Carlos Sentís |
Acaba Carlos Sentís así su artículo: "Aquella Cataluña acabó; pero la Cataluña real, que diría vuestro y nuestro caro Charles Maurras, hoy, precisamente, empieza a amanecer". Y en sus memorias: "Pareciera, leyendo algunos manuales de historia actuales, que toda España fueste republicana y cuatro rebeldes fanáticos traicionasen la voluntad del pueblo; la realidad -que no justifica ninguna de las atrocidades cometidas, evidentemente- es que había una gran cantidad de gente que apoyaba al bando nacional, en Cataluña y fuera de Cataluña. Desde el principio y hasta el final de la contienda, lo que estaba en cuestión no era el catalanismo. La gente se preocupaba, básicamente, de su supervivencia".
Me detengo en estas palabras sobre Cataluña, España, nacionales y republicanos porque en sus memorias, a veces explícita, otras implícitamente, sobrevuela la necesidad de defenderse de las acusaciones de colaboracionista con los nacionales (también se percibe en cada página el momento en que las escribió: "cuando escribo estas líneas, el nuevo proyecto de Estatuto Catalán ha sido aprobado, pero destando una auténtica campaña de descalificacione spor parte del PP, que acapara la Constitución como si fuera d esu exclusiva propiedad"). Recuerda Carlos Sentís que fue Eugeni Xammar que lo acusó de espía de Franco (Sentís sostiene que él trabajó en el servicio de información de Cambó) y trata de desmentirlo y otras informaciones como que robó al poeta Juan Ramón Jiménez (a raíz de un artículo en Interviú, no sé si el mismo en el que se le acusaba de espía de Franco). Para zanjar el tema, volvememos al prólogo de Xavi Ayén: "Lo que más me desconcierta de Sentís es que su experiencia no admite los encasillamientos, y resulta incómoda tanto desde la actual reivindicación de los años de la República como desde el revisionismo, tan de moda, de los hagiógrafos de Franco".
"¿Por qué espectador? Para decir, de entrada, que estas memorias, más que introspectivas, son prospectivas, es decir, exploradoras de la compleja y apasionante realidad que me ha rodeado" explica Sentís al comienzo de su relato.
Espectador, testigo, en ocasiones también protagonista: leyendo sus memorias -traducidas por Germán Castillo para la editorial Destino- nosotros nos sentimos espectadores, además en un lugar privilegiado: en la Generalitat en 1934 cuando se proclama el Estado Catalán se encontraba el periodista con Companys y otros; en Madrid en el frente durante la Guerra Civil; con De Gaulle en África; en el campo de concentración de Dachau: en Nuremberg; de corresponsal en Nueva York... por sus páginas desfilan personajes que han marcado el siglo XX: el mismo De Gaulle, Josephine Baker, Josep Pla, para el que guarda -al igual que ocurre con Gaziel- más de una pulla, como hace sobre todo con algunos de sus directores de periódico, Ridruejo, Manuel Aznar, Sánchez Mazas, Cambó, Martín de Riquer...
Anécdotas, algunas maliciosas, polémicas periodistísticas, extractos de algunos de sus artículos, que poco a poco se van recuperando en catalán o en castellano, recuerdos, fotografías... Memorias de un espectador no debería perdérselas ninguna persona interesada por la historia o el periodismo. Escrito en mayo de 2007 desde Calella de Palafrugell, el libro, en palabras de Carlos Sentís, "recoge un buen número de años, muchos, que han sido intensos, y no siempre fáciles [..] Después de vivir la agitación del tiempo, es agradable ser ahora el espectador de la pacífica espuma que me acerca el pequeño oleaje".
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