Los políticos, por lo menos ellos, deberían respetar sus propias jerarquías. Es decir, que los concejales hablen de política municipal; los diputados regionales, de política comarcal y regional; y, los nacionales, de la Nación. En los Plenos, claro. Después pueden tomarse en amor y compaña unos vinitos y disertar del modelo económico del país, del sexo de los ángeles o de las vacaciones de verano. Playa o montaña, ya saben. En el pleno del día 10 de Caravaca, como primer punto, iba una moción de IU sobre apoyar a Garzón perfectamente prescindible; otra del mismo partido para que el Gobierno retire sus medidas de reducción de gasto público (imagino que Zapatero, ahora que los Plenos caravaqueños se ven por Internet, seguiría con interés el debate). Y otra del PP sobre subida del IVA que seguro levantó asombro en la Moncloa y precipitará un cambio en la política nacional. La que llevaba el PSOE sobre suelo industrial, la falta del él más bien, en Cavila, estaba en el punto 10. No se llegó… como ocurre siempre. Porque el Equipo de gobierno ya se encarga de colocar las mociones comprometidas en último lugar para que pase el tiempo y no se debatan. Luego están los ruegos y preguntas: a los que tampoco se llega y donde yo creo que está la auténtica gracia de los plenos. Debería empezarse por ahí. Imagino al caravaqueño de la avenida Juan Carlos I preguntándose, o esperando que responda el Concejal de Obras y Servicios, si es inevitable que siempre que caiga un chaparrón se inunde su calle. Si la metafísica tiene que ver con este problema que se repite un par de veces al año. Pero no nos engañemos, que nuestros políticos locales hablen de política nacional no interesa a nadie, pero así distraen a la opinión pública de problemas municipales que son obligación suya solucionar.
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