sábado, 4 de julio de 2009

Refundar la izquierda: el manifiesto Waterland

«Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista. Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar. ¡Proletarios de todos los Países, uníos!». No hace falta nombrar a los autores: cuando era joven se me erizaba el vello en la piel al leerla. La izquierda real sueña en esta crisis económica con un Marx redivivo pese a que éste falseó la mayoría de los datos de sus obras y plagió, con estilo, eso sí, todo lo que pudo (léanse el magnífico Intelectuales del cotilla Paul Johnson). La izquierda oficial española creó la Fundación Ideas para el Progreso que, como por otro lado la FAES, de lo que más adolece curiosamente es de ideas (el socialismo español, ni en sus comienzos, dio intelectuales. Es más, no tuvo una buena relación con la intelectualidad de la época, como escribe Juliá en Historia de las dos Españas).


Años antes de esta crisis aparecieron dos manifiestos que pasaron prácticamente inadvertidos en nuestro país: el Manifiesto Waterland holandés (hacia una alternativa social-individualista) y el Manifiesto Euston (por una renovación de la política progresista). Más reciente aún, tras su derrota electoral, los laboristas ingleses buscan caminos para enterrar la Tercera Vía.
Hablaré de Waterland, que asegura que el individualismo puede combinarse muy bien con el reparto de riqueza, que la izquierda ha obtenido grandes logros en el siglo XX como el derecho a voto y el sistema educativo universal. Pero advierte: «El total de las facilidades colectivas del estado del bienestar trajo prosperidad individual, emancipación y desarrollo, pero también creó una actitud dependiente, consumista y egocéntrica».
Asimismo el manifiesto aboga por la responsabilidad individual, tanto del nativo como del recién llegado y dice de este último dos frases rotundas: «El que escoja venir a Holanda es en primer lugar responsable de adquirir los conocimientos y las destrezas básicas que son necesarias para ser autosuficientes». Y: «El nuevo culturalismo quiere ofrecer herramientas al individuo para que pueda liberarse de las comunidades culturales y religiosas que sean demasiado pesadas».
Su síntesis entre socialismo y liberalismo:

"Waterland quiere poner en marcha un cambio en el espectro de la  política progresiva, por medio de una reconciliación entre socialismo y liberalismo acorde con los problemas de nuestro tiempo. Para ello nos inspiramos tanto en las tradiciones individualistas dentro del socialismo democrático como por las tradiciones sociales del liberalismo. Esta marca de fábrica, a la que llamamos social-individualista, la elegimos de una forma abierta y flexible, llenos de curiosidad tanto hacia nuevas historias y formas de pensar, como a retos y a contrargumentos que nos ayuden a definir cada vez mejor la formación de nuestras ideas".

En la España del último socialismo, teníamos un Presidente cuyo filósofo favorito era un francés al que no habían traducido al castellano (lo que no supone un problema para un presidente tan ducho en idiomas) y cuyo credo político era el socialismo libertario que imagino lo leería en alguna de esas camisetas tipo "la imaginación al poder" le gustó y lo dijo.
En la España del nuevo socialismo, que parece igual al último, Rubalcaba se definió como socialista liberal. Ayer Santiago González, en El Mundo, en un artítulo titulado Un líder en un Skoda escribía "El PSOE lo que se está jugando de verdad es quién se queda los restos del naufragio". Lo deseable sería que, además de quién va a cobrar del Estado los cuatro u ocho años que estén en la oposición, preparen una renovación del socialismo que nada tenga que ver con la de estos ocho años: un Gobierno cada día más represivo, con políticas sociales pretendidamente igualitarias, unas leyes que hacen recaer en el acusado la necesidad de demostrar su inocencia y una sumisión total a la banca...


