Debemos agradecer a Francesco Forgione (Catanzaro, Calabria, 1960), quien fuera presidente de la Comisión Parlamentaria Antimafia italiana, el trabajo de investigación que ha realizado en Mafia export. Cómo la 'Ndrangheta, la Cosa Nostra y la Camorra han colonizado el mundo. Trabajo que se concreta en los mapas geodelictivos de las familias criminales italianas en todo el mundo; los mapas de las rutas del tráfico de droga; y en el listado de la difusión de las mafias italianas en el mundo y la lista de prófugos detenidos fuera de Italia desde enero de 2000 a julio de 2009.
Sin embargo, esta Mafia export carece de la calidad periodística (incluso literaria) de Cosa Nostra de John Dickie (post anterior aquí) o, todavía más literario, de La primera familia de Mike Dash (en breve lo reseñaré).
"Se puede afirmar que las mafias italianas registran potencialmente un volumen de negocio superior a la suma del PIB de nada menos que tres países convertidos hace poco en estados miembros de la Unión Europea: Eslovenia (30.000 millones de euros", Estonia (25.000 millones) y Croacia (34.000 millones); con un beneficio anual que se acerca a los 97.000 millones del PIB de un país que ha experimentado un rápido crecimiento como Rumania". A nivel mundial la facturación de las organizaciones criminales supera la facturación conjunta del comercio mundial del hierro y del acero. Pero hay que tener en cuenta, como en la expansión mafiosa en el Mediterráneo español, lo difícil que resulta desligar la economía legal, la ilegal, la sumergida y las claramente actividades delictivas, sobre todo porque parece que la opinión pública solo toma conciencia del crimen organizado cuando se producen delitos de sangre en los que no solo aparecen implicados mafiosos.
La otra cara de la globalización (la McMafia de la que escribe Misha Glenny) resulta en los escasos recursos jurídicos, penales y de investigación transnacionales para combatir las organizaciones criminales (a pesar de las recomendaciones de la cumbre mundial de la ONU celebrada en Palermo en el 2000). España para Francesco Forgione es uno de los ejemplos a no seguir: no por nada en "la tierra de los toros" como la conocen los criminales "en los últimos diez años, entre los prófugos de las tres mafias italianas buscados y arrestados fuera de Italia, los detenidos en España representan cerca de una tercera parte del total: 44 de 149. Son los camorristas quienes sienten una verdadera pasión por esta tierra: hasta el momento de su captura, 34 prófugos, de un total de 74 repartidos por el mundo, vivían en España". Una España donde la prisión de Valdemoro se llama también Gran Hotel Valdemoro, con tantas facilidades para las visitas y las llamadas telefónicas que el capo Maesano dirigía sus negocios desde allí ("una situación análoga a la que existía en la cárcel de Ucciardone, en Palermo, en los años setenta, cuando los capos de la Cosa Nostra allí encerrados vivían en el lujo, entre mujeres y banquetes"). Aunque el 11M complica los negocios mafiosos, continúa siendo España el lugar donde se realizan los tratos entre mafiosos y narcotraficantes, se acoge a los prófugos y se blanquea el dinero (en 2008 el gobernador del Banco de España alerta sobre el movimiento de billets de 500 euros: de 464 millones de billetes de toda la zona Euro, 110 millones circulan por España).
La masacre de ferragosto en Duisburgo, el asesinato en 1977 del diputado australiano del Partido Liberal Donald Bruce Mackay, sus pactos con los narcos colombianos y mejicanos, contados de otra manera, pudieran haber dado lugar a un ensayo que captara muchos lectores, así se ha quedado esta Mafia export como un manual indispensable pero a la vez aburrido del "único producto Made in Italy que no sólo no conoce la crisis, sino que, por el contrario, en las crisis económicas y sociales, y en todos los grandes cambios de época del viejo y nuevo siglo, ha tenido la capacidad para renovarse, de crear y asegurar nuevas marcas, y de conquistar nuevos territorios y mercados".
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