"Me hizo reír tan alto que
un oficial de prisiones se asomó a mi celda para recordarme que la cárcel era
un lugar de castigo". Así recuerda Bertrand Russell la lectura de Victorianos
eminentes que se publicó en 1918, cuando su autor, Lytton Strachey,
había cumplido ya 38 años.
Miembro del Círculo de
Bloomsbury, frecuentó a Leonard Wolf, Virginia Wolf (con la que estuvo prometido
durante unos cuatro días), Gerald Brenan (tras visitarlo en Granada,
desaconsejó al matrimonio Wolf que viajaran a España: "¡Es la muerte, es
la muerte!"), Keynes, Dora Carrington (la pintora, con la que convivió a
pesar de la homosexualidad de Strachey, se suicidaría una vez que él falleció de
cáncer en 1932).
En el prólogo de la edición de
Valdemar, Damaso López señala: "Lo que hizo que el libro se convirtiese en
un éxito de ventas fue la capacidad del autor para dar forma a través de unos
ensayos biográficos a una suerte de manifiesto generacional, un cauce de
manifestación de ciertos intelectuales vinculados a Cambridge y Oxford que
ponían en tela de juicio los logros del reinado que acababa de concluir, que
hacían explícitas las intenciones más oscuras de los gobernantes, que criticaban
las constricciones a las que sometía a sus miembros una sociedad atenta tan
sólo hacia el prejuicio y las apariencias".
A la época victoriana, al Imperio británico, aunque todavía lo conservaron unas décadas, se lo llevó la I Guerra Mundial: "la guerra mató cien millones de personas, costó sesenta millones de libras y destruyó los cimientos de la civilización occidental", contaba en su autobiografía Leonard Woolf.
A la época victoriana, al Imperio británico, aunque todavía lo conservaron unas décadas, se lo llevó la I Guerra Mundial: "la guerra mató cien millones de personas, costó sesenta millones de libras y destruyó los cimientos de la civilización occidental", contaba en su autobiografía Leonard Woolf.
A Strachey se le recuerda
fundamentalmente por la ironía, por el retrato sicológico, apenas
utilizado hasta entonces por los biográfos anglosajones (que Strachey no
reconoce como maestros: "Entre nosotros, la biografía se ha relegado a los
aprendices de las letras; no nos hemos parado a pensar en que quizá es tan
difícil escribir una buena vida como vivirla".).
El cardenal Manning, prelado
católico, Florence Nightingale, reformista del sistema sanitario inglés; Thomas
Arnold, director de la Escuela
de Rugby y reformista de la enseñanza; y el general Gordon y su defensa de
Jartum, son los biografiados.
- Manning funciona bien como alter
ego del (beatificado por Benedicto XVI) cardenal Newman, a quien le hizo la
vida imposible casi hasta el final de sus días. Newman encontró en Manning un enemigo formidable. Dos protestantes que intentaron
reformar la Iglesia
Anglicana (esclava del poder secular y degradada, según ellos y otros del Movimiento de Oxford) que se
pasaron al catolicismo... Para Strachey, Manning ingresó en la Iglesia de Roma por
"su preocupación por lo sobrenatural [...] y sus preocupaciones sobre sí
mismo". "Una persona con su temperamento, una vez que estaba claro
que podía elegir, ¿cómo iba a dudar entre la dignidad respetable de un obispo
inglés, sometido al poder civil, con el juicio de Gorham como bocado entre los
dientes, y las pretensiones sin límites del más humilde sacerdote de
Roma?". . Y a los catorce años de su conversión, Manning era la jerarquía
suprema de la comunidad católica de Inglaterra, arzobispo de Westminster.
Aparte: curiosa Inglaterra donde
el XIX, y comienzos del XX vio como los más inquietos de sus hijos se pasaban
al catolicismo: Chesterton, Graham Greene, Newman, Tolkien, Evelyn Waugh,
Muriel Spark (autora de La plenitud de la señorita Brodie)... Quien no se convirtió al catolicismo, lo hizo al comunismo.
Con Florence Nightingale, no es
que afile la pluma, pero se deja la teología (solo en parte, todos los
victorianos perdían mucho tiempo con la religión): "La abnegada, la santa,
la delicada doncella de clase alta que despreció los placeres de una vida de comodidad
para socorrer a los afligidos [...] Pero la verdad era diferente [...] La
poseía un demonio. Ahora bien, los demonios, sean lo que sean, están llenos de
interés".
