sábado, 3 de marzo de 2012

Falangistas y católicos. (Historia de las dos Españas de Santos Juliá)


Hablar de dos Españas resulta un convencionalismo, útil a efectos prácticos, pero cualquiera de esas dos Españas incluye otras. El proyecto de los falangistas (católicos) para construir el Estado tras la Guerra Civil no tenía demasiado que ver con el que propugnaban los católicos. Aunque tal vez hubiera menos diferencias que entre los que proponían comunistas y anarquistas
 Del libro de Santos Juliá Historia de las dos Españas me han interesado sobre todo los capítulos finales: el proyecto de Estado de falangistas y católicos y como (en algunos casos, no la mayoría) fueron llegando sus pensadores hasta posiciones democráticas (eso sí, una vez alejados del Poder).

¿Cuál fue su actitud ante el nuevo Régimen? Sobre los católicos, aunque también vale para los falangistas: “La relación con ese Estado no tendrá nada que ver con la mantenida con la República: si entonces chocaron diferentes estrategias, si en las alturas de la jerarquía pudo existir una tendencia proclive a Acción Popular y otra favorable a Acción Española, ahora la unidad relucía sin fisuras: la única estrategia, por todos compartida, era sostener a Franco, convertirse en el más sólido puntal del Nuevo Estado”. 
Franco, por encima de todo, quien elegía entre la oferta de católicos y falangistas (también carlistas) lo que le resultara útil para su mantenimiento en el poder. Con la derrota del Eje, el falangismo pasó a un segundo plano, aunque el Dictador nunca se deshizo de los falanguistas. “En 1945 ni militares ni falangistas servían para establecer relaciones con el exterior; los únicos que podían desempeñar ese papel eran los propagandistas, acostumbrados a viajar, a asistir a congresos internacionales”. Es decir, como rostros del Régimen Martín Artajo a Relaciones Exteriores, Ibáñez Martín continúa en Educación... Para el nuevo ministro de Exteriores, Martín Artajo, España debía evitar el voto individual, los partidos políticos y la libertad de expresión (no es el proyecto católico menos totalitario que el falangista). 
En ese momento de 1945 los falangistas, que apenas tuvieron autores destacados antes de 1939, pensaban que la historia acabaría condenando al olvido a los católicos (aunque ellos también lo fueran) y a los monárquicos. No era una Falange liberal, como pretendieron después Antonio Tovar, Laín Entralgo o Torrente Ballester. Pero cuando echan la vista atrás mantienen posiciones liberales e incluso alguno (caso Ridruejo) democráticas. “Recordamos o echamos al olvido según lo que el presente requiere que hagamos con las huellas del pasado”, escribe Santos Juliá.
La lucha entre falangistas y católicos dio lugar a dos retóricas, que Santos Juliá define como la España como problema (la de los falangistas): “Los hombres de la España como problema eran los mismos que, entre 1939 y 1942 se habían señalado por su voluntad de fascistizar el Estado, la sociedad y la cultura”. Laín Entralgo, por ejemplo, pensaba que eran ellos, “los que habían ganado la guerra, los nietos más jóvenes del 98, por haber participado de la tragedia sin ser de ella culpables”. Mientras que Ridruejo “se tenía por comprensivo porque pretendía destruir a sus contrarios asumiéndolos: “Ni absolutistas ni liberales, ni tradicionalistas ni revolucionarios, ni derechistas ni izquierdistas han sabido en España destruir a sus contrarios asumiéndolos””. En las revistas literarias que publicaba, por ejemplo, Escorial trataron de “salvar” escritores como Machado, Unamuno o Gasset “depurando” su obra de todo lo político que consideraban nocivo.
La otra retórica, la de la España sin problema, era la de Rafael Calvo Serer o Joaquín Ruiz-Giménez, también caídos en desgracia en 1956. Aunque extrajo una lección para sus miembros más jóvenes, los que se darían a conocer como generación del 48 por el Tratado de Westfalia, comienzo de los males de la nación: “La inapelable derrota de la Tercera Fuerza sirvió al menos para convencer, si no lo estaban ya, a otras corrientes dentro del Opus Dei de que el ataque frontal y por sorpresa, la aspiración a mando a partir de una plataforma propia, la organización de una fuerza en torno a periódicos, revistas, editoriales, instituciones culturales, no era un buen camino para llegar al poder si se acompañaba de combates ideológicos librados en público con el propósito de conquistar posicones dentro del aparato del Estado, al que, como todos los bien avisados sabían, se llegaba por otros caminos”.
Fueron esos otros católicos, provenientes del Opus Deí, los que comprendieron que al Poder se llegaba reclutados por quienes ya tenían poder, como le sucedió a Laureano López Rodó.
Solo en 1957 “cuando la crisis abierta en febrero de 1956 estaba ya más que cerrada fue cuando los más arrojados comenzaron a hablar, primero con reticencias y luego abiertamente de democracia y probaron a ser, por primera vez, intelectuales en el sentido original del vocablo: gentes que participan en el debate  público con las únicas armas de la palabra y la escritura”. En este momento se inicia el viaje hacia la democracia que pudo durar décadas.

PD. Cánovas y la derecha española. Del magnicidio a los neocons es un libro interesante, si bien muy crítico con el pensamiento de derechas en España.
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1 comentarios:

rubencastillogallego dijo...

Me haré con esta obra, sin duda. Gracias por dármela a conocer