martes, 13 de diciembre de 2011

Las mejores Navidades en mi casa y en la Casa Real

No concibo fecha más desagradable que la Navidad. Feliz Falsedad.
Pero este año promete. No cambiará el hecho de que cada arruga nueva de mi abuelo, cada cana de mi tío sea un recordatorio de mi propio rostro que ya no me atrevo a mirar en el espejo.
Tampoco mi libraré de las batallitas del abuelo ni de esa frustración, mezclada con rencor, que se acumula con las copos.
Pero este año, por fortuna, en mi casa no hay nada que celebrar. Ni en la mía ni en la Casa Real. Y, por eso, algunos pueden congratularse. Imagínense Navidad tras Navidad como la Infanta fea, Elena (sacada del episodio de la barba de la infanta española de La víbora negra) ve a la Infanta guapa y a su consorte, atractivo, vasco, comiéndose la boca... Fea y muerta de envidia la pobre. Como yo, que celebro más fracasos que triunfos en un año en que la gente o trabaja como un esclavo o no trabaja o se dedica a la política.
Esta Navidad no debemos llevarnos a engaño. Ya lo sabemos: los reyes son los padres y no tienen sangre azul, a la princesa se la lleva el ladrón, y no precisamente de Bagdag, como está la economía ni los camellos van a visitarme.
La Navidad en España tiene la cara de un registrador de la propiedad... todo demasiado vulgar.

Votar esta anotación en Bitácoras.com

1 comentarios:

kuro dijo...

Que me lleven a Oriente, pero no al de los Reyes, que no existen, claro.