Existen realidades y también percepción de la realidad. Una de las realidades (o de cómo ven la realidad) entre los vecinos del Barrio Nuevo es que su alcalde, Domingo Aranda, no se ha acercado por allí en los doce años y varios días que lleva gobernando Caravaca de la Cruz. Eso repiten casi todos los vecinos que entrevisto. También me hablan de la fijación de funcionarios del Ayuntamiento por la Gran Vía. Cuando acuden a quejarse de que el río es un foco de enfermedades, de suciedad, de animales; que tiene que pintar y repintar continuamente sus viviendas por las humedades y que la aseguradora culpa al Ayuntamiento, estos se lavan las manos y habla de la gestora del agua, la gestora del agua señala a…; cuando la jungla invade los merenderos y donde se iba a construir un parque y quedan cuanto montones de tierra apilados, entonces (y siempre según los vecinos del Barrio Nuevo) les contestan desde el Ayuntamiento que si quieren comodidades mejor que vivan en la Gran Vía.
El año pasado, cuando se declaró un incendio en la Placeta del Santo, también los vecinos se quejaban de que pagaban los mismos impuestos que en la Gran Vía pero no les ofrecían los mismos servicios.
¿Dos Caravacas? ¿Tres Caravacas? Cada una con su lista de agravios según te alejas de la Gran Vía… ¿Y las pedanías?
Con el Barrio Nuevo comenzamos una radiografía de los distintos barrios de Caravaca de la Cruz para conocer su realidad y la percepción que los vecinos tienen de su lugar entre las prioridades del Ayuntamiento de Caravaca de la Cruz.
Peor el remedio que la enfermedad
Llegar al Barrio Nuevo es que la mayoría de los vecinos te abran sus puertas para mostrarte paredes desconchadas, suelos agrietados o directamente rajados por la humedad. Hubo quejas y el Ayuntamiento echó una capa de alquitrán que, para los vecinos, ha empeorado aún más el problema de humedades. La acción del Ayuntamiento podría calificarse de un «maqueo», dícese de la limpieza de los estudiantes consistente en quitar el polvo o esconderlo debajo de la alfombra.
Poco antes de las elecciones, explican, un técnico del Ayuntamiento tomó fotografías de las casas. Pero después de la victoria popular no ha vuelo. Tampoco lo esperan.
Se han acostumbrado a realizar ellos mismos tareas, como la de la fumigación. Aquí cuentan una anécdota de una plaga de pulgones y los encargados de despulgar huyendo.
¿Resignación?
La mayor preocupación de los vecinos es la humedad en las casas. Pero a quien llega de otros barrios más céntricos le sorprende todo: un árbol apoyado en una farola, sosteniéndola, como si fueran amantes; las calles irregulares, el foco de infecciones que tienen por rambla y el merendero que ya es selva, las calles que ellos mismos barren… Quien nunca ha esperado nada de los distintos equipos de Gobierno que han precedido a este, no va a hacer una excepción con este. El caudal de votos no es significativo. Alguna moción, algunos fondos del Plan E para parches, nada más… La guardería del San Francisco por ejemplo se arregló, pero un gobernante soporta menos las imágenes de padres y madres airados y sus hijos que siempre venden, que las de unos vecinos «en tierra de nadie». El Barrio Nuevo, como Teruel, también existe.
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