La izquierda tiene que volver a inventarse a si misma. Las antiguas respuestas de izquierdas a los problemas de hoy en día no son ya satisfactorias. Ya no sirve tampoco adoptar, aunque sea a regañadientes, soluciones de la derecha. La izquierda no solo ha perdido el poder, también está contra las cuerdas en el debate intelectual.
Y entre tanto, el holandés se está convirtiendo en un desarraigado en su propio país. Sufre bajo una liberalización irreflexiva, una política beligerante  un gran sentimiento de inseguridad. A esto se le añade que las decisiones políticas de  hoy representan deuda que habrá que pagar en el futuro. Es el momento para que la izquierda elija la ofensiva.
Para ello, la izquierda tienen que volver a definir sus ideales de libertad, igualdad y solidaridad. La izquierda tiene que enriquecer la relación entre individualismo y formación de comunidad. También tiene que transformar en una fuerza positiva lo que en este momento es tensión entre diversidad cultural e identidad colectiva.
La Fundación Waterland se ha fundado con este objetivo. Waterland es un thinktank independiente, llamado así por el lugar donde los participantes se reunieron por primera vez. Waterland quiere poner en marcha un cambio en el espectro de la  política progresiva, por medio de una reconciliación entre socialismo y liberalismo acorde con los problemas de nuestro tiempo. Para ello nos inspiramos tanto en las tradiciones individualistas dentro del socialismo democrático como por las tradiciones sociales del liberalismo. Esta marca de fábrica, a la que llamamos social-individualista, la elegimos de una forma abierta y flexible, llenos de curiosidad tanto hacia nuevas historias y formas de pensar, como a retos y a contrargumentos que nos ayuden a definir cada vez mejor la formación de nuestras ideas.
El individualismo-social es una ¨mejora` de la izquierda del liberlalismo-social donde cada uno de los ideales de libertad de opinión, democracia y solidaridad se están radicalizando. Hay un mercado para esta mezcla de ideas. Jan Marijnissen [1]opina que el liberalismo social es una contradicción. Nosotros queremos mostrar que el liberalismo puede y debe socializarse y que la economía de mercado no es sólo de derechas. En cambio, Van Aartsen [2] y Dittrich[3] opinan que el liberalismo es social por naturaleza y que por lo tanto no tiene que inclinarse a la izquierda. Nosotros queremos, al contrario, salvar el liberalismo de la derecha, porque ¨por naturalezaº  fácilmente desarrolla tendencias antisociales. Esta ambición nos sitúa al otro lado de la ¨derecha tradicional¨: el liberalismo conservador y el nacionalismo cultural de Wilders[4], la Fundación Burke[5] y los fortunistas.
¨Socialismo para llegar al individualismo¨ según el clásico eslogan de Jacques de Kadt. A primera vista una paradoja imposible. Pero justamente es la combinación de los ideales de la libertad de elección individual y la justicia social la que crea un equilibrio que neutraliza sus lados oscuros. Al contrario de Bos[6], quien no se quiere aún llamar a si mismo un socialista-liberal, nosotros mantenemos que el individualismo puede  combinarse muy bien con las tradicionales ambiciones de la izquierda de repartir la riqueza y que incluso, lo presupone.
La defensa de Halsema[7] de un liberalismo de izquierda progresivo  es interesante, pero aún carece de una realización institucional. Tanto Groen Links (Verdes) como el PvDA están perseguidos por una forma de pensar en la comunidad propio del CDA[8], una forma de pensar que no se equipara bien con las comunidades ¨ligeras¨  en las que quieren invertir los social-individualistas.

