Ha causado general regocijo, el
Belén desangelado en el que imagina Ratzinger el nacimiento de Jesús: ni mula
ni buey… y, la estrella que guiaba a los Reyes Magos, una supernova.
Ejercicio de higiene el del Papa
alemán al separar folclore de religión (si bien a mi abuela le insistimos en
que no se preocupara, que su Belén seguirá llevando la mula, el buey, gallinas,
cerdos y todos los animales del Arca de Noé).
Lo que ha hecho el Papa, sin
embargo, no resulta tan habitual entre laicos que se burlan de la religión por
sus supercherías y, sin embargo, ellos sacralizan la Historia.
Quien más ha hecho por desmontar
los mitos de la Península Ibérica
es el historiador Ricardo García Cárcel, reciente Premio Nacional de Historia
por la Herencia
del pasado (crítica mía aquí), donde recoge en sus ensayos el uso que las clases políticas han
hecho de la Historia.
Y de sus páginas se desprende
que, mientras los nacionalismos periféricos, aceptan una Historia llena de
folclore como si fuera la verdad revelada, pocos nacionalistas españoles creen
que el apóstol Santiago visitara y muriera en Galicia, ni que se aparezca en
las batallas…, ni tan siquiera que existiera Pelayo.
La Historia, cada vez más
deja de estar al servicio del Poder en España, mientras que su utilización
bastarda continúa entre vascos y catalanes.
Un libro fundamental, en el que
también se advierte de los riesgos de la memoria histórica o de la historia de
España fundada exclusivamente en esa trilogía sacrosanta: República, Guerra
Civil, La Transición.
0 comentarios:
Publicar un comentario