Un bar de Nueva York, el 30 de junio de 1919, antes de la Prohibición |
El 31 de agosto se apaga o
«emitirá bajo mínimos» la televisión autonómica murciana. Tal vez queden en
plantilla quince o veinte periodistas (de cerca de doscientos setenta) para
trabajar en informativos, ese espacio en que los políticos cambalachean para
que propaganda e información se confunda: como prueba TeleMadrid cada día y, esperemos que no, la remozada Televisión Española. Pero el objetivo de
los informativos siempre fue servir de correa de transmisión de las palabras
del líder, llámese Valcárcel o Kim Jong-un.
Escucho apagón y
pienso en un 30 de junio de 1919, momentos antes de entrar en Estados Unidos en
vigor la Ley Seca, y
los gángsteres brindando porque saben que la Prohibición los volverá
aún más ricos.
También con la
televisión murciana unos se han vuelto ricos, y todavía se volverán más, y sin
temor a una balacera entre mafiosos rivales: el Grupo de Televisión de Murcia
manejó un presupuesto de 46 millones anuales desde que firmó un convenio con la Comunidad en 2006 hasta
el año 2010. Ya se ha mostrado dispuesto a participar en la subasta cuando se
privatice la televisión. Les tocará la lotería, con los periodistas despedidos
o con un trabajo en precario y amordazados. Porque pública o privada la
televisión continuará al servicio de los mismos, los de siempre: que echaban
las culpas a la oposición por su fiasco con Latbus y a los telespectadores
quizá por tener buen gusto y entender que la calidad no entiende de geografía.
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