viernes, 21 de enero de 2011

¿Qué valor tienen los maestros?

El colegio es el lugar donde los padres llevan a los niños mientras hacen la compra, toman el café con los amigos o trabajan. También es ese sitio donde una o dos veces al año realizan una fiesta y los alumnos se disfrazan y se disparan los flashes: «ese es, ese es mi hijo». Viéndose de esta manera podrían ahorrarse dinero y espacio si los mismos cuidadores los dedicaran a nuestros hijos y abuelos. Antes no se valoraba al maestro: éste necesitaba buscarse otras ocupaciones para, a duras penas, subsistir; ahora no se valora en su conjunto la educación. «¿Qué aporta?», se preguntan quienes todo lo cifran en el resultado inmediato. Y recortan de aquí y acullá con un pensamiento cortoplacista. O tal vez no porque los que saben (y gobiernan) envían a sus hijos a la privada: siempre se necesitan esclavos y la primera servidumbre comienza con la incultura.

«Si crees que la educación es cara, prueba con la ignorancia», espetaba Derek Bok a todos los que mezclaban educación y beneficio. Y la prueba de la falta de instrucción y el oscurantismo la tenemos en Murcia: mano de obra para la construcción, la hostelería y, gracias a Dios que no nos ha dado por guerrear, porque seríamos carne de cañón (primera fila, donde, diría Peckinpah, se ganan las cruces de hierro, pero también donde se muere antes de tiempo).
Así que los maestros, los profesores, los educadores en general, no crean riqueza. Eso lo hace el empresario, aunque nada podría hacer sin los conocimientos que les inculcaron en la escuela a sus empleados. Se agradece a los empresarios su responsabilidad, a los gobiernos sus planes (empezando por el E). Pero, a los maestros, alguna agresión. Llegará un día en que le demos las gracias al pederasta por dar trabajo a tantos: sumen, sin ellos existirían menos policías, jueces, defensores del menor, tertulianos, sicólogos…
Al maestro hay que exigirle unos conocimientos apropiados al siglo XXI, una constante renovación, pero cuando las clases humildes se alegran de los recortes deberían pensar que a los que condenan con su aquiescencia son a sus propios hijos.
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1 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias, Jaime por tu defensa a esta profesión tan menospreciada en los tiempos que corren con las tijeras que vuelan...