sábado, 7 de septiembre de 2013

Los toros son cultura (Thomas Mann: cultura y civilización)

Corrida en Calasparra
Ahora que en la comarca del Noroeste abundan los encierros, las corridas de toros, que otro año más regresa el infame festejo del Toro de la Vega, se repite una y otra vez eso de "los toros no son cultura" (o su contrario: "los toros son cultura"). Por ejemplo, el Nobel sudafricano Coetze: "se trata de un espectáculo sangriento, una vuelta a los tiempos en los cuales el bienestar animal no se tenía en cuenta y donde el toro era sometido a tortura a manos de chavales que querían impresionar a sus amigos [...] Torturar y asesinar toros por el mero espectáculo pertenece a la Edad Oscura y no a la España del Siglo XXI". Terminaba Coetze recordándole al Congreso español que la crueldad no es cultura.

Amén a la mayoría de lo que declara el Nobel. Pero si los toros no son cultura, sí han inspirado a los artistas, desde los cuadros de Goya a los de Picasso; la poesía de García Lorca, el Belmonte de Chaves Nogales, Hemingway, Rodolfo Valentino en Sangre y arena (1922).
Quizá el problema sea la palabra cultura, los atributos positivos que se le dan: ¿Qué es la cultura? ¿Un pueblo culto es menos salvaje? 
La pensadora Hannah Arendt en 1955 se preguntaba por qué los movimientos totalitarios ejercieron tal fascinación en las elites. Cómo la violencia fascinó a Alemania, la sociedad más avanzada de Europa. Adorno sentenció en su momento: "Auschwitz demostró irrefutablemente el fracaso de la cultura".
La RAE define cultura, en su tercera acepción, como "conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.". En esta acepción, como escribe Coetze, lo que valdría para la España del siglo XVIII no sirve para la del XXI. En otra definición, esta de "cultura popular", también la RAE define: "conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo".
"Cultura popular" en la que cultura permanece como algo inmutable podríamos colocar la definición de Thomas Mann que publicó en Neu Rundschau su ensayo Pensamiento en la guerra en el año 1914 en el que escribe que cultura y violencia no son opuestos: los sacrificios humanos, los rituales sangrientos, las formas orgiásticas de culto... todo pertenece a la cultura. Para Mann, al comienzo de la Gran Guerra, en cada soldado hay un artista; en cada artista un soldado. "La cultura no es lo opuesto a barbarie". Thomas Mann, en el fondo, con la mayoría de los intelectuales conservadores alemanes (interesantísimo el libro Salón Deutschland (Intelectuales, poder y nazismo en Alemania (1900-1945)), contrapone cultural y civilización.
Y aquí está la clave (otro libro, este de Norber Elías: El proceso de civilización): para los intelectuales conservadores alemanes -e imagino que para los españoles (siempre que podamos calzar en una misma frase intelectual y español, sea conservador o progresista)-, con razón, la civilización es algo propio de Francia, materialista, Occidental, mientra que la cultura es lo espiritual, lo colectivo, lo propio del pueblo... Los toros sí son cultura, como pueden serlo las peleas de gallos o los gladiadores romanos o las brujas quemadas en la hoguera, pero no son propios de un mundo civilizado o en proceso de civilización.
Una sociedad civilizada puede prohibir los toros, pero el argumento cultural no es el más adecuado para defender el prohibicionismo. En un sentido común del término "cultura", se ha creado muchísimo arte a favor (y también en contra) de los toros. Pero sobre todo, y este artículo trata de eso, deberíamos quitarle a la dichosa "cultura" su carácter positivo.Y más cuando hablamos de "cultura de los pueblos" y contraponerle una "civilización universal".
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