En una película maravillosa de Lukas Moodysson, Fucking Amal, una de las dos adolescentes protagonistas que descubre su homosexualidad, no para de hablar de ir a fiestas rave hasta que su hermana le enseña una revista, una especie de Superpop, donde le dicen a los jóvenes qué está in y out. Out en ese momento son las Spice Girls o las raves. Ahí es cuando Elin exclama el "jodido Amal (el pueblecito donde vive)" que da nombre a la película.
Dolores de Cospedal vive en Amal. O lo parece. No sabe qué está in y que out. Hace un tiempo, cuando extraña combinación (o no) de pijo-progres y perro-flautas (por tomar expresiones faltonas propias de Pedro Chico, alcalde de Bullas) y conservadores defendían una Palestina que dudo sepan señalar en el mapa, lo auténticamente cool hubiera sido defender a Israel: ¿un guiño a Golda Meir, que ha hecho más que nadie por la liberación de la mujer, que en definitiva no es otra cosa que ostentar el poder absoluto, que todas las feministas juntas?
Pero ¿un pañuelo palestino a estas alturas? ¡Si hasta lo llevó Valcárcel...! Es como volver a la gorra Mao o a la oina Che. Bla, en una canción que compara ex novios con ropa pasada de moda, incluye entre éstas el dichoso pañuelo.
Esta semana sin embargo Dolores de Cospedal se ha superado, rendido a sus pies caígo, peineta y mantilla, sí señor. La España retro de los años 60 o de los 20: qué camisas a cuadros o pantalones de pana años 80, nada de eso, un guiño a Pablo Berger y su Blancanieves y no se ha travestido de torero porque el PP, las identidades sexuales, ni tocarlas.
¿Llegará más lejos en la Cumbre de las Américas y, telefonazo va, telefonazo viene con Evo Morales y se conjuntaran un vestuario aymara, hecho por Beatriz Canedo?
No me reconcilia Dolores de Cospedal con la política, pero me he reconciliado con ella: si se puso el pañuelo palestino cuando ya estaba fuera de moda; ella y alguna compinche popular se han adelantado con la peineta y la mantilla. Ya me veo en las fiestas de reinonas de la capital a las más locas vistiéndose como de Cospedal.
Dolores de Cospedal vive en Amal. O lo parece. No sabe qué está in y que out. Hace un tiempo, cuando extraña combinación (o no) de pijo-progres y perro-flautas (por tomar expresiones faltonas propias de Pedro Chico, alcalde de Bullas) y conservadores defendían una Palestina que dudo sepan señalar en el mapa, lo auténticamente cool hubiera sido defender a Israel: ¿un guiño a Golda Meir, que ha hecho más que nadie por la liberación de la mujer, que en definitiva no es otra cosa que ostentar el poder absoluto, que todas las feministas juntas?
Pero ¿un pañuelo palestino a estas alturas? ¡Si hasta lo llevó Valcárcel...! Es como volver a la gorra Mao o a la oina Che. Bla, en una canción que compara ex novios con ropa pasada de moda, incluye entre éstas el dichoso pañuelo.Esta semana sin embargo Dolores de Cospedal se ha superado, rendido a sus pies caígo, peineta y mantilla, sí señor. La España retro de los años 60 o de los 20: qué camisas a cuadros o pantalones de pana años 80, nada de eso, un guiño a Pablo Berger y su Blancanieves y no se ha travestido de torero porque el PP, las identidades sexuales, ni tocarlas.
¿Llegará más lejos en la Cumbre de las Américas y, telefonazo va, telefonazo viene con Evo Morales y se conjuntaran un vestuario aymara, hecho por Beatriz Canedo?
No me reconcilia Dolores de Cospedal con la política, pero me he reconciliado con ella: si se puso el pañuelo palestino cuando ya estaba fuera de moda; ella y alguna compinche popular se han adelantado con la peineta y la mantilla. Ya me veo en las fiestas de reinonas de la capital a las más locas vistiéndose como de Cospedal.
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