"El proyecto 12-S no imita ni el populismo de los treinta ni el falso populismo de aquellos años. Es una réplica de una réplica, en la que el falso populismo apuntala un elitismo rígido y donde unas ideas falsamente progresistas están al servicio del engaño más grotesco. Falsedad al cuadrado; ésa es la historia de Glenn Beck". El periodista estrella -por un tiempo- del Tea Party, Glenn Beck, se inspiró para su proyecto en Juan Nadie (1941) de Frank Capra, como había imitado al Orson Welles de la Guerra de los Mundos, los discursos de Roosevelt...
Nos encontramos, según el comentarista político Thomas Frank en Pobres Magnates (editorial Sexto Piso), desde el año 2009 en la cuarta sublevación conservadora con éxito del último medio siglo ("la primera fue la violenta reacción original de la época de la guerra del Vietnam, que culminó en la elección de Richard Nixon. La segunda, las rebeliones contra los impuestos y los conflictos entre conservadores y progresistas de los setenta, que llegaron a su punto culminante con la revolución de Reagan de 1980. La tercera, el "Contrato con Estados Unidos" y la revolución de Gringrich de 1994), aunque resulta sorprendente en este caso su éxito. En 2008, después de la presidencia de George W. Bush, supuestamente las políticas "desreguladoras" del republicanismo habían quedado heridas de muerte. Así parecían atestiguarlo periodistas, políticos e intelectuales nada sospechosos de izquierdismo como Francis Fukuyama, David Frum, Stu Rothenberg o Sean Wilentz. Al GOP (Grand Old Party - Partido Republicano) no le quedaba más que moderarse y esperar su turno. Eso se pensaba. Pero ocurrió lo contrario: se radicalizó. Y obtuvo en 2010 su mayor victoria en las elecciones al Congreso en muchas décadas.
"Antes de la crisis económica actual, yo nunca había oído hablar de que las víctimas de una recesión desarrollaran un gusto indiscriminado por la economía neoclásica o una hostilidad espontánea hacia las obras de Franklin Roosevelt. Antes de esta recesión, la gente que había sido engañada por los banqueros casi nunca aprovechó la ocasión para pedir que los bancos fueran liberados de los "trámites burocráticos" y la vigilancia de la ley...".
¿Por qué y cómo sucedió?
Thomas Frank, a través de su asistencia a mítines del Tea Party, lecturas de novelas, periodistas y blogueros de derechas, trata de responder a esta pregunta desde que Rick Santelli, por televisión un 19 de febrero, "despotricaba, digámoslo claramente, no contra los operadores de bolsa que lo rodeaban, sino en su nombre".
Por sus páginas desfilan el ya señalado Glenn Beck, ciudadanos que salen del anonimato como David Hedrick (y otros muchos de los que ya solo conservamos memoria gracias a youtube), Sarah Palin (y la autocompasión en general del movimiento que no se encontraba en sus primeros mítines), la apropiación de canciones de los tiempos difíciles como el "Brother, can you spare a dime?" para que parezca una crítica del New Deal, la nueva popularidad de Ayn Rand y La Rebelión de Atlas, publicado en 1957 (aunque "la resurrección de Rand tiene todo el sentido en nuestra caótica época. La rebelión de Atlas es la historia de una Gran Depresión Alternativa en la que todo sucede como los conservadores defensores del mercado habrían hecho que suceda: el gobierno entrometido es el culpable evidente de la ralentización económica; los empresarios son héroes y víctimas; y la huelga gigantesca que es el hilo central del libro no está dirigida por ningún trabajador, sino por empresarios de genio que ya no soportan que los políticos les digan lo que tienen que hacer"), la historia del empresario medio que nutre las filas del Tea Party (éste consiguió que la opinión pública lo tomara como el gran opositor de las corporaciones y defensor de la pequeña y mediana empresa, aunque en el trasfondo de "pequeñas empresas" como la del político Mike Pompeo fuesen respaldadas por capital riesgo de Industrias Koch). Thomas Frank desmiente -ofrece cifras- en primer lugar que el empresariado medio cree empleo o sea el pilar de la economía estadounidense. Ese "fetiche del emprendedor estadounidense", tomando un estudio de 1951, del sociólogo C. Wright Mills, no procede de los logros de la pequeña empresa, sino de "la utilidad que tiene su imagen para los intereses políticos de las empresas más grandes [...] una tropa de choque en la batalla contra los sindicatos y los controles del gobierno".
Rescates hubo siempre -con republicanos o demócratas: el Tea Party solo salva a Reagan- e intervención del Gobierno en la regulación del mercado, que es lo que pretende el populismo de derechas,como si Obama, Clinton o incluso el segundo Bush hubiesen tratado de convertir Estados Unidos en un estado socialista. Con pedagogía, la mayor parte de los norteamericanos hubieran entendido que no es lo mismo rescatar a un vecino, que a una corporación. "Dejad que los fracasados fracasen" se convirtió en su lema: las agencias de gobierno, los bancos, los desempleados, que el dolar se hunda... "Puede que los miembros del Tea Party parecieran ridículos con sus trajes, pero su demanda central no lo era"-
Rescates hubo siempre -con republicanos o demócratas: el Tea Party solo salva a Reagan- e intervención del Gobierno en la regulación del mercado, que es lo que pretende el populismo de derechas,como si Obama, Clinton o incluso el segundo Bush hubiesen tratado de convertir Estados Unidos en un estado socialista. Con pedagogía, la mayor parte de los norteamericanos hubieran entendido que no es lo mismo rescatar a un vecino, que a una corporación. "Dejad que los fracasados fracasen" se convirtió en su lema: las agencias de gobierno, los bancos, los desempleados, que el dolar se hunda... "Puede que los miembros del Tea Party parecieran ridículos con sus trajes, pero su demanda central no lo era"-
"Lo que hace la derecha actual no es tanto simplificar la realidad como idealizarla" y los votantes "quienes se sienten presas del pánico ignoran el genio estadounidense para el pragmatismo y la larga y complicada historia del compromiso político que realmente creó nuestro sistema económico. En cambio, anhelan algún Armagedón de la lucha de clases, algún maldito cataclismo en el que los perdedores pierdan para siempre y los honorables sean finalmente liberados de cualquier obligación hacia el inferior".
