domingo, 28 de junio de 2009

Día del Español: un día sin éxito

Cuentan que Dostoievski afirmaba que, aunque sólo fuera por un motivo, entraría en el Paraíso: era de la raza que escribió El Quijote. El 20 de junio se celebró el Día del Español en cuarenta y tres países y los actos pasaron sin pena pero sin gloria. España nunca ha tenido un día para celebrar que no cree a una parte de su población remordimientos: la unidad de España se logró a costa de la expulsión de otros españoles: judíos y moriscos; el Descubrimiento, en parte debido a la leyenda negra extranjera, se ha convertido poco menos que en genocidio; y la Guerra de la Independencia con su momento clave del 2 de mayo se lo apropió una Comunidad Autónoma, gobernada entonces por socialistas, borrándole su carácter nacional (aunque Garci y Esperanza se han lucido con su película). Por lo tanto, lo único que puede unirnos a cuatrocientos millones de hispanohablantes es conmemorar la lengua que tenemos en común. Tengo la costumbre antes de acostarme de abrir el diccionario, generalmente el Seco, hasta encontrar una palabra que excite mi imaginación. Los internautas han decidido que malevo y chapuza son sus palabras favoritas para este Día del Español. Yo tengo otra que escuché en una canción de Tarántula: «y de artistas primer muladar» (en su segunda acepción: «aquello que ensucia o inficiona material o moralmente»). «La lengua como compañera del Imperio», como le enseñaba a Isabel la Católica el sabio Nebrija. El Imperio ahora es Estados Unidos y el inglés su lengua. Y está bien así: volver a los tiempos antes de Babel cuando todos nos entendíamos. Sin embargo, rechazando la tontería de que haya lenguas mejores que otras, no podemos sino recordar al Emperador Carlos V cuando en 1536 pronunció su discurso delante del Papa en castellano. El embajador francés se quejó y, el primer visionario de la Europa unida (Carlomagno fue sólo un bárbaro), le espetó: «Señor obispo, entiéndame si quiere; y no espere de mí otras palabras que de mi lengua española, la qual es tan noble que merece ser sabida y entendida de toda la gente cristiana».
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