viernes, 16 de octubre de 2009

«Siente un pobre a su mesa»

1961 fue el año en que se rodó Viridiana y Plácido. Más de cuatro décadas han pasado y España sigue oliendo a pobreza. Retorna como todas las modas el «Siente un pobre a su mesa» berlanguiano. Esta semana las «fuerzas vivas» de Cehegín se convidan a una cena subasta cuyos beneficios se destinarán a los necesitados. No responderán estos como los vagabundos de la película de Buñuel y su gozosa blasfemia de «la última cena»: no atacarán ni robarán a los benefactores, trasuntos de Silvia Pinal. Caridad, cristiana o laica, como sustituto de la justicia social.

¿Y dónde queda el Estado? Corresponsable de la crisis, esconde la cabeza como el avestruz hasta que escampe (aunque en España el Gobierno socialista, eso sí, después de sus tambaleos habituales a derecha e izquierda, parece que desgravará los famosos cuatrocientos euros a las rentas más bajas, aquellas que gastarán, no ahorrarán, ese dinero).
A principios de 2001, cuando la crisis era un disco de Supertramp, se fundó la Red Renta Básica: «La Renta Básica es un ingreso pagado por el estado, como derecho de ciudadanía, a cada miembro de pleno derecho o residente de la sociedad incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre o, dicho de otra forma, independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta, y sin importar con quien conviva». Sólo ERC e IU (esta última exclusivamente para las familias sin ingresos, unas ochocientas mil según sus cálculos) han llevado al Congreso una propuesta en esta línea. ¿Un disparate? Lo más probable, aunque conviene leerse El derecho ciudadano a la renta básica, un libro bien fundamentado de José Iglesias Fernández. La de oportunidades que hubo en una década entera de crecimiento y los gobiernos que la desaprovecharon en vez de plantearse con seriedad un reparto más justo de la riqueza. Pero no, prefirieron dar limosna en forma de ayudas o subvenciones para madres, para jóvenes, para artistas…
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