viernes, 2 de marzo de 2012

Los orígenes del fundamentalismo, de Karen Armstrong

"No se trata de una reacción o respuesta inmediata a la sociedad secular moderna, sino que únicamente se desarrolla cuando el proceso de modernización está muy avanzado. Al principio, los tradicionalistas -como los miembros de Agudat en el este europeo- trataron de encontrar nuevas maneras de adaptar su fe al nuevo desafío. Adoptaron algunas ideas e instituciones modernas, e intentaron demostrar que éstas no eran extrañas a la tardición, que la fe era bastante poderosa para absorber estos cambios. Pero una vez que la sociedad había llegado a ser más secular y racional, algunos consideraron inaceptables sus innovaciones. Empezaron a comprender que todo el ímpetu de la modernidad secular era diametralmente opuesto a los ritmos de la religión conservadora premoderna y que ponía en peligro sus valores esenciales. Comenzaron a planear una contraofensiva y a formular una solución "fundamentalista" que apelara a los principios básicos".


Karen Armstrong sigue al estudiosos judió Alan L. Mittelman para explicar cómo funciona el fundamentalismo (judíos, cristianos -norteamericanos protestantes- y musulmanes) en el mundo moderno.
Aunque comienza su estudio sobre 1500 (1492 con la expulsión de los judíos de España), el grueso lo dedica a finales del XIX y principios del XX, cuando a la experiencia de la modernización se le añade en el mundo musulmán la de la colonización (Egipto e Irán son los objetos de su estudio) y los judíos europeos inician un proceso de secularización para salir del gueto (aunque el racismo biológico impedirá que abandonen, o dejen de ser conscientes, de su religión judía). 
Mientras, los protestantes norteamericanos se dividen entre fundamentalistas y pentecostales ("fieles a su fervor excluyente y condenatorio, los fundamentalistas odiaban a los pentecostales. Warfield aducía que la era de los milagros había pasado; los pentecostales estaban tan equivocados como los católicos romanos al creer que Dios modificaba las leyes de la naturaleza sobre una base regular"). La elite en Norteamérica apenas se encontraba entre estos fundamentalistas: defendía la evolución y la alta crítica. Así se llegó al juicio de Dayton, una derrota enorme para los fundamentalistas: "sin embargo, las burlas de los cruzados laicos como Mencken fueron contraproducentes. La creencia fundamentalista estaba enraizada en una angustia y un temor profundo que no se podían aplacar con un argumento puramente racional. Después del juicio, llegaron a ser más extremistas".
Regresando al mundo islámico, en las primeras décadas del siglo XX, no se vio como enemigo al europeo o al cristianismo. Los pensadores más notables fueron laicos: "Si los egipcios habían llegado a creer que el secreto del éxito europeo era el nacionalismo, a comienzos del siglo XX los iraníes creían que el verdadero secreto consistía en el gobierno constitucional". Por su parte, los judíos fundamentalistas tenían un gran problema con el Israel geográfico, con el Estado que se apresuraban a constituir sionistas y judíos religiosos pero no ultraortodoxos. "Para estos, la modernidad -incluso el Estado de Israel- era simplemente la más reciente manifestación del galut, el estado de exilio y alejamiento de Dios. El Holocausto había revelado su malignidad esencial . Se suponía que un judío no podía sentirse cómodo en un mundo semejante, aun cuando, paradójicamente, en Israel y América la educación religiosa de la Torah estaba subvencionada con generosidad y florecía mejor que nunca". Pero con la victoria en la Guerra de los Seis Días y sobre todo con la angustia que generó la del Yom Kippur cobraron protagonismo los seguidores de Zevi Yehuda, sionistas religiosos (los futuros colonos en territorio ocupado: comenzaron en Hebrón en abril de 1968 Moshe Levinger y familiares y amigos la ocupación de territorio que pensaban que pertenecía al Israel de la Biblia pero que la ONU reconocía como Palestina).
Para Karen Armstrong: "A comienzos del siglo XX, la gente estaba tratando de encontrar nuevas formas de practicar su religiosidad. Así como los pueblos de la primera era axial (hacia 700-200 a.e.c.) habían descubierto que el paganismo ya no surtía efecto en sus nuevas condiciones y desarrollaron las grandes religiones confesionales, también en esta segunda era axial había un desafío similar. Como toda empresa realmente creativa, la búsqueda de una fe moderna -y, después, posmoderna- resultaba ardua. La busqueda continúa, pero aún no ha surgido ninguna solución definitiva o muy satisfactoria. La religiosidad que llamamos fundamentalista es sólo uno de estos intentos".
Quizá a muchos lectores les interese (y la autora dedica más espacio cuando escribe sobre el siglo XX) el Islam: la cadena que va de al Mawdudi hasta Al-Qutb o, entre los iraníes, Jomeini (en 1971 publica Al-Hukuma al-Islami y en 1972 un artículo que titula La mayor batalla, pero según la autora nada indica que creyera próxima la toma de poder por los muyaidines) y la Revolución islámica. A mí me divierten más esos judíos que se plantean cumplir todas las limitaciones que les llevaría seguir estrictamente la Torah o los cristianos protestantes que creen que la creación del Estado de Israel es el acontecimiento más importante desde la llegada de Cristo al mundo, aunque se dividen entre quienes creen que todos los judíos serán exterminados con el regreso del Mesías o solo una tercera parte o, todavía más, los que parecen sacados de una película de abducciones, los del Rapto (más de los que se piensa): quienes flotarán en el aire mientras ven a sus familiares y amigos no creyentes cómo son destruidos por la ira de Dios.
Los orígenes del fundamentalismo de Karen Armstrong se encuentra en Tusquets, así como una biografía de Mahoma por la misma autora.
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