viernes, 20 de febrero de 2015

Juan Pablo II que estuvo en Cehegin

Juan Pablo II no estuvo en Cehegin a lo largo de su largo Papado. Viajo mucho, más que ningún otro Papa de la Historia, más que usted o que yo, pero ninguna constancia queda de que cuando aún le conocían como Wojtyla o Karol, según el grado de confianza, visitase la ciudad de la Virgen de las maravillas. Esa imagen suya besando la tierra de Cehegin al bajar de un avión, tan icónica del final del siglo XX como las gafas oscuras de Gadafi, no quedará fotografiada para la posteridad.

Quedará otra, o varias imágenes del alcalde José Soria, descubriendo la plaza de su parque en la Peña Rubia.
También en el pueblo vecino de Caravaca existe una plaza con el nombre del Papa polaco. Y otras muchas con nombres de religiosos. Y cientos de fotos que se conservan, con su punto ridículo, de curas bendiciendo edificios cuando se inauguran. Pero este no es ese artículo sobre la religión en la comarca del Noroeste, ese ya lo escribí antes. Tanto da plaza Antonio Machado como Juan Pablo II.
El historiador del arte Martín Páez, quien ha escrito sobre Rafael Tegeo, se sorprende de que aún no tenga un busto en la ciudad, Caravaca, que lo vio nacer. 
Antes de que mi madre fuese maestra del Basilio Sáez, se discutió qué nombre ponerme: quizá Miguel de Cervantes, o Antonio Machado, o Miguel Espinosa, que hubiese sido un nombre apropiado, se apostó por Basilio Sáez, y sé que algunos de los maestros quedaron descontentos. Elegir de nombre una persona reciente, más aún en vida, tiene eso (la de Paco Pim, por ejemplo): algunos se acuerdan de lo bueno, otros de lo malo, otros ni de lo bueno ni de lo malo pero a bote pronto se le ocurren cinco nombres que merecen con igual o mayor justicia el honor de una placa, una calle, una plaza, una avenida. Mi madre. O la de ustedes.
Resulta más complicado nombrar con un paisano una calle: Rafa Nadal no crea controversia, una infantita sí por lo que pudiese pasar, un religioso... para algunos sí, para otros no. Pero una manera de que personas, fechas, costumbres nuestras o caigan en el olvido es que el callejero se llene de ellas.
Nuestras ciudades no se expanden hasta el infinito, no se trata que a cada cambio de Alcalde o de Régimen, se cambie a su vez el nombre de los barrios.
No conozco yo demasiados nombres ilustres de la vecina Cehegin, pero tampoco creo que les falten como para darle el nombre de un parque a Juan Pablo II.
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