En 1903, en la Rusia de los zares, se publicó Los protocolos de los sabios de Sión, la "supuesta" trascripción de las conversaciones de unos judíos que pretendían hacerse con el control del mundo. Como explica Peter Novick en Judios, ¿vergüenza o victimismo? El Holocausto en la vida americana, la mención del término «antisemita» inhibe la crítica de la política israelí o de la alianza entre Estados Unidos e Israel. Los autores de El lobby israelí y la política exterior de Estados Unidos (John J. Mearsheimer y Stephen M. Walt) se ven en la obligación de dejar testimonio cada dos o tres páginas de su apoyo a la existencia de Israel como Estado, lo que no encuentran son argumentos estratégicos ni morales para que la política exterior estadounidense se confunda con la israelí en Palestina, Líbano o Irán, por citar tres ejemplos.
Que esto sea así se debe a la existencia de un lobby (una coalición flexible en la que participan desde organizaciones judías estadounidenses hasta sionistas cristianos, es decir, aquellos que creen que, antes de el advenimiento definitivo de Jesucristo, los judíos deben habitar Tierra Santa, aunque al final su destino sea convertirse o morir, pasando por los neocons) que trabaja con igual eficacia entre los políticos demócratas y los republicanos, en la Casa Blanca y en ambas cámaras de representantes. «El resultado de las políticas y posturas adoptadas por Estados Unidos no beneficia ni al interés nacional estadounidense, ni a la seguridad a largo plazo, de Israel». Antes de explicar de qué manera influencia el lobby la política estadounidense, los autores ejemplifican con la primera Guerra del Golfo la importancia decreciente de Israel como aliado: amenazado como estaba por los misiles de Sadam, los norteamericanos se comprometieron a defenderlo a condición de que no tomara represalias porque si no se hundiría la frágil coalición que había formado con los países árabes. Según los autores, y el sentido común: «El valor estratégico ha ido decayendo de manera continua desde el final de la Guerra Fría […] Respaldar incondicionalmente a Israel contribuye a convertir a Estados Unidos en objetivo de los extremistas radicales y le hace parecer insensible e hipócrita a ojos de muchas terceras partes, incluyendo los aliados europeos y árabes». Tampoco los autores opinan sobre el conflicto se trate de un enfrentamiento entre «israelíes virtuosos» y «árabes malvados» ni que apoyar a Israel sea la voluntad divina, es más, manejan encuestas en las que la tan cacareada relación especial entre los dos países no sale tan bien parada: «Los sondeos demostraron [durante la guerra de Líbano, en 2006] que algo más de la mitad de la población consideraba que Israel era igual o principalmente responsable de la guerra, y al menos en dos de los sondeos se demostró que más de la mitad de los encuestados afirmó que Estados Unidos no debería ponerse ni de uno ni de otro bando». Quien leyera los periódicos en esas fechas, sabe que no ocurrió así, y la respuesta se encuentra en la importancia del lobby israelí, que no es un conciliábulo o una conspiración, actúa como otros lobbies: «Lo que lo diferencia del resto es su extraordinaria eficacia». Pensemos por un momento en el lobby del petróleo, para muchos ciudadanos el causante de la última guerra de Irak: pero lo cierto es que al lobby del petróleo (aunque una vez finalizada firmaran ventajosos contratos) no le interesaba una guerra y mucho menos el embargo económico al que estaba sometida Irak o el actual a Irán. Todavía puede haber quien crea que Israel lucha las guerras de Estados Unidos, sin embargo, nos quedamos con las palabras del artífice de la victoria en la Guerra de los Seis Días, Moshe Dayan: «Nuestros amigos estadounidenses nos ofrecen dinero, armas y consejos. Tomamos el dinero, tomamos las armas y rechazamos el consejo». No sólo no luchan por Estados Unidos, según los autores: «Los intereses de Israel y de Estados Unidos nunca han sido iguales y las políticas actuales de Israel están en contradicción con el interés nacional de Estados Unidos y también con algunos de sus valores. Por desgracia, durante estos últimos años la influencia del lobby y su perspicacia en las relaciones públicas ha desalentado a los líderes estadounidenses en el seguimiento de políticas en Oriente Próximo que hubiesen salvaguardado los intereses del país y protegido a Israel de sus peores errores».
P.D. «Si el peso de un país se mide por su grado de influencia en los acontecimientos, la superpotencia no es Estados Unidos, sino Israel», diario El País.
PD1. En youtube con subtítulos en español un documental (por partes: hay seis: unos cincuenta minutos) sobre el artículo que dio pie al ensayo.
Maurice Joly, autor del panfleto antisemita que inspiró los Protoclos |
P.D. «Si el peso de un país se mide por su grado de influencia en los acontecimientos, la superpotencia no es Estados Unidos, sino Israel», diario El País.
PD1. En youtube con subtítulos en español un documental (por partes: hay seis: unos cincuenta minutos) sobre el artículo que dio pie al ensayo.
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