Una adolescente entrenada para matar y te viene a la mente enseguida Natalie Portman en León, el Profesional. Nada que ver, sin embargo, la película de Luc Besson con esta de Joe Wright. Tan solo que Saoirse Ronan, como la ganadora del Oscar por Cisne Negro, ha nacido para estrella.
Hanna (Saoirse) y su padre (Eric Bana) viven en el Ártico hasta que ella se encuentra preparada para enfrentarse a Marissa (Cate Blanchet): una auténtica bruja de cuento de hadas, con su cueva, su casita encantada, su "the witch is dead" del Mago de Oz... "No parará hasta que mueras o muera", le dice el padre, y ella responde que está lista y comienza una aventura que la llevará a Marruecos, España (ese toro de Osborne) y Alemania: con un guión en el que se reflexiona sobre la educación: los padres de la niña de su edad y sus conversaciones tipo El buen salvaje; sobre la pérdida de la inocencia y también sobre la diferencia entre aprendizaje y experiencia. Escenas de acción, las justas, y bien rodadas, siempre precedidas por música electrónica de Chemical Brothers, al igual que las huídas o el momento de tomar una decisión. En el resto de la película, la música tiene que ver con el propio descubrimiento de la música de Hanna: flamenco, árabe... (su padre no la dejó escucharla). Un par o tres de flashback que poco a poco desvelan la historia que se oculta tras esta venganza; el montaje paralelo, ocasional, pero por eso mismo añade muchísima tensión a las secuencias. Y una fotografía que oscila entre los blancos del Ártico o los colores fríos del apartamento de Marissa y el fuego de la lumbre, de los amaneceres...
Hanna cierra la película con una secuencia parecida a la que abre la película (la del ciervo) pero que en un principio parece querer decirnos que algo ha cambiado. No es cierto, al final el círculo se cierra: nada ha cambiado. No lo fundamental. Muy sutil, Wright. Como esas manos que apenas se rozan en Orgullo y Prejuicio.
La película, que no ha recibido buenas críticas (tampoco malas), para mí supone un paso importante en la carrera de Joe Wright, que demuestra que no solo es un excelente adaptador como en Orgullo y Prejuicio o un adaptador vulgar, como en Expiación. Pero, por encima de todos y todo, Saoirse Ronan: lo único que merecía la pena de The Lovely Bones.
Atención a la banda sonora de The Chemical Brothers, también muy en forma.
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