Nada más subversivo que transformar una imagen, unas palabras de bondad absoluta en otras de perversidad igualmente absoluta.
Justine o los infortunios de la virtud se burla de esa vida de santas donde, finalmente, la virtud es recompensada. Aquí, son los libertinos los que obtienen lo que desean. En una burla final del Marqués de Sade, Justine muere a causa de un rayo cuando su hermana Juliette promete ayudarla.
Buñuel en Viridiana (además de la blasfemia de la Última Cena) convierte a los pobres (aquellos a los que van dirigidas las Bienaventuranzas) en bestias violadoras.
Justine y Viridiana alcanzan mayor fuerza porque, incluso en el Siglo Ilustrado, continuaban teniendo éxito las Vidas de Santos; al igual que la iconografía cristiana que subvierte Buñuel estaba en la cabeza de cualquier católico.
Stanley Kubrick apeló a la memoria sentimental de cualquier cinéfilo, de una época de inocencia, de cuando el cine echaba a andar (realmente no, la película es de 1952 pero nos lleva a los comienzos del cine sonoro), la mítica secuencia de Gene Kelly (que hubiera cumplido en 2012 cien años) en Cantando bajo la lluvia y la destruye: ¿puede alguien contemplarla con la misma ingenuidad después de ver a Alex y su pandilla en La Naranja Mecánica? ¿Y la música? ¿Se puede escuchar con el mismo placer a Beethoven si tienes en las pupilas esta misma película que en 2012 cumple cincuenta años?
Ver primero a Gene Kelly y después a Malcolm McDowell resulta una de las experiencias más perturbadoras para cualquier amante del cine.
Malcolm McDowell
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