domingo, 17 de mayo de 2009

Cine y periodismo en los 90

En la década de los 90 llegaron a nuestras pantallas gran número de películas sobre periodistas. Muchas ni tan siquiera se interesaban por la profesión. Pero ser periodista estaba de moda. Ahora que siguen las facultades llenas, aparecen medios de comunicación como hongos, quizá deberíamos hacer un breve comentario sobre cómo guionistas y directores veían al periodista en los 90, un tiempo que trajo el florecimiento del periodismo de investigación, pero también la certeza para muchos de que no importaban tanto la verdad como dañar a rivales económicos y políticos.
El cine español de periodistas, generalmente, narraba historias contemporáneas. Historias, además, desarrolladas en España y cuyos protagonistas son españoles. En ese sentido, tuvo cierto pudor a utilizar como propias historias y personajes de alcance mundial, como el cine norteamericano, o a exportar historias con capacidad de interesar fuera de nuestras fronteras, como el cine francés. El cine español, también el de periodistas, siguió decantándose por la comedia costumbrista. Sin embargo, en los últimos años y de la mano de unos directores cada vez más jóvenes, se estrenaron otras películas como Los sin nombre (Jaume Balagueró, 1999) o Nadie conoce a nadie en un periódico sevillano. Cuando llega a la redacción, su jefe le comenta que hace el único trabajo serio del periódico. (Mateo Gil, 1999). En ésta última el protagonista trabaja de crucigramista La sociedad española se muestra desilusionada con el periodista, entiende que sus motivaciones son espurias. El cine refleja este desencanto. Kika (Almodóvar, 1993) o ¡Dispara! (Carlos Saura, 1993) presentan, la primera una periodista sensacionalista interpretada por Victoria Abril; la segunda, la persecución a la que es sometida por parte de los periodistas una mujer que asesina a su violador. La mayoría de las películas recurrían al periodismo para hablar de los retos y problemas de la mujer trabajadora, se pueden ver como una crítica al machismo. Aunque no especialmente como una crítica al machismo en el mundo del periodismo. Aunque en Todos los hombres sois iguales (Manuel Gómez Pereira, 1994) encuentran la quintaesencia del machismo en un periodista deportivo. Un número menor de películas se valía de la figura del periodista, como podría servirse de un policía o detective, pero lo interesante es la trama no su profesión; eso no quita que lo presenten de una manera negativa (Al límite, Eduardo Campoy, 1997). Otras apuntan directamente a los medios de comunicación: la pérdida de calidad, las mentiras, la transformación de la información en espectáculo (Territorio Comanche, Gerardo Herrero, 1997). Respecto al modelo de periodistas que presentan, pocos están satisfechos con su situación tanto económica como profesional: en algunos casos, querer mejorar les conducirá a la muerte . La insatisfacción les lleva a enfrentarse a sus jefes (a veces éstos son el motivo de su insatisfacción), enfrentamiento que puede acabar en despido. Sin embargo, el cine español ha dejado un poco de lado la relación del periodista con su jefe, cuando es uno de los pilares del cine norteamericano de periodistas: El cuarto poder (Richard Brooks, 1952) o Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976) son dos ejemplos del trato director – periodista. La relación con los demás periodistas (ya trabajen en el mismo medio o en la competencia) tampoco es sencilla: siempre encuentran alguien que les ayude, un amigo, un confidente, pero, por otro lado, también existe rivalidad e incomprensión. El cine español tampoco le ha sacado todo el partido al compañerismo o la rivalidad entre periodistas.
Como el trabajo periodístico resulta tan absorbente que, muchas veces, no queda clara la línea que separa vida privada de trabajo, los periodistas, irremediablemente acaban manteniendo relaciones, bien esporádicas, bien definitivas, con algún compañero de profesión o con alguien que conocen gracias a su trabajo. En este punto, coinciden casi todas las películas españolas. Sin embargo, la mayoría de los periodistas son solteros, siendo el segundo grupo más numeroso el de los divorciados. La falta de profesionalidad del periodista español que le lleva a anteponer sentimientos a razón; aunque también puede entenderse como un rasgo de humanidad. Casi ninguno tiene auténticos problemas económicos. Trabajan, mayoritariamente, en periódicos y revistas. En cambio, muy pocos trabajan en televisión, siendo éste el gran medio de comunicación de masas. Además, hay un gran número de fotógrafos y de periodistas culturales. La prensa del corazón tiene también su película, Disparate Nacional (Mariano Ozores, 1990). No muestra ningún interés por la figura del periodista político. Aunque en la película Atilano, presidente (Luis Guridi y Santiago Aguilar, 1998) se nos muestra el circo mediático que rodea a un candidato a la presidencia. Los periodistas de investigación están dispuestos a cometer robo, allanamiento de morada, encañonar o matar con tal de conseguir una noticia, incluso más de una vez la inventan.
El cine español no ha dado ninguna película que plantee una auténtica reflexión sobre periodismo si exceptuamos Territorio Comanche, con guión de Arturo Pérez Reverte. Ni tan siquiera despertar vocaciones.
No sé cuando decidí ser periodista, aunque sí cuando quise serlo. Por la noche pasaban una película de Bogart, siendo todavía niño. Interpretaba un periodista deportivo en paro que, por un puñado de dólares, se une a unos mafiosos del mundo del boxeo que llevan la carrera de un boxeador demasiado ingenuo. La película se llama Más dura será la caída (Mark Robson, 1956). Un par de años más tarde vería también a Bogart en El Cuarto Poder. La elección ya estaba hecha. Ahora que ha pasado el tiempo pienso que lo que realmente quería era ser Humphrey Bogart.
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