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Elia Kazan |
En tiempos de cambio, cuando una comunidad, etnia o clase social, percibe una amenaza en su seno, tiende a expulsar al extraño, al otro. A eliminarlo como si de una enfermedad se tratara. En la España Imperial, ese otro fue el judío, al que se juzgaba y condenaba como si de un espectáculo se tratara. En el siglo XX, también tenemos ejemplos donde juicio y castigo están montados como una representación: los procesos de Moscú y la búsqueda de comunistas en Estados Unidos,
la caza de brujas. Ésta no se dirigió en principio contra los profesionales del cine (se cebaron especialmente con profesores, funcionarios y mineros), pero la fama de sus protagonistas convirtió en símbolo la persecución de los rojos de Hollywood.
La Comisión de Actividades Antiamericanas, que se encargó de juzgar todo lo que supusiera una amenaza para los valores norteamericanos fue creada en 1938. Sin embargo, nos encontramos en la época del Roosevelt y el New Deal, pronto estallará la II Guerra Mundial. Sólo después de ésta y de que la Unión Soviética consiguiera la bomba atómica y en la guerra civil China acabaran triunfando los comunistas, comienzan a tomárselo en serio. El pensamiento es claro: sólo con traición los soviéticos tienen la bomba, sólo con traición, China, el aliado natural en Asia pasa a ser el enemigo. El
matrimonio Rosenberg fue condenado a muerte por espionaje en 1951.
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Dalton Trumbo, en la cárcel |
En marzo de 1947 la Comisión decidió efectuar una investigación sobre la infiltración comunista en el cine. Productores como Jack L. Warner, asustados por las grandes huelgas de trabajadores, aceptaron colaborar. Pronto, cuarenta y un profesionales de Hollywood, fundamentalmente guionistas y directores, fueron citados a declarar. Diecinueve de ellos (la mayoría judíos) decidieron oponerse: unos, apoyándose en la Quinta enmienda a la Constitución, que defiende que nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo; otros, los famosos “
Diez de Hollywood”, se acogieron a la Primera enmienda, por la cual nadie puede ser preguntado ni juzgado por su religión o ideología. Entre estos diez, estaba un ex combatiente de las Brigadas Internacionales, el guionista
Alvah Bessie que un año antes había ganado el oscar por
Objetivo Birmania (1945).
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McCarthy, en 1954 |
Estrellas de Hollywood como Humphrey Bogart, Groucho Marx o John Huston formaron parte de un
Comité de la Primera Enmienda para apoyar en radio y televisión a sus compañeros acusados. En octubre, las audiencias fueron canceladas, la Comisión no había conseguido su objetivo. Y los profesionales de Hollywood volvieron a casa como defensores de la libertad de expresión. Sin embargo, la unidad comenzaba a resquebrajarse, el primero en quitar su apoyo fue Bogart, también lo hizo Edward G. Robinson (posteriormente, cuando se estrenó
Bienvenido Mister Marshall (1953) en Cannes, el actor, que formaba parte del jurado, presentó una queja por el final de la película: las banderas española y norteamericana desaparecían por un sumidero). Y pronto los productores de los estudios dejaron sin trabajo a cualquiera del que se rumoreara su afiliación o simpatías comunistas: comenzaba la era de las listas negras. Y meses más tarde, se llamó de nuevo a los “
Diez de Hollywood”. Esta vez se les acusó de desacato y se les impuso multas y penas de cárcel. En 1950, uno de los encarcelados, el director Edward Dmytryk, autor de
Encrucijada de odios (1947), película de género negro donde se critica el racismo en el ejército, ofrece una lista con todos los comunistas que ha conocido. A partir de ese momento, la delación se vuelve norma entre quienes quieren probar su lealtad y salvar su carrera. Por su importancia, fue el director de cine y teatro Elia Kazan el más sonado (hace pocos años, cuando le dieron un oscar honorífico, la mitad de los asistentes a la gala aplaudían, mientras que otros, con su silencio, mostraban su rechazo). Kazan dirigió
Viva Zapata (1952),
Al este del Edén (1955) o
Un tranvía llamado deseo (1950). Aunque es en
La ley del silencio (1954), su obra maestra, donde hace una apología de la delación (si bien, y para cualquiera, no es lo mismo delatar al crimen organizado que a compañeros de trabajo cuyo único delito fue asistir a determinadas reuniones, leer tal o cual libro). Sin embargo, como demuestra en
La barrera invisible (
crítica mía aquí), antes y después, siempre fue un director progresista. Las denuncias prácticamente desaparecieron cuando el Congreso censuró al gran censurador, el presidente del Comité,
el senador McCarthy por “comportamiento contrario a las tradiciones del Senado”. Fue en el año 1954. Y había cometido el gran delito de extender la caza de brujas al ejército. Sin embargo, las listas negras continuaron y muchos directores y guionistas seguían exiliados en Europa o firmando sus guiones con seudónimo. Fue
Espartaco (1960) la primera película donde uno de los “Diez de Hollywood”, el guionista y director
Dalton Trumbo, pudo firmar con su nombre. Según la leyenda, el director Stanley Kubrick quiso apropiarse del guión, firmarlo con su nombre, sin embargo, Kirk Douglas no se lo permitió.
La caza de brujas significó el fin de la edad dorada de Hollywood. Directores comos Orson Welles o Jules Dassin marcharon a Europa, el gran dramaturgo Bertolt Brecht acabó su carrera cinematográfica, hasta Charles Chaplin fue investigado. Y de Hollywood sólo nos quedaron las comedias almibaradas de Doris Day hasta la generación de los Scorsese, Coppola o Hal Ashby.
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