        La izquierda solo se puede reinventar a si misma si mira tanto hacia delante como hacia atrás. La herencia de la izquierda es tan negativa como positiva. El proyecto social-demócrata del siglo XX ha conseguido grandes éxitos. La legislación social y el derecho a voto universal convirtieron al asalariado en un ciudadano asertivo. Un buen sistema educativo, accesible a todos,  ha hecho posible la emancipación y la dignificación  del pueblo. Los idea  les clásicos de izquierdas de igualdad y democratización se han llevado a la práctica. La izquierda debe estar orgullosa de esto.
                Pero la izquierda no ha sido lo suficientemente crítica con su lado oscuro y con los efectos perversos que sus propios ideales han tenido sobre la libertad de elección, el crecimiento personal  y el anticonformismo. Durante demasiado tiempo la izquierda ha abrazado una imagen del ser humano optimista y utópica en la que se ha negado y se ha subestimado en exceso el mal en el mundo. El total de las facilidades colectivas del estado del bienestar trajo prosperidad individual, emancipación y desarrollo pero también creó una actitud dependiente, consumista y egocéntrica. Al individuo emancipado le salieron dos caras bien distintas. Creía que se las podía arreglar por si mismo y que ya no necesitaba de  la comunidad. Algunas de las consecuencias de este individualismo descontrolado es el vandalismo, el incivismo, la codicia desmesurada y la picaresca. Esto, sin embargo, no significa el fracaso del individualismo como tal sino que justamente reafirma la necesidad de la socialización.
                La  izquierda solo podrá elaborar un nueva historia si es capaz de hacer balance de esta herencia contradictoria. La izquierda no debe renunciar a sus ideales de libertad, igualdad y solidaridad pero debe definirlos de nuevo sin olvidar la  relación entre las tres premisas. La libertad de elección y las posibilidades de crecer como  persona  siguen siendo lo principal. Pero esto presupone igualdad en la libertad de elección: la libertad de uno no puede existir a costa de la libertad del otro. La solidaridad hace esto posible. Dicho de otra forma: se trata de libertades igualitarias para todos  y de los grupos que son necesarias para realizarlo.
                Realizar libertades igualitarias exige que los que tienen más posibles den una parte de su libertad material a los  que tienen menos. Aquí sigue siendo válido el eslogan de Den Uyl [9]sobre un reparto más equitativo de conocimientos, ingresos y poder. Hay que criticar más seriamente el  enriquecimiento descarado en los altos mandos de las empresas, de los servicios del estado y de los medios de comunicación, ¿por qué tiene que ganar alguien más de diez veces el salario mínimo?.
                Por otra parte, todo individuo tiene que comprender que su libertad existe gracias, y solo gracias a la comunidad. Incluso el ciudadano con más talento necesita la comunidad para defender sus posesiones materiales e intelectuales (patentes y derechos de autor) del robo, de las violaciones de contrato y los desastres naturales- para mencionar algunas de las amenazas que acechan una sociedad moderna. La libertad del individuo encuentra sus límites donde perjudica el interés de la comunidad. Resumiendo: la libertad es el objetivo pero la libertad para todos exige igualdad en la posibilidad de elección y esto solo se puede realizar con un reparto solidario de los recursos materiales, políticos y culturales.

Responsabilidad propia para todos
La solidaridad es el vehículo para llevar a cabo libertad igual para todos. Una renovación progresiva de este ideal fuerza a la izquierda a ser clara sobre la relación entre la responsabilidad de los individuos hacia la sociedad, la responsabilidad por su propia vida, y la responsabilidad del colectivo por la calidad de vida de todos.
                ¨Responsabilidad propia¨ no es un concepto de la derecha. La izquierda tiene que darle nuevo significado al término. El actual estado benefactor crea formas de dependencia, apatía y una actitud exigente que no encajan con el ideal de la independencia individual. La derecha manipula cualquier tipo de referencia a la responsabilidad propia para eliminar cualquier forma de solidaridad colectiva. Los débiles provocan irritación. Parece que ya no existan, se dejan de definir. Cada uno tiene el destino que se ha ganado y si es un destino adverso, es por su propia culpa. Pero lo que se puede adscribir exactamente al destino y lo que es el resultado de la voluntad propia, elección o mérito depende de las definiciones que se usen y por lo tanto es un ingrediente para el debate y la lucha política.
                Hay que tomar a la gente en serio y apelar a sus propias posibilidades. Dentro del límite de sus posibilidades se encuentra su propia responsabilidad. Los progresistas aducen que todos- no solo los fuertes, ricos y famosos- son capaces de tomar responsabilidad por su propia vida. Para cualquiera de nosotros el respeto a uno mismo es esencial para mantener una `buena vida` y ,por lo tanto,  la sociedad tiene que favorecer que todos podamos valernos por nosotros mismos. La sociedad actual es aún una cruel lotería que se presenta como lo contrario de lo que es: como una meritocracia justa. El que no pueda cuidar de si mismo tiene que poder soportar que la sociedad se cuide de él.
                La relación entre oportunidades y circunstancias sociales es irrefutable: educación, escuela, barrio y el mercado laboral son factores relevantes para las oportunidades de cada individuo. Pero el características personales de cada uno también aumentan las posibilidades de éxito: honradez, integridad, fidelidad, valentía, empatía y  humor. La derecha relaciona sobretodo la formación del carácter con el orden y la disciplina y niega la relación entre carácter y circunstancias sociales. A la izquierda le toca, por lo tanto, la tarea de darle un significado a la ¨solidaridad¨ de forma que todo el mundo tenga la posibilidad de desarrollar estas virtudes ciudadanas y este sentido de comunidad y, lo más importante, que sea capaz de llevarlas a la práctica.



