lunes, 26 de septiembre de 2011

Florence Nightingale, Gordon y otros, en Victorianos eminentes

"Me hizo reír tan alto que un oficial de prisiones se asomó a mi celda para recordarme que la cárcel era un lugar de castigo". Así recuerda Bertrand Russell la lectura de Victorianos eminentes que se publicó en 1918, cuando su autor, Lytton Strachey, había cumplido ya 38 años.

Miembro del Círculo de Bloomsbury, frecuentó a Leonard Wolf, Virginia Wolf (con la que estuvo prometido durante unos cuatro días), Gerald Brenan (tras visitarlo en Granada, desaconsejó al matrimonio Wolf que viajaran a España: "¡Es la muerte, es la muerte!"), Keynes, Dora Carrington (la pintora, con la que convivió a pesar de la homosexualidad de Strachey, se suicidaría una vez que él falleció de cáncer en 1932).
En el prólogo de la edición de Valdemar, Damaso López señala: "Lo que hizo que el libro se convirtiese en un éxito de ventas fue la capacidad del autor para dar forma a través de unos ensayos biográficos a una suerte de manifiesto generacional, un cauce de manifestación de ciertos intelectuales vinculados a Cambridge y Oxford que ponían en tela de juicio los logros del reinado que acababa de concluir, que hacían explícitas las intenciones más oscuras de los gobernantes, que criticaban las constricciones a las que sometía a sus miembros una sociedad atenta tan sólo hacia el prejuicio y las apariencias".
A la época victoriana, al Imperio británico, aunque todavía lo conservaron unas décadas, se lo llevó la I Guerra Mundial: "la guerra mató cien millones de personas, costó sesenta millones de libras y destruyó los cimientos de la civilización occidental", contaba en su autobiografía Leonard Woolf.
A Strachey se le recuerda fundamentalmente por la ironía, por el retrato sicológico, apenas utilizado hasta entonces por los biográfos anglosajones (que Strachey no reconoce como maestros: "Entre nosotros, la biografía se ha relegado a los aprendices de las letras; no nos hemos parado a pensar en que quizá es tan difícil escribir una buena vida como vivirla".).
El cardenal Manning, prelado católico, Florence Nightingale, reformista del sistema sanitario inglés; Thomas Arnold, director de la Escuela de Rugby y reformista de la enseñanza; y el general Gordon y su defensa de Jartum, son los biografiados. 
- Manning funciona bien como alter ego del (beatificado por Benedicto XVI) cardenal Newman, a quien le hizo la vida imposible casi hasta el final de sus días. Newman encontró en Manning un enemigo formidable. Dos protestantes que intentaron reformar la Iglesia Anglicana (esclava del poder secular y degradada, según ellos y otros del Movimiento de Oxford) que se pasaron al catolicismo... Para Strachey, Manning ingresó en la Iglesia de Roma por "su preocupación por lo sobrenatural [...] y sus preocupaciones sobre sí mismo". "Una persona con su temperamento, una vez que estaba claro que podía elegir, ¿cómo iba a dudar entre la dignidad respetable de un obispo inglés, sometido al poder civil, con el juicio de Gorham como bocado entre los dientes, y las pretensiones sin límites del más humilde sacerdote de Roma?". . Y a los catorce años de su conversión, Manning era la jerarquía suprema de la comunidad católica de Inglaterra, arzobispo de Westminster.
Aparte: curiosa Inglaterra donde el XIX, y comienzos del XX vio como los más inquietos de sus hijos se pasaban al catolicismo: Chesterton, Graham Greene, Newman, Tolkien, Evelyn Waugh, Muriel Spark (autora de La plenitud de la señorita Brodie)... Quien no se convirtió al catolicismo, lo hizo al comunismo.
Con Florence Nightingale, no es que afile la pluma, pero se deja la teología (solo en parte, todos los victorianos perdían mucho tiempo con la religión): "La abnegada, la santa, la delicada doncella de clase alta que despreció los placeres de una vida de comodidad para socorrer a los afligidos [...] Pero la verdad era diferente [...] La poseía un demonio. Ahora bien, los demonios, sean lo que sean, están llenos de interés".
- La joven Nightingale devora libros de enfermería, informes, trabaja en hospitales, una actividad que no agota su desmedida fuerza. Rechaza a un joven, piensa en el suicidio "A los treinta y un años lo único que me parece deseable es la muerte", escribe en su diario. Y su madre lloraba: "Somos patos, pero hemos criado un cisnes salvaje". Cuenta Strachey: "La pobre señora se equivocaba: no habían criado un cisne, sino un águila". En Crimea alcanzó la fama y Notas sobre la enfermería su obra más importante... Cuando se acercó su hora: "No iba a morir como había vivido. Iba a perder el aguijón, se iba a reblandecer, se iba convertir en alguien obediente y complaciente.". 
- Termina su biografía del Dr. Arnold con la siguientes palabras: "El entusiasta celoso que luchó para convertir a sus discípulos en caballeros cristianos, y que rigió su escuela de acuerdo con los principios del Antiguo Testamento, ha resultado ser el fundador de la adoración del atletismo, y de la adoración de las reglas. Sobre esos dos polos han girado durante tanto tiempo las escuelas públicas que casi se ha llegado a creer que tal es su naturaleza esencial, y  que un alumno inglés de una escuela pública, hoy, que lleve los vestidos incorrectos, que no se interese por el fúbol es una contradicción en los términos. Sin embargo, no era así antes del Dr. Arnold".
- Con el general Gordon, Strachey se inspira, su retrato supera en ironía al que le dedica a Florence Nightingale. Comienza en 1883, con un personaje a las afueras de Jerusalén explicándole a quien quisiera escucharle dónde habían crucificado a Cristo, la línea divisoria entra las tribus de Benjamín y Judá, el lugar exacto del Edén... y buscaba dónde tocó tierra por primera vez el Arca tras el reflujo del Diluvio. El personaje era Gordon. "Más de un observador declaró que, en realidad, la ambición era el motor de su vida. Una ambición que no se interesaba por el dinero o los títulos, sino por la fama y la influencia, por el poder sobre las multitudes, por esa clase de vida superior e intensa...". El biógrafo critica al Gobierno y al propio Strachey por regresar a Sudán, donde fue gobernador general: "Más que ninguna otra cosa, era un luchador, un fanático, un aventurero temerario; ahora le habían confiado la dirección de una retirada deshonrosa". Todos sabemos cómo acabó Gordon en Jartum y si no siempre queda la película donde lo interpreta Charlton Heston...
Lo que pretendía Strachey, y que líneas arriba explica su traductor Damaso López, queda claro en este final, cuando los británicos deciden "vengar" la muerte de Gordon: "El futuro sería del comandante Kitchener y de sus cañones Maxim-Nordenfeldt [...] En cualquier caso, todo había terminado en la mayor felicidad: con una matanza gloriosa de veinte mil árabes, una adición enorme al Imperio Británico, y un paso más para que sir Evelyn Baring lograse el título de par".
Antes de leer este Victorianos eminentes es aconsejable conocer algo más de los personajes y de la época victoriana, estas biografías de Strachey se leen solo como un añadido, aunque el añadido que le da sabor a un tiempo de una gloria que se basó en la explotación, como en Sudán, tiempo donde Kipling pudo escribir: "Embarcadme y llevadme a algún lugar al este de Suez, donde da igual lo mejor y lo peor, donde no existen los Diez Mandamientos y un hombre puede despertar su sed".

Trailer de la película sobre Dora Carrington




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