En los últimos meses de 2005 apareció un estudio encargado por el Instituto de la Juventud (hay posteriores de este y diversos temas en la página del Injuve). Preguntaron a mil doscientos jóvenes de entre quince y veinticuatro años sobre política. Un treinta por ciento contestó que no tenía ningún interés. Si le sumamos los que se interesan regular o poco, nos encontramos con que seis de cada diez jóvenes rechazan la política. Esos jóvenes, claro, reconocen no tener información, aunque una gran mayoría tampoco la quiere. Ven la política, en este orden: primero como algo aburrido, después indiferente, muchos desconfían de los políticos. Sólo aproximadamente un seis por ciento siente entusiasmo.
Sin embargo, casi el ochenta por ciento vota. O votará cuando cumpla la edad. Porque lo consideran un derecho, un deber o para que no gane el contrario. La ideología se encuentra en cuarto lugar. Sólo los menores de dieciséis años la sitúan en el primero (mucha litrona, mucho rock subversivo). Conforme tienen más edad, sube el porcentaje de quienes consideran el voto como un deber y no sólo como un derecho.
Entre los que han decidido no votar, las razones son claras: desinterés por la política en general, por el partido ganador en particular, por la corrupción de los políticos, etc. Teresa M. Vilaros escribió El mono del desencanto para hacer una crítica cultural de la Transición. Retrata personajes que no se encuentran cómodos con la nueva democracia española, con el capitalismo tardío que florece en España a partir de los sesenta. Sin embargo, la gran mayoría de los españoles vota. Ahora es cuando realmente se produce un desencanto de la política o de los políticos, aunque sean los jóvenes los últimos en mostrar el cinismo de lo mismo dan unos que otros (los hunos y los hotros que decía Unamuno).
Aproximadamente, un treinta por ciento de los jóvenes españoles se considera de centro. Y casi el mismo porcentaje de izquierdas. Los que se dicen de extrema izquierda y de derechas ocupan un tanto por ciento similar. La extrema derecha apenas está representada.
Como no podía ser de otra manera, la televisión es el medio que informa a estos jóvenes. Mientras que Internet, todavía no demasiado extendido, es el que consideran más útil.
Hay un mito que debe romperse: el de los jóvenes alejados de la política tradicional que se refugian en asociaciones y ONGs. Sólo el veintiséis por ciento pertenece a asociaciones. Y de ese tanto por ciento, casi la mitad lo es de alguna deportiva. Entre las que suponen un mayor compromiso encontramos primero las estudiantiles, luego las benéficas, seguidas de las políticas y las ecologistas.
El trabajo y la vivienda son sus mayores preocupaciones. Aunque también se movilizarían para acabar con la guerra. En los últimos lugares, apenas con porcentaje, aparecen quienes temen que se rompa la unidad de España, los que defienden su religión y los que temen que el fenómeno de la inmigración acabe con sus trabajos. Como curiosidad (o no tanta), los católicos practicantes son los que más temen la ruptura de España, en cambio se preocupan menos por la redistribución de la riqueza o por la mejora de los servicios públicos.
Quienes han realizado el estudio, cruzando las respuestas han encontrado cinco tipos de jóvenes: el más numeroso lo formarían los indiferentes, después le seguirían dos grupos, escépticos y de partido en la misma proporción. Por último, los proactivos y los apolíticos.
En palabras de Eusebio Megías, el coordinador de este estudio: «Los indiferentes son contrarios a la preocupación por estar al tanto de la actualidad; rechazan estar interesados en encontrar una forma de participar; y tampoco creen que sea posible informarse, por la manipulación interesada de los medios. Sin embargo, tampoco critican esta manipulación; ni se oponen o critican a las ONGs; simplemente no les interesa lo que se traigan entre manos». Quienes se encuentran entre los indiferentes conforme crezcan llenarán las filas de los apolíticos.
Los escépticos se muestran, como tales, respecto a políticos, medios de comunicación y ONGs, pero también sobre que exista alguna posibilidad real de cambiar la sociedad.
Los proactivos defienden la necesidad de participar en política, consideran que la actualidad forma parte de su día a día. A diferencia de los de partido lo hacen con argumentos de fondo, no tanto para defender unos determinados intereses.
Para terminar, siete de cada diez jóvenes son partidarios de la libertad individual para decidir en temas como eutanasia y aborto. Tres de cada diez justifican los actos de vandalismo, las agresiones a las autoridades. También aumentan los partidarios de la pena de muerte.
