17.000 dolares... conviene olvidarse de la cifra, que es lo que costó rodar Bellflower, proyectada en Sitges, porque lo siguiente es escribir "muchos directores debieran aprender con tan pocos medios..." y la película es excelente como para debatir cuánto ha costado y cuánto cuestan la mayoría de los blockbusters.
Con un comienzo como los capítulos de Battlestar Galáctica: diez, quince segundos en los que, como en una ráfaga, vemos imágenes de lo que ocurrirá posteriormente en la película, empieza la historia con dos amigos (Evan Glodell, director también de la película, y Tyler Dawson) que se preparan para el Apocalipsis fabricando un coche lanzallamas (la deuda con Mad Max, película que se cita, sobre todo en la fotografía es indisimulable) y que, por la noche, salen de marcha a un bar de mala muerte, donde Evan y Milly (Jessie Wiseman) se retan a comer grillos. Después Woodrow (Evan) y Milly se marchan a Texas en busca del bar más asqueroso ("si no me enfermo me voy a enfadar", le dice ella) en un viaje rodado, valga la paradoja, como una euforia tranquila. un trip agradable, con sus canciones y sus diálogos que me recuerdan a los de la pareja Slater-Arquette. Sin embargo, ciertas miradas inquietantes de la amiga de Milly, Courtney, Aiden (Tyler Dawson) y su relación exclusiva con Evan (los dos llegan a California desde Wisconsi), Milli advirtiéndole que no se enamore que, en la línea de las mujeres fatal, le hará daño, anuncian lo que viene a continuación: una auténtica transformación de Woodrow, incluida una barba, el cambio de rol entre su amigo y él, la confusión entre fantasía y realidad, entre pasado, presente y futuro, la repetición de actos del comienzo de la película pero con otro sentido (la escena de sexo) y un final tan esperado como inesperado... como brutal que, en cierto sentido estropea el director, intentando contar excesivas cosas en una especie de epílogo (ópera prima, director, guionista, actor... tiene que ser difícil saber cuándo cortar).
"Este debut oscuro y estimulante de Evan Glodell es una historia de amor
preapocalíptica y la más emocional y (literalmente) explosiva crítica
de la inseguridad masculina desde 'Fight Club'" (Aaron Hillis:
Village Voice.
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