Capitalismo de izquierda: prosperidad duradera
La autocomplacencia neoliberal afirma que la historia ha terminado y que el capitalismo ha conseguido la victoria final. Pero este primer puesto que el capitalismo liberal ha conseguido es solo aparente. Además, el liberalismo y el capitalismo están divididos entere derecha e izquierda, es decir, una variante social y otra asocial. Hay mucho más espacio para opciones políticas y una gestión alternativa de lo que creen muchos en la izquierda misma. En este sentido es desastroso que la izquierda no tenga ya una historia económico-social propia. Hay un gran vacío en el lugar donde uno esperaría encontrar un análisis crítico de las actuales relaciones político-económicas. El fracaso de la crítica socialista tradicional ha llevado, prácticamente, a una aceptación total de este sistema, que solo permitiría correcciones marginales para hacer la economía más eficiente. Sin embargo, insistimos en que hay espacio para una reforma drástica y una democratización del actual sistema capitalista.
                Los dos componentes básicos, la propiedad privada (de capital) y el mecanismo de mercado no dependen tanto el uno del otro como piensan los críticos de izquierdas. Es posible socializar aún más la posesión de capital (por ejemplo, con reparto de ganancias y acciones entre los empleados), sin que la dinámica del mercado y la competitividad se vean afectados. La dinámica del mercado no es lo mismo que la privatización. Los mercados dinámicos son mucho más importantes para la capacidad innovadora del sistema capitalista y , por lo tanto, para el crecimiento de la  prosperidad que la búsqueda de ganancias a corto plazo tan característico de los actuales mercados de acciones. El modelo suave de empresariado europeo, basado en la confianza y la colaboración, ofrece, en este contexto, más perspectivas que el modelo duro anglosajón que según los políticos y  managers neoliberales es la  panacea.
                La voluntad unívoca de privatizar socava principios básicos de ordenación como la posesión de capital colectiva, colaboración y confianza, todos ellos más adecuados para eliminar problemas sociales. Para ello hay que distinguir con precisión dónde y cuando la dinámica de mercado es conveniente o cuando puede tener efectos perjudiciales. Las fuerzas erráticas de la oferta y la demanda puede que funcionen bien en el mercado del pan, de los juegos de ordenador o de las aspiradoras pero no son válidas para el ¨mercado¨ de la sanidad, seguridad y educación. Un mercado libre, dejado a su aire, se convierte fácilmente en una selva donde solo sobrevive el más fuerte. Según el terreno del que se trate la oferta y la demanda ha de limitarse, dirigirse, modificarse o, donde fuera necesario, eliminarse.
                La izquierda se diferencia cada vez menos de la derecha en la aspiración crecimiento económico. También la izquierda espera solucionar problemas sociales gracias al crecimiento de la economía. El mantenimiento de la naturaleza y el medio ambiente es una condición para el desarrollo económico. La izquierda debe sustituir la premisa del crecimiento económico por la premisa de la prosperidad duradera.
En primer lugar el crecimiento económico desenfrenado no es justificable ante nuestros hijos y ante las generaciones actuales en zonas vulnerables. Estamos agotando los recursos naturales, con la contaminación del planeta estamos poniendo en peligro la calidad de vida e incluso la vida misma. Si todos emulamos el estilo de vida del americano medio, la vida en el planeta dentro de poco será insostenible. En segundo lugar, el aumento de la prosperidad material aporta poco más al bienestar y a la felicidad- el rendimiento marginal de un euro extra es cada vez menor. La recuperación de la economía no va a disminuir los atascos [10], no va a solucionar las carencias de la sanidad y la educación, no va a eliminar la escasez de buenas viviendas. En cambio, la izquierda al fomentar la idea de que el aumento de ingresos va  a poner todo esto al alcance de todo el mundo,  lo que está haciendo es colaborar al  rat race,  al estrés, a las ambiciones frustradas y a la disminución de la alegría de vivir.