Quieren que se mejore el estado del bienestar y que se proteja a ciertos colectivos como ancianos, enfermos y niños. Sin embargo, no ven bien las ayudas a los pobres. Si tuvieran que reducir impuestos, lo harían en cuestiones relativas a ley y orden, pero también quitarían ayudas a colectivos marginales como drogadictos, presos y alcohólicos. El porcentaje de los que ayudarían a terceros países y los que no, están igualados. En cambio, casi todos los jóvenes muestran actitudes xenófobas con los extranjeros en España. Y, por último, aunque consideran muy importante el ocio y el tiempo libre, no muestran interés por las actividades recreativas que les proponen ayuntamientos o administraciones.
Sin embargo, casi el ochenta por ciento vota. O votará cuando cumpla la edad. Porque lo consideran un derecho, un deber o para que no gane el contrario. La ideología se encuentra en cuarto lugar. Sólo los menores de dieciséis años la sitúan en el primero (mucha litrona, mucho rock subversivo). Conforme tienen más edad, sube el porcentaje de quienes consideran el voto como un deber y no sólo como un derecho.
Entre los que han decidido no votar, las razones son claras: desinterés por la política en general, por el partido ganador en particular, por la corrupción de los políticos, etc. Teresa M. Vilaros escribió El mono del desencanto para hacer una crítica cultural de la Transición. Retrata personajes que no se encuentran cómodos con la nueva democracia española, con el capitalismo tardío que florece en España a partir de los sesenta. Sin embargo, la gran mayoría de los españoles vota. Ahora es cuando realmente se produce un desencanto de la política o de los políticos, aunque sean los jóvenes los últimos en mostrar el cinismo de lo mismo dan unos que otros (los hunos y los hotros que decía Unamuno).
Aproximadamente, un treinta por ciento de los jóvenes españoles se considera de centro. Y casi el mismo porcentaje de izquierdas. Los que se dicen de extrema izquierda y de derechas ocupan un tanto por ciento similar. La extrema derecha apenas está representada.
Como no podía ser de otra manera, la televisión es el medio que informa a estos jóvenes. Mientras que Internet, todavía no demasiado extendido, es el que consideran más útil.
Hay un mito que debe romperse: el de los jóvenes alejados de la política tradicional que se refugian en asociaciones y ONGs. Sólo el veintiséis por ciento pertenece a asociaciones. Y de ese tanto por ciento, casi la mitad lo es de alguna deportiva. Entre las que suponen un mayor compromiso encontramos primero las estudiantiles, luego las benéficas, seguidas de las políticas y las ecologistas.
El trabajo y la vivienda son sus mayores preocupaciones. Aunque también se movilizarían para acabar con la guerra. En los últimos lugares, apenas con porcentaje, aparecen quienes temen que se rompa la unidad de España, los que defienden su religión y los que temen que el fenómeno de la inmigración acabe con sus trabajos. Como curiosidad (o no tanta), los católicos practicantes son los que más temen la ruptura de España, en cambio se preocupan menos por la redistribución de la riqueza o por la mejora de los servicios públicos.
Quienes han realizado el estudio, cruzando las respuestas han encontrado cinco tipos de jóvenes: el más numeroso lo formarían los indiferentes, después le seguirían dos grupos, escépticos y de partido en la misma proporción. Por último, los proactivos y los apolíticos.
En palabras de Eusebio Megías, el coordinador de este estudio: «Los indiferentes son contrarios a la preocupación por estar al tanto de la actualidad; rechazan estar interesados en encontrar una forma de participar; y tampoco creen que sea posible informarse, por la manipulación interesada de los medios. Sin embargo, tampoco critican esta manipulación; ni se oponen o critican a las ONGs; simplemente no les interesa lo que se traigan entre manos». Quienes se encuentran entre los indiferentes conforme crezcan llenarán las filas de los apolíticos.
Los escépticos se muestran, como tales, respecto a políticos, medios de comunicación y ONGs, pero también sobre que exista alguna posibilidad real de cambiar la sociedad.
Los proactivos defienden la necesidad de participar en política, consideran que la actualidad forma parte de su día a día. A diferencia de los de partido lo hacen con argumentos de fondo, no tanto para defender unos determinados intereses.
Para terminar, siete de cada diez jóvenes son partidarios de la libertad individual para decidir en temas como eutanasia y aborto. Tres de cada diez justifican los actos de vandalismo, las agresiones a las autoridades. También aumentan los partidarios de la pena de muerte.
Quieren que se mejore el estado del bienestar y que se proteja a ciertos colectivos como ancianos, enfermos y niños. Sin embargo, no ven bien las ayudas a los pobres. Si tuvieran que reducir impuestos, lo harían en cuestiones relativas a ley y orden, pero también quitarían ayudas a colectivos marginales como drogadictos, presos y alcohólicos. El porcentaje de los que ayudarían a terceros países y los que no, están igualados. En cambio, casi todos los jóvenes muestran actitudes xenófobas con los extranjeros en España. Y, por último, aunque consideran muy importante el ocio y el tiempo libre, no muestran interés por las actividades recreativas que les proponen ayuntamientos o administraciones.
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