utopistas de gran reputación, son poco más que réplicas de los que les precedieron"),  las utopías del industrialismo: Fourier, Owen, Buckingham... Étienne Cabet, Icaria.... hasta aquí le lleva su investigación de la literatura sobre commonwealths ideales.
De forma somera, Lewis Mumford explica el tamaño que debe tener esa commonwealth, si está pensada por una sociedad agrícola e industrial, qué opinan de la división del trabajo, el papel de la mujer, la educación, guerra y esclavitud... y acabas descubriendo (o empiezas: solo hay que leer lo que Platón pensaba en La República y las Leyes) que muchas de las utopías de libertad para uno pueden ser cadenas para

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