A esta ideología qué opuso Obama: tecnocracia. "En 2008, Barack Obama parecía ser una figura del destino, como el propio Roosevelt [...] Siete meses más tarde, era evidente que Obama ya no gozaba del favor populista. Se frustró cuando entregó la política económica a Larry Summers y Tim Geithner, dos conocidos amigos de Wall Street, y terminó de agravarse cuando insistió en seguir el curso de los rescates de la administración Bush, incluso después de la debacle de AIG..."
Los estadounidenses, señala el profesor de psicología Drew Westen, "necesitaban que su presidente les contara una historia que tuviera sentido de la situación que estaban viviendo, de lo que la había provocado, y de cómo iba a terminar. No era solo un detalle que hubiera sido desafortunado dejar de lado; era una parte esencial del trabajo del presidente". Pero Obama no contestó a cómo sucedió el crack de 2008, por qué no oyeron los signos de advertencia, qué responsabilidades tenemos con los vecinos en los tiempos difíciles, la deuda nacional... "Como respuesta, los demócratas ofrecieron explicaciones técnicas. Simplemente, no podían hablar de los desastres de una manera que fuera contundente o convincente. Solo los idealistas de la derecha hacían algo así".
No entendió Obama que no era el momento de un segundo Clinton, sino de un segundo Roosevelt, continúa Frank Thomas, pero la derrota venía de lejos, en lugar de ampliar su base social, la habían reducido: el lenguaje de clase les parece extraño, no hicieron nada para impedir que el porcentaje de obreros sindicados en el sector privado se hundió, ridiculizaron al Tea Party por los comentarios racistas de algunos de sus miembros, pero "la otra parte no estaba pidiendo una supremacía blanca teocrática. La amenaza que se cierne sobre nosotros no es el regreso de un nuevo Ku Klux Klan, sino la desintegración económica. El fraude bancario, los rescates, las bonificaciones adicionales, BP: éstas eran las cuestiones candentes de 2010, y los demócratas se desentendieron en gran medida de ellas".
El tono de este ensayo sobre el nuevo populismo de derechas es muy diferente de su magnífica tesis doctoral que en España publicó Alpha Decay La conquista de lo cool (aquí reseña mía). ¿Tiene importancia para el lector español o es un fenómeno exclusivamente estadounidense? En mi opinión, en España la crisis financiera con el rescate de la banca -mientras se ha dejado de lado el drama de los desahuciados- y las nuevas leyes laborales, en sentido favorable al empresariado y no al trabajador, no han conseguido que este último exija que bancos y corporaciones sean aún más "liberados de trámites burocráticos y de la vigilancia del Gobierno". En España el propio término Tea Party no suele utilizarse en lo económico, sino en lo religioso, lo racial -el periodista Aizpeloa de El País lo usa para referirse a los grupos de presión que tratan de que el Gobierno del PP mantenga frente a ETA las mismas posiciones en que se mantenía cuando esta aún asesinaba-, la anécdota, como la recopilación de disparates sobre el cambio climático que pueda decir una Sarah Palin. ¿Entonces qué valor tiene? Sobre todo el de la comunicación: medios como La Gaceta, Libertad Digital, tertulianos en casi todos los canales y cientos de blogs, en otros temas, como el aborto, la homosexualidad, ETA, religión... han seguido -brillantemente hay que decirlo- el manual norteamericano. Han conseguido obtener una victoria para la derecha española y, además, imponerle la agenda incluso en sus temas que la mayoría de sus votantes no están de acuerdo o consideran prioritarios.
El tono de este ensayo sobre el nuevo populismo de derechas es muy diferente de su magnífica tesis doctoral que en España publicó Alpha Decay La conquista de lo cool (aquí reseña mía). ¿Tiene importancia para el lector español o es un fenómeno exclusivamente estadounidense? En mi opinión, en España la crisis financiera con el rescate de la banca -mientras se ha dejado de lado el drama de los desahuciados- y las nuevas leyes laborales, en sentido favorable al empresariado y no al trabajador, no han conseguido que este último exija que bancos y corporaciones sean aún más "liberados de trámites burocráticos y de la vigilancia del Gobierno". En España el propio término Tea Party no suele utilizarse en lo económico, sino en lo religioso, lo racial -el periodista Aizpeloa de El País lo usa para referirse a los grupos de presión que tratan de que el Gobierno del PP mantenga frente a ETA las mismas posiciones en que se mantenía cuando esta aún asesinaba-, la anécdota, como la recopilación de disparates sobre el cambio climático que pueda decir una Sarah Palin. ¿Entonces qué valor tiene? Sobre todo el de la comunicación: medios como La Gaceta, Libertad Digital, tertulianos en casi todos los canales y cientos de blogs, en otros temas, como el aborto, la homosexualidad, ETA, religión... han seguido -brillantemente hay que decirlo- el manual norteamericano. Han conseguido obtener una victoria para la derecha española y, además, imponerle la agenda incluso en sus temas que la mayoría de sus votantes no están de acuerdo o consideran prioritarios.
La imagen de portada "Cerdo en origami con billete de dólar" de Won Park
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