miércoles, 17 de julio de 2013

Legado de cenizas: la historia de la CIA, de Tim Weiner

"En el transcurso de la guerra fría, la CIA había logrado controlar exactamente a tres agentes capaces de proporcionar secretos de valor duradero sore la amenaza militar soviética, pero los tres habían sido arrestados y ejecutados. Los satélites espía habían contado con precisión tanques y misiles pero ahora esas cifras parecían irrelevantes. Los micrófonos y escuchas habían recogido miles de millones de palabras, pero ahora estas habían perdido su significado", resume Tim Weiner en Legado de cenizas: la historia de la CIA los méritos de la CIA cuando el Muro de Berlín cae en 1989 y se derrumba el Imperio soviético.

Una organización que, tras la inexistencia de armas de destrucción masiva en Iraq, ha caído en el decrédito. "Durante la guerra fría, la izquierda estadounidense condenó a la CIA por lo que hizo. En la guerra contra el terror, la CIA fue atacada por la derecha estadounidense por lo que no pudo hacer. La acusación fue de incompetencia, y la formularon hombres como Dick Cheney y Don Rumsfeld. Independientemente de lo que uno pueda decir acerca de su liderazgo, ambos sabían, por su larga experiencia, lo que hoy también sabe el lector: que la CIA era incapaz de realizar adecuadamente su papel de servicio de inteligencia estadounidense":
Com Tim Weiner, recorremos la historia de la CIA desde que, en el mandato de Harry Truman, la OSS de William J. Donovan (Oficina de Servicios Estratégicos) se convierte en la CIA, hasta el año 2007 (aún no se ha asesinado a Ben Laden) en el el periodista gana el Pulitzer con esta historia.
Una agencia que, en el más puro estilo James Bond, prefiere la acción encubierta (derrocar gobiernos, asesinar enemigos...) a la recopilación de información ("esa labor no consiste en comprar elecciones o en torturar prisioneros, sino en el espionaje. La única forma de conocer la mente del enemigo es hablar con él, y ese es el trabajo de los espías. Si no saben hablar su lengua, no podrán conocer ni a las gentes ni a las fuerzas políticas que tratan de contener y controlar. Y sin ese conocimiento, la CIA no podrá ser lo que sus creadores esperaban que fuera: una fuente de verdad al servicio de quienes ejercen el poder", concluye Tim Weiner en su epílogo) o, si recopila información, consigue, un ejemplo, saber cuántos misiles tienen los soviéticos, pero en ningún caso si están dispuestos a dispararlos. (En Srebrenica se dio el caso de que fotografiaron las fosas en que acumulaban los serbios cadáveres de bosnios y tardaron semanas en revisarlas, aunque los refugiados advertían del genocidio). 
Aunque la leyenda de una CIA heroica, de los viejos tiempos, fue una creación de la propia CIA que tiene muy poco que ver con la realidad: Tim Weiner desmonta la la reputación labrada en Irán y Guatemala; explica la dependendencia en Oriente de las antiguas potencias coloniales y posteriormente de Israel (gracias a los contactos con Israel acertó en el resultado de la Guerra de los Seis Días); el fracaso en Cuba, los contactos con la Mafia, Oswald y Fidel y el asesinato de Diem (algún presidente vio en la muerte de Kennedy una venganza divina por la muerte de Diem y el intento de asesinato de Fidel -que, como los soviéticos- conocía todos los planes de los norteamericanos- e, incluso, que Oswald pudiese ser un agente castrista); cómo fue más habitual que los servicios soviéticos se infiltraran en los norteamericanos que lo contrario (Angleton, cuando fue jefe de contraespionaje, obsesionado -Kilby, el traidor, fue un gran amigo suyo, provocó una "parálisis en nuestro esfuerzo soviético"; pero fue quien acertó con la Guerra de los Seis Días); antiguos agentes de la CIA y el Watergate, la Contra y los rehenes en Irán, Chile, el espionaje en suelo americano y a norteamericanos; las torturas ("el lado oscuro" al que se refirió Cheney), hasta llegar a ese final en Iraq que ha acabado con la reputación de la CIA, aunque Nixon los considerase unos payasos y Carter una verguenza nacional (ambos, sin embargo, abusaron de las acciones encubiertas, aunque fueron los Kennedy quienes más confiaban en ellas)
Como escribe David Kay, quien fuera principal inspector de armamento de la CIA: "Creemos que la inteligencia es importante para ganar las guerras. Pero las guerras no se ganan con inteligencia. Se ganan con la sangre, el tesón y el coraje de los jóvenes hombres y mujeres que llevamos al campo de batalla... lo que hace realmente la inteligencia es ayudar a evitar gueras".
Demoledor  recorrido el de Tim Weiner por las entrañas de la CIA, aunque ni mucho menos cae en la ingenuidad -o la hipocresía europea en relación a las escuchas norteamericanas a sus aliados- de pensar que el mundo sería mejor si se abolieran los servicios secretos, al contrario, pero la CIA, a lo largo de su historia, no ha logrado sus objetivos principales: conocer las intenciones primero de la Unión Soviética y actualmente del terrorismo mundial,
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