martes, 24 de enero de 2012

Las piernas de Fanny


«Hoy tengo cuerpo de Truffaut», una expresión que escuchamos un amigo y yo en un videoclub (ya cerrado) una tarde de domingo, nos provocó una sana carcajada que aun hoy se repite cuando recordamos la anécdota. ¿Pero tenía razón la joven o, por el contrario, parece imposible «no tener cuerpo de Truffaut» cada día?

En mi caso una película de Godard, una de Lars von Traer necesitan de una preparación previa: no me ocurre nada parecido con Truffaut: tengo uno para cada ocasión, para cada estado de ánimo: el que bebe del policíaco norteamericano, como en Tirad sobre el pianista; el humanista de El pequeño salvaje; todo Antoine Doinel, ese alter ego que ama las mujeres los libros, el cine…; el notable adaptador de novelas famosas (Fahrenheit 451) o no tan conocidas -versiones Jules y Jim y Las dos inglesas y el amor (ambas de  Henri Pierre Roché).
Trintignant y Fanny Ardant
Vivamente el domingo (su testamento cinematográfico) es una adaptación del novelista de género negro Charles William (suyo es el libro del que Dennis Hopper realizó su mejor película: Labios ardientes, con Don Johnson, Jennifer Connelly y Virginia Madsen): un hombre (Jean Louis Trintignant) aparece como culpable del asesinato de su esposa, pero su secretaria (Fanny Ardant, en ese momento pareja de Truffaut), enamorada de él, pretende demostrar que es inocente.
Truffaut se viste del Maestro más ligero y ofrece al espectador una mezcla de género negro, comedia y drama. Un culpable (¿falso, inocente?) Trintignant que recuerda al Cary Grant de Atrapa a un ladrón o al de Charada de Stanley Donen. Solo que el actor francés no es el británico. Fue su primer y único trabajo con François Truffaut, al que en 1979 escribe: «Me hubiera encantado trabajar en sus películas. Estoy seguro de que no le habría defraudado como actor y también estoy convencido de que lo habría hecho muy bien. Tal vez hay algo en mí o en mi manera de interpretar que no le gusta. Esta carta no pretende ser agresiva. Al contrario. Los actores somos a veces un poco gilipollas. Nos parece cosa de orgullo esperar a que nos llamen…». Posteriormente el cineasta reconocería que «Trintignant habría sido el único actor que hubiera podido interpretar los papeles que el propio cineasta interpretó en sus películas: el doctor Itard en El pequeño salvaje, Julien Davenne en La chambre verte, o Ferrand en La noche americana». (Antoine de Baeque y Serge Toubiana en su biografía sobre Truffaut). Pero la estrella de la película, y protagonista, era Fanny Ardant (aunque en los 60 se la imaginó con la cara y el cuerpo de Jeanne Moreau. El problema es que en la novela de Charles William, explica la coguionista Suzanne Schiffman, «era el hombre que llevaba una parte de las investigaciones y la mujer la que se quedaba en la agencia…¡No tenía un papel muy activo!». Truffaut duda del guión (no le parece verosímil) pero Fanny Ardant lo encuentra muy divertido; y el otro guionista, Jean Aurel, da  con la clave: «Es un guión sin pies ni cabeza, no tiene lógica ni en cuanto a tiempo ni en cuanto al espacio, está pensado como una diversión. El tema de la película no corresponde exactamente a la acción que se desarrolla, sino que ésta sirve de apoyo al resto».
Una diversión, cierto, en un estupendo blanco y negro de Nestor Almendros que ahuyentó a varios productores (ya es el año 1982).
Tal vez no pase a esa Historia (con mayúsculas) del cine como Jules y Jim y esa escena en la que Jeanne Moreau, disfrazada de muchacho, vence (la dejan vencer) en una carrera a Oskar Werner y Henri Serre. Tal vez por películas como esta se produjo el distanciamiento con Godard. Aunque venía de antes, de 1968. Declara Truffaut: «Piensa que después de mayo del 68 ya no se puede hacer el mismo cine y no puede ver a quienes continúan haciéndolo. Yo ya elegí, y lo tengo muy claro, quiero hacer películas normales, es mi vida». Más comedido Truffaut en un principio, tras la furibunda crítica de Godard a La noche americana, el insulto se convierte en conversación o diálogo de sordos para ellos.
Tal vez… pero ningún director después de él ha rodado, con tan buenos resultados, una película como la haría Hitchcock, Stanley Donen o, por qué no, ese Clouzot que tan poco gustó a la Nouvelle Vague.

PD. El título de este artículo resulta innecesario aclararlo una vez sea vea la película. Las citas son de la biografía de François Truffaut de Antoine de Baecque y Serge Toubiana.








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