Año 2012. Madrid. En un coche, abierto o cerrado, Obama y el todavía presidente Zapatero saludan a la multitud. Cincuenta y tres años después de que el dictador Franco recibiera a otro presidente estadounidense, Eisenhower. ¿Desea el presidente Zapatero una fotografía así antes de poner fin a estos ocho años que, desde hace cuatro, se han convertido en "un largo adiós" que dificulta la salida española de la crisis e impide una renovación de personas e ideas en el PSOE?
En el debate Rosa Díez fue la más clara: "Haga lo que suele hacer la gente tras despedirse: marcharse". Pero el Presidente tiende a verse a sí mismo como la Copa del Mundo esa que da la vuelta por la España plural (a veces son dos) y, en breve, en sus paseíllos por estos pueblos recordará que él "nos sacó de Iraq"... Único argumento por el que todavía le ríen la gracia algunos, los menos.
¿Qué quedará del Gobierno Zapatero? ¿Algo se recordará de aquí a otros ocho años o necesitará Zapatero una reivindicación permanente al modo González (ahora en sus librerías ¿Aún podemos entendernos?, el "entenderse" no se trata que González le pida rollo a Roca o viceversa: hablan de España y Cataluña)?
¿Qué legado deja Zapatero? Alguna decisión de importancia (aquí no vale simbólica) real para muchas personas como la equiparación del matrimonio homosexual y el heterosexual. Alguna otra ley de carácter social, de esas con las que te rascas una herida que no sana: un tropel sobre igualdad (pero nada de igualdad de sueldos), leyes de dependencia para las que no hay dinero, ayudas al embarazo en igual cantidad para ricas y pobres y medianas, parecidas de vivienda para jóvenes... Un socialismo que, en lugar de igualdad busca un igualitarismo en la mediocridad. Unas leyes sociales que no han hecho lo más mínimo para igualar las rentas en España, al contrario, durante su mandato (y el anterior) las diferencias de renta entre españoles han aumentado. Pero este igualitarismo además tiene efectos nocivos sobre la población joven: para qué estudiar si esto no es una meritocracia, se preguntarán, y podrán citar cuatro, cinco, diez ministros que son prueba viviente del gobierno de los peores.
Pero no importa tanto que no haya hecho nada ni que todavía recuerde "el ladrillazo" de Aznar cuando ha tenido ocho años para esa "economía sostenible" de la que ha hablado tanto y se ha quedado en el papel: sin ladrillo no se crea empleo (o sus ministros de economía no han sabido).
Lo triste es la oportunidad histórica que se le ha presentado y que no tuvo Felipe González, por ejemplo, y que no tendrá España en ocho años por lo menos: la derogación del Concordato de 1979 con el Vaticano.
Las relaciones de España con el Vaticano, ni cuando Trento, fueron fáciles: Austrias y Borbones se enfrentarno a la Iglesia por sus prerrogativas, pero es a partir de la segunda mitad del XIX y primer tercio del XX cuando envenena la política española: una de las mayores dificultades que se encontraron los liberales para crear un bloque unido fue su relación con el Vaticano. En 1953, el Concordato que se firmó con Roma (y la posterior visita de Eisenhower) dejaron a las claras que el Régimen haría lo que fuera necesario, a pesar de la dignidad de España, para sobrevivir: de ahí el abrazo del oso del "amigo americano" que tan bien ha documentado Charles Powell. En 1979 se firmaron los acuerdos que actualizaron el Concordato. Aunque nos encontramos en una nueva época de desmitificación de la Transición: solo hay que hacer un ligero esfuerzo de comprensión de fechas para ver que no tenían otra salida los gobernantes de nuestra recién nacida democracia. Pero...
han pasado más de treinta años: este Gobierno socialista ha recibido las mayores críticas de la Iglesia española, cuya jerarquía se ha puesto al servicio de la causa de Rajoy (o Rajoy de la Jerarquía católica: van de la mano). Ha aprobado leyes sobre divorcio, aborto, matrimonio homosexual, no sé si ya la de muerte digna, suicidio asistido o como quieran llamarla, se ha planteado qué hacer con el Valle de los Caídos... Sin embargo, Zapatero no se ha atrevido a tocar el núcleo del poder de la Iglesia en España: el adoctrinamiento que a través de sus escuelas inculcan en los jóvenes españoles y la financiación económica. Ha conseguido radicalizar a los católicos (en muchas ocasiones, más de palabra de los suyos que con medidas que alguien sensato pudiera entender como un ataque a los católicos) y a la vez ha desilusionado a todo aquel que esperaba que por fin los privilegios de la Iglesia Católica (y el aborto que quería o quiere hacer de los mismos privilegios para todas las sectas de Dios) desaparecieran en España.
Amiguitos del alma que dios los bendiga |
Nada de eso: en España no volverá a procesionar el brazo de Santa Teresa, pero tendremos presidentes, diputados, alcaldes cada vez más sumisos al dictado de kikos, evangelistas, musulmanes... Bienvenidos al siglo XXI.
PD. No tiene razón Rosa Díez pidiéndole a Zapatero que se marche ahora. ¿Por qué no esperar mejor la visita de ese oscuro inquisidor anteriormente conocido como Ratzinger este agosto en Madrid? Si no hay Obama que valga, siempre puede darse un paseo en el Papamovil, que es la versión perfeccionada del Batmovil.
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