martes, 15 de mayo de 2012

Entreguerras

Grecia en la actualidad
31 de julio de 1922, los sindicatos socialistas italianos llaman a la Huelga General. Los fascistas de Mussolini aseguran el funcionamiento de los servicios mínimos y reprimen violentamente la huelga. En octubre de ese año, Marcha de los Camisas Negras sobre Roma (el 29 de octubre el Rey encarga a Mussolini formar gobierno).

Año 2012. En Grecia Amanecer Dorado (los neonazis) actúan como vigilantes y guardaespaldas en barrios donde hace tiempo que el Estado ha dejado de cumplir (una o todas) sus funciones. «Quería volver a utilizar como almacenes tres pisos que tengo en el centro de Atenas y que estaban desocupados. Muchos paquistaníes se habían metido dentro para dormir. Fui a la policía y me dijeron que no podían hacer nada sin una orden de la Fiscalía. Pero uno de los agentes me dio un papel con un teléfono: llamé y poco después vinieron un grupo de chicos [del movimiento Amanecer Dorado] que echaron a los paquistaníes y les dieron una buena paliza. Y, además, luego me limpiaron los pisos», relata para ABC un ciudadano griego.
 Evidentemente la extrema derecha: años 30 del siglo XX o en la actualidad se rige por la violencia. Pero el modelo se puede mejorar (y lo mejorarán): en Palestina mientras la OLP robaba el dinero que recibian de organizaciones de todo el mundo, Hamás creaba una red de escuelas y hospitales (e infectaba de islamismo a casi todos los beneficiados).

Escribir hace menos de una semana esta columna Hedonismo antes que revolución y ahora su contraria.
En 1997, según el informe de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD): "las crecientes desigualdades plantean una grave amenaza de que se produzca una reacción violenta contra la globalización, que tanto puede estallar en el Norte como en el Sur (...) Las décadas de 1920 y 1930 constituyen una sombría e inquietante advertencia sobre la rapidez con que la pérdida de confainza en los mercados y en la apertura económica puede reflejarse en los acontecimientos políticos".
Coincidiremos que ahora la situación es peor que en 1997: ni conservadores ni socialdemócratas han redistribuido la riqueza (en España durante el último Gobierno socialista las diferencias entre ricos y pobres aumentaron... también con Aznar). ¿Qué sentido entonces tiene un Estado si es incapaz de redistribuir la riqueza que se crea entre toda la población y además aboga (o no aboga pero ocurre en la práctica) por suprimir la educación y la sanidad pública universal?
La Revolución Rusa
Le queda tan solo el aparato represivo. En España, con reducciones, pero Defensa recorta la la mitad que la media de los ministerios. Aunque tal vez el Estado decida que necesita ese proletariado armado para defender los barrios de ricos, sus parlamentos, sus sedes bancarias. Y, como ocurre en Grecia y en cualquier barrio deprimido, o los vecinos se arman o aparecen "salvadores" de fuera. Y en esos barrios pobres resugirá el fascismo (¿controlado por el gran capital o finalmente incontrolable como sucedió en la Alemania nazi?). Ya en Francia el partido obrero es el de Marine Le Pen. Recordemos que en la primera vuelta la izquierda no superó el 44% de los votos; para ganar en segunda vuelta Hollande necesitó votos de los centristas de Bayrou y del Frente Nacional de Le Pen (no encuentro la noticia, pero en algunas regiones obreras donde en primera vuelta ganó Le Pen en segunda lo hizo Hollande).
Década tras década, gobernaran socialdemócratas o liberales los barrios más deprimidos recibían un aluvión de inmigrantes (necesarios: quién limpiaba nuestros suelos, cuidaba a nuestros mayors, se encadenaban a la fábrica) que han quebrado los servicios sociales: largas colas en el hospital, clases escolares masificadas, aumento de la violencia en las calles... Las elites europeas que nos gobiernan, en lugar de hacer lo que deberían: aumentar los impuestos a los más pudientes para que en esos barrios se construyeran nuevos hospitales, clases, zonas de ocio..., han fomentado el racismo de los pobres: han enfrentado a pobres nacionales con pobres extranjeros (cuando los problemas de los pobres son parecidos). Y nos hemos creído el cuento: nos han prometido, hasta hemos exigido, expulsiones, dejar enfermar al que no tenga los papeles en regla... E incluso a esas elites la jugada les salía redonda hasta que han llegado otros (más populistas aún y sin necesidad de disfrazar el rostro de carroñero) que han prometido (y cumplirán), por ejemplo, minar las fronteras. Y los partidos convencionales en lugar de marcar diferencias han mimetizado el discurso de los otros, tanto que ya se confunden.
1989, la fecha que liberó a la Europa del Este a la vez liberó al Gran Capital: ¿para qué mantener las prestaciones sociales si ya no sopla en Europa el viento de la revolución?
La pacifista Simone Weill que  escribió en 1937 "no empecemos otra vez la guerra de Troya" en 1942 (año de su muerte) defendia esta como la única manera de acabar con el fascismo. Muerto a muerto si fuese necesario. ¿Pero qué hacer si la mayoría de los votantes de la extrema derecha pertenecen a la misma clase social (parados, obreros temerosos de quedar en paro, clases medias empobrecidas...) que sus contrarios. Esto sí es una Guerra Civil: no la de los humillados por la vida contra los soberbios. Y los cuerpos y fuerzas de seguridad también un proletariado (aunque en cualquier momento los sustituyen por mercenarios tipo Blackwater: más les vale entonces no entregar las armas, guardárselas para cuando Europa se convierta en jungla). 
Nada se puede hacer desde Ferraz, los Campos Elíseos ni cualquier otro palacio de la pseudoizquierda: hay que plantarle cara a la extrema derecha en esos barrios empobrecidos, en esas ciudades sin esperanza. Si ellos llevan sus vigilantes, que la izquierda lleve sus médicos, sus profesores (tal vez así no se necesiten matones). Como por ejemplo ha hecho Mélenchon (del Frente de Izquierda) que ha decidido presentarse en Hénin-Beaumont, el feudo de Marine Le Pen, una zona industrial en los 80 castigada por el paro.
Difícil reto, pero necesario, en tiempos donde izquierda y derecha oficial y populismo tienen un discurso tan parecido que lo mismo da votar a unos que otros. Tomemos Hénin-Beaumont: "Le Pen fue la más votada en esta localidad que vivía de la minería al lograr el 31% de los votos en la primera vuelta, frente al 14,8% del Frente de Izquierda. En la segunda ronda, Hollande se impuso a Sarkozy con el 60,5% de los sufragios".

Qué fue del siglo XX, de 091


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