lunes, 2 de abril de 2012

Matar a Pablo Escobar, de Mark Bowden

Mark Bowden (autor de Black Hawk Down) narra en Matar a Pablo Escobar, en una primera parte, el ascenso del narcotraficante (o narcoterrorista) hasta cabeza del Cartel de Medellín y enemigo público número uno de Colombia y Estados Unidos y, en la segunda (y más extensa) parte el "muerto, no vivo" que decretó el presidente Gaviria y al que se sumaron con entusiasmo distintas agencias de inteligencia norteamericanas.


Todos quisieron fotografiarse con el cadáver
El asesinato el 18 de agosto de 1989 del candidato a la Presidencia (y favorito) Luis Carlos Galán y el atentado (ciento diez pasarejos muertos) contra el Vuelo 103 de Avianca dictaron el comienzo de su caída. Cuatro meses después veinte narcos eran extraditados a EEUU. Aunque Escobar y los suyos, atacando a la elite político-económica, consigue, primero, que se declare inconstitucional la extradición y, segundo, que el presidente Gaviria acceda a que se declare culpable del delito que quisiera y en una cárcel construida por el propio Escobar. De sobra es conocida su fuga el 22 de julio de 1992: las orgías previas, cómo controlaba desde allí el Cartel de Medellín... Pero su jugada más audaz fue también su final: se crea el Bloque de Búsqueda a cargo del coronel Martínez (la némesis de Escobar), la Fuerza Delta, Central Spike, narcos resentidos del Cartel de Medellín y sus competidores de Cali... y la creación de una fuerza paramilitar, los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar), probablemente narcotraficantes y el Bloque de Búsqueda, asesorados por la inteligencia norteamericana, que comenzaron a asesinar abogados y amigos de Escobar, destruir sus posesiones y finalmente amenazar a la familia de Pablo, su talón de aquiles, toda vez que el Gobierno de Colombia les impidió salir del país. Con ellos fuera Pablo Escobar hubiera podido escapar del cerco e incluso, con los suyos a salvo, reiniciar su campaña de bombas.
Finalmente murió asesinado Pablo Escobar el 2 de diciembre de 1993. Fue rematado a bocajarro. Sus asesinos del Bloque de Búsqueda (¿o fue un francotirador de la Fuerza Delta?) le recortaron el bigote y se lo dejaron a la manera de Adolf Hitler. Una indignidad para el que cometió muchas. 
Escobar no fue, como pretendió a veces, un revolucionario: su lucha contra la guerrilla fue feroz y él siempre tuvo miedo de refugiarse en la selva y escapar de Medellín; pero los políticos colombianos representaban a las clases adineradas (el sueño de Escobar fue que lo aceptaran, pero aceptaban su dinero negro para financiar campañas electorales y su cocacina pero no su pretensión de ascenso), no a la mayoría de los colombianos, ni en la ciudad ni mucho menos a los campesinos. Fue en su Medellín natal donde Pablo Escobar fue un héroe y se convirtió luego en leyenda.
Escrito por un periodista de claras simpatías militares norteamericanas, pero que no esconde ni juzga. El relato perfecto para la película que no pudo ser Blow.


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