Individualización del multiculturalismo
La libertad individual, que es la base de nuestra visión de la política de izquierdas, está determina y  limitada por las comunidades de las que formamos parte. La libertad de uno finaliza donde se perjudica el derecho a la libertad del otro. Esta premisa define también la visión de la izquierda en el tema de la integración. Los recién llegados tienen que poder vivir en la sociedad holandesa como individuos autónomos. Esto requiere, no sólo los conocimientos y destrezas necesarios para poder encontrar y mantener un trabajo, sino que además requiere que el recién llegado asimile los principios del estado de derecho. Lo cual no significa que los códigos sociales no sean susceptibles de cambio.
                Esta premisa no confluye en el rechazo, tan en boga en este momento, del ideal multicultural, sino que nos lleva a un mejor definición del individualismo-social. El antiguo multiculturalismo y el relativismo cultural partían del hermetismo, la dignidad y la incompatibilidad de las comunidades culturales. El nuevo culturalismo ya no cree en el concepto ¨integración conservando la identidad propia¨. El nuevo culturalismo quiere ofrecer herramientas al individuo para que pueda liberare las comunidades culturales y religiosas que sean demasiado pesadas. En muchos casos esto querrá decir: ¨integración conservando la crisis de identidad propia¨. Tiene que haber más respeto para las acrobacias mentales que tienen que hacer los hijos de emigrante, contemporizando diferentes lealtades, y hay que respetar las identidades dobles, a veces híbridas que emergen de este doloroso proceso.
                 Al igual que en otras cuestiones los factores socio-económicos son aquí también inseparables. El asesinato de Van Gogh por un fanático religioso integrado subraya el fracaso de la exigencia de asimilación en la cultura que tanto se oye ahora. Solo a base de suficiente seguridad material y oportunidades sociales, el recién llegado puede aprender a gestionar las inseguridades culturales lógicas en una sociedad tolerante, abierta y  pluriforme. En este sentido también hay que trabajar para conseguir un islam europeo, individualista y liberal que rompa con la rígida forma de pensar de comunidad fundamentalista y con la arcaica relación entre hombre y mujer que reina en este pensamiento.

                El que escoja venir a Holanda es en primer lugar responsable de adquirir los conocimientos y las destrezas básicas que son necesarias para ser autosuficiente. Cuando un emigrante tiene el permiso de entrada, la sociedad tiene que ofrecerle todas las oportunidades para conseguir una posición digna en nuestra sociedad. Esto quiere decir: atajar desde el principio la discriminación y la marginalización. Es crucial darse cuenta que la integración viene de dos partes: es imposible que el emigrante se integre en la sociedad si ésta no le acepta como igual. Esto significa compartir el poder y el espacio en el dominio público, en el político y en el cultural y aceptar que la identidad ¨holandesa¨ no es fija sino que es susceptible de cambio.

Waterland no ofrece respuestas a todas las cuestiones sociales. Ni los conservadores pueden ofrecer una visión hermética del  mundo en un momento en que en todas las partes del globo, y a todos los niveles, están desapareciendo las fronteras un proceso. Lo que antes estaba fuera, está ahora dentro. Lo que antes era extraño es ahora nuestro. La globalización pone a la izquierda ante un gran reto. La izquierda tiene que buscar respuestas modernas para inspirar un nuevo vínculo entre  la libertad de elección individual con la responsabilidad colectiva. Para estas nuevas ideas y para esta nueva historia de la izquierda Waterland quiere ser un escenario un vivero y una pista de aterrizaje.

Paul de Beer, Farhad Golyardi, Menno Hurenkamp, Marcia Luyten, Jelle van der Meer, Pieter Pekelharing, Dick Pels, Dylan van Rijsbergen en Ellen Walraven.


[1] Secretario general del SP, el partido socialista, comparable a Izquierda Unida en España.
[2] Secretario general del VVD, partido liberal de derechas. Comparado con el PP son, en lo social, progresistas.
[3] Secretario general del D66, un partido liberal cuyo caballo de batalla es conseguir la democracia directa en todos los aspectos de la vida política.
[4] Wilders es un disidente de los liberales (VVD) quien ha empezado un partido político bajo su nombre. Su programa se basa en la exclusión de Turquía de la UE y la neutralización del Islam en Europa
[5] Un thinktank neoliberal, en gran parte subvencionado por los EEUU.
[6] Secretario general del PvDA, equivalente al PSOE.
[7] Secretaria general de Groen Links, los Verdes.
[8] CDA es el  partido de la democracia cristiana.
[9] El secretario general de los socialistas en los sesenta, principal arquitecto del actual estado del bienestar.
[10]  Espectaculares desde hace diez años.

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