lunes, 20 de diciembre de 2010

Memoria en Cehegín

Pensaba que el Papa polaco ya beatificó a todos los muertos por Dios de nuestra última Guerra. Pero no, alguno ha dejado para el alemán. Como a Miguel Fáundez, al que asesinaron unos milicianos en nuestra comarca.

Vencedores y vencidos de ese conflicto tienen derecho a enterrar, a homenajear o a llorar a sus muertos como les plazca.

Para los que no acumulamos cadáveres reales o imaginarios en el armario, para los que nos interesa más el conocimiento que la querella, nos parece una buena idea el Banco de Memoria ceheginero. Su alcalde decía en la presentación: «Servirá para que los jóvenes sepan cómo fue la vida de fácil o difícil, y que sepan las dificultades que se pasaron». Dificultades que tal vez no lo parezcan ahora: el tiempo cambia los recuerdos y, hasta los años más duros parecen los mejores, como escribía Gil de Biedma sobre su infancia en plena Guerra Civil: «Fueron, posiblemente, los años más felices de mi vida… Mi amor por los inviernos mesetarios es una consecuencia de que hubiera en España casi un millón de muertos».

Alegra que Cehegín conserve los recuerdos de sus mayores sin la acritud a la que parecemos condenados cada vez que hablamos de memoria. Y más si le añadimos lo de histórica.








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