"¡Con la de comedias que conozco cuyo rodaje fue un infierno!", responde Haneke en Cannes sobre lo que le supone el rodaje de tantísimos dramas.
Ford y Wayne, durante el rodaje |
No parece el caso de La taberna del irlandés, donde la impresión que se transmite al espectador es la de un gozo continuo por parte de los actores. A John Wayne se le ve relajadísimo, en la cima de su arte (sí Wayne fue un actorazo, aunque John Ford no se lo creyera hasta verlo en Río Rojo de Howard Hawks: según la versión de Hawks... pero los tiempos le dan la razón: Río Rojo -1948-, Centauros del Desierto -1956-, El hombre que mató a Liberty Valance -1962-... por citar las más conocidas del tándem Ford-Wayne). Incluso interpreta a un seductor y besa a Elizabeth Allen que casi se desmaya: "Creía que me habían besado antes". Y su pelea con Lee Marvin antológica (aunque no alcanza la que tiene con Victor McLaglen en El hombre tranquilo). Como parece que disfrutan igualmente Dorothy Lamour, Jack Warden, César Romero... ¡Qué colección de estrellas para una película con un guión tan insustancia pero entretenido a la vez! Los adinerados bostonianos, Elizabeth y sus largas piernas, la máquina tragaperras, Lee Marvin jugando al trenecito...
James Edward Grant y Frank S. Nugent, sobre todo este último el colaborador más destacado de John Ford (La legión invencible, Cara de ángel, Los implacables, Centauros del desierto, El último hurra...) son dos guionistas excelentes, pero esta película funciona mejor por escenas que como un guión completo.
Un rodaje que tuvo que ser una fiesta, nada que ver con las guerras que cuenta Juan Tejero en su divertido Este rodaje es la guerra.
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