jueves, 12 de febrero de 2015

El marqués y la esvástica, de Rosa Sala Rose y Plàcid García-Planas

En el Ritz de Madrid comienza El marqués y la esvástica. César González-Ruano y los judíos en el París ocupado; en el Ritz, donde se entrega el premio periodístico que lleva su nombre, César González-Ruano, al escritor Jorge Edwards, quien confiesa que no ha leído su obra. Acaba con otra premiada, la argentina Leila Guerriero y la pregunta que no le hacen: "¿debería un premiado interesarse por la persona que da nombre al premio?".

Al terminar el libro de Rosa Sala Rose y Plàcid García-Planas conocemos un poco de la obra de César González-Ruano y mucho de su vida, sobre todo de esa época central de la Historia y de su historia que lo condujo huyendo a tres capitales europeas: Roma, Berlín y Francia, donde fue encarcelado por la Gestapo un 10 de junio de 1942.
Investigación periodística, casi novelesca a la manera -es inevitable que se venga a la mente- de Javier Cercas: él buscaba en su novela Soldados de Salamina al hombre que no asesinó a Sánchez Mazas, amigo de González-Ruano, estos tratan de "demostrar las acusaciones que Eduardo Pons Prades lanzó contra César González-Ruano: que estaba implicado en matanzas de judíos en Andorra".

¿Lo consiguen la ensayista y el reportero? El César González-Ruano que pintan y al que encuadran dentro de una categoría, no la banalidad del mal, más bien la mediocridad del mal, "el de las maldades pequeñas, a menudo graves, que cometes sabiendo perfectamente que estás haciendo el mal pero sin encontrar la suficiente fortaleza moral ni dignidad para enfrentarte a ello".

"Demostrar que estaba implicado en matanzas de judíos en Andorra"... cerca de quinientas páginas, incluyendo notas y bibliografía con este objetivo. "Tenemos que hablar de las pulsiones sexuales de Ruano -me dijo Rosa de repente" Y líneas más adelante "-¿Nos importa la vida sexual de Ruano? ¿Tiene sentido en este libro? ¿Nos sirve para averiguar lo que hizo en París? -le contesté. -No sé. Pero al menos podríamos comentarlo entre nosotros".
Entre ellos y luego para el lector que, tras la finalizar El marqués y la esvástica sabe mucho -y nada bueno- de este antisemita que se aprovechó -entre otros- de los judíos que huían de los nazis; conoce su "parentesco" con Alfonso XIII, sus gustos sexuales y su adicción a la cafeína y al alcohol, su fascinación por las pitilleras, sus crónicas vendidas y pagadas; lo que opinaba de él la colonia española en Roma y en Francia...; hasta que su acusador Eduardo Pons Prades en un libro aseguró que había visto un extraterrestre.
El lector sigue a los investigadores por las ciudades, casas y hoteles donde se alojó, busca el lugar -si lo hubo- donde se produjeron las matanzas de judíos en Andorra, encontrar quiénes fueron los asesinos, y trata en este país de saber si los judíos -y otros que trataban de escapar a España desde la Francia ocupada- allí asesinados fueron casos aislados o se ha corrido por el Principado una ley de silencio sobre las fortunas que se hicieron en la guerra, la mayoría sobre el contrabando de bienes y personas, ¿pero incluyó el asesinato?

Confieso que lo he leído del tirón y mientras lo leía pensaba que me estaban engañando: algunas de sus hipótesis hay que tener la mente muy abierta para aceptarlas y el objetivo ¿estaba implicado en matanzas de judíos? Bueno, les pasa como a Javier Cercas con el hombre que no mató a Sánchez Mazas... solo que ésta no es una novela.
González-Ruano fue un mal tipo de vida muy interesante -aunque es probable que parte de ella fuera inventada por su propio protagonista, consciente de la necesidad de mantener una leyenda forjada en vida-, que en su momento tuvo gran prestigio pero que, a diferencia de amigos suyos como Francisco Umbral o Camilo José Cela, hoy apenas se lee (Antonio Muñoz Molina se pregunta en Babelia en "Un maestro dudoso": El misterio insoluble para mí es el de su sostenido prestigio como modelo de columnista y prosista. El caso de González-Ruano no es el de un gran escritor que al mismo tiempo resulta ser una persona muy desagradable, sino el de alguien tan sin escrúpulos en su ética como en su estética, un oportunista igualmente capaz de envolver la nada o la pura mentira en palabras brillantes y de estafar a cualquiera con trapacerías simuladas bajo un aire de dignidad o nobleza.).

"Cuando este libro entraba en imprenta, la Fundación Mapfre anunció que eliminaba el Premio César González-Ruano de periodismo", así finaliza El marqués y la esvástica.
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