- La joven Nightingale devora libros de enfermería, informes, trabaja en hospitales, una actividad que no agota su desmedida fuerza. Rechaza a un joven, piensa en el suicidio "A los treinta y un años lo único que me parece deseable es la muerte", escribe en su diario. Y su madre lloraba: "Somos patos, pero hemos criado un cisnes salvaje". Cuenta Strachey: "La pobre señora se equivocaba: no habían criado un cisne, sino un águila". En Crimea alcanzó la fama y Notas sobre la enfermería su obra más importante... Cuando se acercó su hora: "No iba a morir como había vivido. Iba a perder el aguijón, se iba a reblandecer, se iba convertir en alguien obediente y complaciente.".
- La joven Nightingale devora libros de enfermería, informes, trabaja en hospitales, una actividad que no agota su desmedida fuerza. Rechaza a un joven, piensa en el suicidio "A los treinta y un años lo único que me parece deseable es la muerte", escribe en su diario. Y su madre lloraba: "Somos patos, pero hemos criado un cisnes salvaje". Cuenta Strachey: "La pobre señora se equivocaba: no habían criado un cisne, sino un águila". En Crimea alcanzó la fama y Notas sobre la enfermería su obra más importante... Cuando se acercó su hora: "No iba a morir como había vivido. Iba a perder el aguijón, se iba a reblandecer, se iba convertir en alguien obediente y complaciente.".
- Termina su biografía del Dr.
Arnold con la siguientes palabras: "El entusiasta celoso que luchó para
convertir a sus discípulos en caballeros cristianos, y que rigió su escuela de
acuerdo con los principios del Antiguo Testamento, ha resultado ser el fundador
de la adoración del atletismo, y de la adoración de las reglas. Sobre esos dos
polos han girado durante tanto tiempo las escuelas públicas que casi se ha
llegado a creer que tal es su naturaleza esencial, y que un alumno inglés
de una escuela pública, hoy, que lleve los vestidos incorrectos, que no se
interese por el fúbol es una contradicción en los términos. Sin embargo, no era
así antes del Dr. Arnold".
- Con el general Gordon, Strachey
se inspira, su retrato supera en ironía al que le dedica a Florence
Nightingale. Comienza en 1883, con un personaje a las afueras de Jerusalén
explicándole a quien quisiera escucharle dónde habían crucificado a Cristo, la
línea divisoria entra las tribus de Benjamín y Judá, el lugar exacto del
Edén... y buscaba dónde tocó tierra por primera vez el Arca tras el reflujo
del Diluvio. El personaje era Gordon. "Más de un observador declaró que,
en realidad, la ambición era el motor de su vida. Una ambición que no se
interesaba por el dinero o los títulos, sino por la fama y la influencia, por
el poder sobre las multitudes, por esa clase de vida superior e
intensa...". El biógrafo critica al Gobierno y al propio Strachey por
regresar a Sudán, donde fue gobernador general: "Más que ninguna otra
cosa, era un luchador, un fanático, un aventurero temerario; ahora le habían
confiado la dirección de una retirada deshonrosa". Todos sabemos cómo
acabó Gordon en Jartum y si no siempre queda la película donde lo interpreta
Charlton Heston...
Lo que pretendía Strachey, y que
líneas arriba explica su traductor Damaso López, queda claro en
este final, cuando los británicos deciden "vengar" la muerte de
Gordon: "El futuro sería del comandante Kitchener y de sus cañones
Maxim-Nordenfeldt [...] En cualquier caso, todo había terminado en la mayor
felicidad: con una matanza gloriosa de veinte mil árabes, una adición enorme al
Imperio Británico, y un paso más para que sir Evelyn Baring lograse el título
de par".
Antes de leer este Victorianos
eminentes es aconsejable conocer algo más de los personajes y de la época
victoriana, estas biografías de Strachey se leen solo como un añadido, aunque el
añadido que le da sabor a un tiempo de una gloria que se basó en la explotación, como en Sudán, tiempo donde Kipling pudo escribir: "Embarcadme y llevadme a algún lugar al este de Suez, donde da igual lo mejor y lo peor, donde no existen los Diez Mandamientos y un hombre puede despertar su sed".
Trailer de la película sobre Dora Carrington
Trailer de la película sobre Dora Carrington
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