
En sus caras no reconozco la Caravaca de hoy. Es como si hubieran heredado un hambre de siglos: enfermizos, chupado, blancos (incluso en el blanco y negro), más bajos que nosotros... Es en la cara y en los cuerpos donde percibimos el progreso. O la evolución. Aunque no tengo claro que estos siempre sean positivos.

Y, aunque en principio parecemos más sanos, si miramos con atención una instantánea de un día cualquiera en Caravaca o en cualquier pueblo vecino, descubrimos que el niño ha pasado de "hermoso", que diría la abuela, a gordo; esa cara delata una respiración trabajosa que anuncia infarto; esa espalda torcida, gloria de oficina...
Antes la carencia, ahora el exceso. Nos alimentamos y nos destruimos: alcohol, comida basura, drogas... ¿Si observan una foto de hoy dentro de otros cincuenta años, qué pensarán de nosotros? ¿Serán los ricos delgados y los pobres gordos?
1 comentarios:
Por eso no me gusta que me echen fotos.
Saludos colega.
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