F. Stonor Saunders |
"Luego se fueron, cantando "Jerusalén", para echarse a perder a cuenta propia en el barro, en la sangre y en la mierda de las trincheras".
La prosa de Frances Stonor Saunders brilla en La mujer que disparó a Mussolini en frases como la anterior que, además, deja clara su postura sobre aquellos hombres de la clase alta británica que jugaron a la guerra en la Gran Guerra. En cambio, "las miembros tuvieron que emprender largos y costosos viajes para asistir a los mítines, prestar servicios como directivos, participar en actividades, por lo que sólo podían tomar parte aquéllas con medios independientes o con talla nacional o internacional suficiente como para atraer contribuciones [...[ Así que generalmente eran mujeres aristócratas y/o financieramente independientes, quienes se hicieron pioneras de los derechos de las mujeres y de una amplia agenda de reformas sociales". Aunque las sufragistas se dividirían entre las que apoyaron el esfuerzo bélico y las que infructuosamente trataron de evitar la guerra.
Violet Gibson, la protagonista del libro publicado por Capitán Swing, pertenecía a la alta sociedad irlandesa de principios de siglo XX, hija de Lord Ashbourne, tanto ella como el heredero del apellido cometieron dos crímenes: se convirtieron al catolicismo (Violet era devota de San Juan de la Cruz) y defendieron la causa irlandesa frente al servicio a la Corona de sus antepasados.
Cuando un 7 de abril de 1926 Violet Gibson disparó -e hirió- a Mussolini ya había mostrado síntomas de locura. Aunque no más que otros representantes de la misma clase social en su país o cualquiera europeo y en esa época que va de principios del siglo XX hasta comienzos de la II Guerra Mundial. "Las cosas se quiebran" es un capítulo excelente, al igual que "El teatro de la locura", con su comparación entre "la histeria controlada de Mussolini y los pacientes de Charcot".
Frances Stonor Saunders nos sitúa en ese momento en que Violet dispara a Mussolini -entre todos los atentados recibidos, ella fue quien más cerca estuvo de asesinarlo- para retroceder hasta su nacimiento y situarnos en el momento en que le toca vivir: la religión (ciencia cristiana, teosofía...), la locura como enfermedad -y enfermedad específica o más proclive de las mujeres: neurastenia, histeria-, la política (nacionalismo, imperialismo, fascismo...)... a la vez que hace lo propio con Mussolini. Tras el atentado, la autora continúa explicando qué ocurrió con los dos protagonistas -¿se la juzgaría en Italia? ¿qué actitud tomaría el Gobierno británico? ¿y la familia?-, cómo influyó este y otros atentados en el culto a Mussolini, y reflexiona sobre religión y locura. O la comparación entre el comportamiento de Mussolini -que no se consideraba locura- y el de Violet Gibson, que se tomó por tal ("era normal, comentaba un periódico, creer que la asesina en potencia estaba loca, pues no hay persona sana que pudiera desear eliminar a Il Duce"), no siendo tan distantes el uno del otro (la autora también sobresale al explicar cómo funcionaban los siquiátricos de la época y, concretamente, en el caso de Violet St. Andrew: ¿estaba ésta loca, era un peligro para los demás, trataron de curarla?).
Violet Gibson, en su juventud |
"Puede que Violet hubiera seguido las órdenes de Dios cuando se propuso matar a Mussolini, pero su conciencia política casaba con la tarea: creía que Mussolini era un dictador totalitario que utilizaba la violencia y la intimidación para seguir en el poder y mantenerse en él; le disgustaba su (y la del Papa) traición al socialismo cristiano [...] La posibilidad de que coincidiera en ella a la vez una inestabilidad mental y una muy alta motivación para así actuar con profundas convicciónes está más allá de consideración". Lo demuestra el hecho de que ya encerrada en St. Andrew "enterrada viva" las noticias de Irlanda la sacaran de su letargo o de que una vez declarada la guerra a la Italia de Mussolini tuviese esperanza en que la dejarían marchar del asilo mental al demostrarse que no estaba equivocada en su intento de asesinato.
En 1926, cuando, y durante una larga década, Churchill y otros miembros de la misma clase que Violet Gibson, alababan al dictador italiano al que veían como parapeto contra el comunismo, Violet Gibson trató de cambiar el curso de la historia. Frances Stonor Saunders le ha dado voz a esta protagonista para quien valdría la frase de Charles Péguy que encabeza la primera parte ("todo comienza en el misticismo y termina en la política") o tal vez en esta otra de William Golding ("en algún sitio en algún momento, hice una elección en libertad y perdí mi libertad").
La edición de Capitán Swing va acompañada de fotografías de gran interés: las de Mussolini y una interna en Charcot; Violet en disposición mística; la recreación desde dos ángulos distintos que tuvo lugar en la época del intento de asesinato; Violet anciana dándole de comer a los pájaros en St. Andrew.
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