martes, 19 de julio de 2011

Una confesión... política o musical

Con mis amigos pasé los años del instituto y parte de la Universidad escuchando grupos de rock protesta, alguno incluso filoetarra o equidistante entre las víctimas y los verdugos, y cantautores más propios de la generación de mis padres. Mis lecturas también se escoraron hacia García Lorca, Hemingway, Neruda, Orwell. Cine, ninguno entonces: Tierra y libertad que la vi y reví en infinidad de ocasiones (aunque ahora apenas soporte las películas de Ken Loach). Todo aquello dio lugar a una cosmovisión de izquierdas, más próxima al anarquismo o a la disidencia comunista (leyendo alguna frase suelta) que al comunismo, por eso de la impetuosidad de tomar partido por los perdedores de cualquier guerra. El Estado, para mí, cualquier autoridad, era represora por naturaleza: al servicio de los ricos. “Estáis todos acojonaos por el ejército y vendidos a todos los banqueros, camuflando en democracia este fascismo, Porque aquí siempre mandan los mismos”. Esa letra quizá represente mejor que ninguna lo que podríamos denominar ideología (nunca pensamiento) político de aquella época. Aunque no tuve nunca esa idea de “España madrastra de pueblos” (algunas canciones me causaban incomodidad, toda vez que gran parte del rock protesta llegaba desde el País Vasco; y buscábamos coherencia en las letras por encima de la música: y el nacionalismo parecía provinciano frente a cualquier Internacional) ni tampoco la Guerra Civil tuvo un significado especial.

Entendiendo memoria histórica como un hecho que se transmite de generación en generación más o menos modificado, no tengo memoria histórica: ningún familiar en esos años me contó su experiencia o de personas cercanas a él.

Esas lecturas, esas canciones, evidentemente, llevan al prejuicio, es decir, a algo formado antes de un juicio meditado que, por otra parte, puede parecernos correcto. Ese prejuicio en política tenía dos vertientes: la primera, el PSOE como quintacolumna del adversario (o enemigo); el PP directamente como el enemigo/adversario.

Una vez que pasan los años (aunque no por costumbre no voto), me preguntaba hace unas semanas (en mensajes con mi amigo Paco) si para las Elecciones Generales de 2012, sabiendo el desastre de los ocho años de gestión del socialismo español, podría votar al PP ya que la situación española es de emergencia. La respuesta: no.

¿Cuánto daño hacen las canciones, los libros que se leen a determinada edad para que no pareciéndome en nada al de ayer (mi libro de cabecera era Contra las Patrias de Savater) los prejuicios nos guíen antes que el juicio?

PD. Nada de lo que conozco del programa de Rajoy me invita a votar a este partido. Pero me refiero a las siglas: si se intercambiaran programa electoral Los Verdes y el PP tendría el mismo problema (y eso que ya no utilizo el Alianza Popular para referirme al Partido Popular). El PSOE, por ejemplo, hace años que dejó de ser socialista (ni tan siquiera socialdemócrata), obrero o español... Y entre los de mi especie nunca estuvo bien visto. Pero no llevaba la carga del PP: alguien votaba al PSOE y decías "por qué votas a esos vendidos"; pero con el PP ni preguntabas: no entendías cómo gente de mi generación los votaba: hubo mucha en Caravaca (y en toda España). Yo no tenía edad para votar en las primeras generales que ganó Aznar; en las segundas quería votar a Borrell (creo que este momento de las Primarias de Borrell fue el único en que me encontré próximo a una organización) pero cuando se presentó Almunia me alejé de ese partido. Pero, como digo, si no mi círculo más íntimo, los de mi edad votaron en masa a Aznar, que obtuvo la mayoría absoluta.
La reflexión sigue siendo la misma: el peso de la música, los libros o las historias que leemos en nuestra infancia y adolescencia sobre cualquier tema y lo que cuesta modificar (si fuera necesario) esos prejuicios, esa valoración que uno hace sobre un asunto, correcta o incorrecta da igual, sin haberla reflexionado en la madurez. 
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