martes, 23 de septiembre de 2014

Torneo de sombras: el Gran Juego y la pugna por la hegemonía en Asia Central, de Karl E. Meyer y Shareen Blair Brysac

“Durante casi medio siglo, los británicos fueron los principales socios extranjeros del Tíbet. En todo este tiempo, lamentablemente para el Tíbet, fueron incapaces de resolver satisfactoriamente la cuestión del estatus del Tíbet -¿era una nación o una provincia?- y de lograr un acuerdo sobre las fronteras oriental y occidental del Tíbet".
El Gran Juego, término utilizado para describir la rivalidad a lo largo del siglo XIX y principios del XX entre los imperios británicos y rusos en Afganistán y el Tíbet, "fue en verdad un juego, con tantos pero sin premios sustanciales”, como reconoce uno de sus protagonistas a los autores de Torneo de sombras: el Gran Juego y la pugna por la hegemonía en Asia Central ("Torneo de sombras", nombre que le daban los rusos, mientras que los británicos, siguiendo a Kipling, preferían "Gran juego"), pero cuyas consecuencias aún se dejan ver en el Tíbet y  en la frontera entre India y China.
A lo largo del siglo XIX, tras la expansión de Rusia y los comienzos de la construcción del Transiberiano (en el que viajó preocupado Lord Curzon), el Imperio ruso se había convertido -creían sus enemigos- en una Isla-Mundial, como la definió Mackinder ("Quien gobierne en Europa del Este dominará el Heartland; quien gobierne el Heartland dominará la Isla-Mundial; quien gobierne la Isla-Mundial controlará el mundo."); además, las fronteras de los dos imperios, antes distantes, se habían acercado tanto que los británicos temían que pudieran los rusos atacar la India o apoyar a los indios rebeldes (posteriormente, en la I y II Guerra Mundial los nazis usarían Afganistán como trampolín para fomentar revueltas tribales en la frontera noroeste de la India... sin éxito).
Los autores nos sumergen en la época, más en sus aventureros tratando de llegar a Lhasa, por ejemplo, que en las grandes líneas trazadas en Inglaterra o Rusia (y más en los exploradores británicos que en los rusos, aunque sin olvidar a éstos o los alemanes y estadounidenses.): Moorcroft, Youngshusband, Dorzhiev, Tolstoi y Dolan, cartógrafos pundits como Das, la Royal Geographical Society, el Proyecto Shambhala de Nicholas Roerich, la teosofía, Annie Besant, futuros nazis como Sven Hedin y nazis como su discípulo Schafer, Nehru...
El matrimonio formado por Karl E. Meyer y Shareen Blair Brysac consigue despertar nuestro atención (con una narración que abunda en anécdotas) por una serie de aventureros, espías, arqueólogos, soldados (la mayoría, un poco de todo), que también avivaron el interés de sus contemporáneos (como en África hacían Livingstone, Stanley y compañía), ya que viajaron a los últimos rincones inexplorados por los europeos (la extensión del Tíbet es mayor que la de Europa occidental) y donde la repercusión de sus actos aún se deja sentir.

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